Silicon Valley Bank (SVB) es (era) un banco regional relativamente pequeño, especializado en negocios con startups. Como todo mundo sabe, quebró hace unos días (viernes 10 de marzo). El hecho provocó de inmediato una ola de desconfianza sobre el sistema financiero. Las autoridades (el Departamento del Tesoro y el Fed) actuaron con urgencia (domingo 12), y determinaron rescatar a todos los depositantes, pero dejaron a su (mala) suerte a los accionistas y a algunos acreedores del SVB.
SVB falló al menos por dos factores incuestionables: una administración deficiente y una supervisión inadecuada. En cuanto a lo primero, el banco presentaba dos defectos que resultaron fatales: una base de depósitos (pasivos a la vista) excesivamente concentrada, y una tenencia desproporcionada de activos (bonos) de largo plazo. Cuando los depósitos empezaron a debilitarse, SVB trató de obtener capital nuevo y no lo logró. Entonces tuvo que salir a vender sus bonos, reconociendo en el proceso las enormes pérdidas consecuentes. Alarmados por el riesgo percibido, los depositantes realizaron una clásica "corrida" contra el banco, que se quedó sin liquidez, y no quedó otro recurso que intervenirlo oficialmente.
En el recuento anterior falta un elemento clave, de naturaleza macroeconómica: la política monetaria del Fed. El banco central de Estados Unidos mantuvo durante mucho tiempo una tasa de interés muy baja, lo que implicaba precios de los bonos muy altos. Cuando resurgió la inflación, el Fed la juzgó "transitoria", erróneamente. Luego, reconoció su equivocación y puso en práctica un ascenso abrupto de la tasa de interés. Ello llevó consigo una caída precipitada del valor de los bonos, sobre todo de los de largo plazo... para desgracia de SVB, entre otros bancos. En Nueva York, el Signature Bank quebró también, en circunstancias similares.
El episodio no ha acabado, por supuesto, pero se ajusta a un patrón de acontecimientos que he tratado de describir más de una vez en este espacio. Aquí va: una política monetaria muy expansiva, cualquiera que sea su motivación, provoca distorsiones graves en todos los mercados, sobre todo en los financieros. Uno de sus rasgos principales es la asunción excesiva de riesgos, alentada por una tasa de interés artificialmente baja. Cuando dicha laxitud monetaria tiene que revertirse, y siempre es así, quedan expuestas las deformaciones generadas antes; en particular, las inversiones mal hechas, y se genera una crisis. (Desde luego, la espléndida tesis no es mía, qué pena.)
La historia de sucesos parecidos y su secuela eran conocidas, pero hay quienes se han empeñado en repetirlas. La raíz del asunto es política.
A lo largo de los últimos días he publicado algunos tweets que han provocado reacciones diversas. Quizá no sobra ampliarlos un poco.
-"La depreciación del Peso, ocurrida (recientemente), ilustra una verdad 'de a kilo' sobre los precios de corto plazo de los activos: 'sólo las noticias son relevantes'". Esta es una extensión de la idea de que el mercado conoce todo lo necesario para determinar "correctamente" el precio de un activo, de manera tal que sólo lo imprevisto (i.e., la quiebra de SVB) puede alterarlo.
-Ahora bien, Oscar Wilde decía: "Esperar lo inesperado es muestra de un intelecto enteramente moderno". Yo agregué: "También es signo de prudencia en los tiempos azarosos que corren". No es mal consejo.
-Y, finalmente: "Yo no sé si el tipo de cambio real del peso (como quiera que se calcule) está en equilibrio. ¿Por qué? Porque no sé si el nivel actual y el esperado del déficit en la cuenta corriente (de la balanza de pagos) es compatible con flujos de capital sostenibles en el largo plazo. ¿Quién sí sabe?". Nadie, al parecer.
El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.