Tres retos para materializar la oportunidad del nearshoring en México

Nuestro país está llamado a convertirse en una plataforma de producción con un potencial enorme, conformando con sus socios del T-MEC un hub de manufactura global muy poderoso

En los últimos meses no se ha dejado de hablar de una oportunidad histórica para catapultar el desarrollo económico de México: el llamado nearshoring.

Esta tendencia mundial busca revertir los efectos negativos ocasionados por la alta concentración de la producción en Asia, especialmente en China. Desde la entrada del gigante asiático a la Organización Mundial de Comercio a finales de 2001, empresas multinacionales en diferentes giros industriales movieron su producción a esta nación para aprovechar su mano de obra barata y ampliar la capacidad de producción, a expensas de aumentar los costos y tiempos de transporte. Esta estrategia, conocida como offshoring, ha sido una de las principales manifestaciones de la globalización.

Sin embargo, eventos de alcance mundial como la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la pandemia por covid-19 o, más recientemente, la guerra entre Rusia y Ucrania – e incluso eventos puntuales como el bloqueo del canal de Suez por un portacontenedores en marzo de 2021— han puesto de manifiesto la alta fragilidad de las cadenas de suministro modernas.

La respuesta ante estos retos planetarios la encontramos en el nearshoring, que busca acercar el centro de gravedad de las cadenas productivas globales hacia los lugares de consumo final, con la idea de hacerlas más resilientes, es decir, menos propensas a sufrir disrupciones por los vaivenes económicos o por eventos como los comentados.

Por otro lado, la mano de obra de bajo costo ya no es necesariamente el factor de decisión más importante para la localización de plantas industriales, especialmente en sectores de alta tecnología con niveles de automatización cada vez más elevados. La proximidad y la seguridad de las cadenas empiezan a ser elementos de mucho mayor peso.

Es este contexto México entra en escena como uno de los países idóneos para aprovechar el nearshoring. Desde los inicios del TLCAN hasta nuestros días, ahora bajo el nuevo T-MEC, México ha logrado mejorar su planta productiva y de infraestructura de manera muy significativa, con una maduración que le permite competir a nivel mundial en diferentes sectores industriales, como el automotriz, el de electrónicos y electrodomésticos, y más recientemente el aeroespacial, lo que se ha traducido en cadenas mejor integradas con sus pares norteamericanas y una base confiable de proveeduría en estos sectores.

Si además consideramos ventajas específicas que busca el nearshoring, como son proximidad a su mercado final, husos horarios similares, mano de obra calificada, un socio comercial amistoso, protección a la propiedad industrial, bajos costos de transporte y facilidad para la exportación a través de tratados de libre comercio, vemos que realmente México tiene una posición privilegiada a nivel mundial.

De esta manera, nuestro país está llamado a convertirse en una plataforma de producción con un potencial enorme, conformando con sus socios del T-MEC un hub de manufactura global muy poderoso, con cadenas integradas en toda la región y capacidad para exportar, no solo a Estados Unidos y Canadá, sino también a otras regiones del mundo. Más que made-in-Mexico, bajo estas premisas estaríamos hablando del concepto made-in-North America.

Enfrentamos, no obstante, retos muy importantes para materializar esta gran oportunidad histórica. En primer lugar, México no es el único país que tiene características atractivas y con posibilidades para captar una parte de la producción localizada en China. Empresas con operaciones en ese país, tanto de origen chino como de otros lugares, han relocalizado sus centros de producción en países con gran potencial, como Vietnam, Indonesia o Singapur. Incluso China sigue ofreciendo ventajas muy importantes para las cadenas globales de producción localizadas en ese país, con una base de manufactura altamente especializada y uso de tecnologías de punta, una infraestructura de clase mundial y un mercado doméstico muy atractivo por su tamaño y poder adquisitivo.

En otras latitudes, como en Europa, también existen economías que pueden ser favorecidas por el nearshoring, como República Checa, Hungría o Turquía. Incluso países más cercanos a nuestras fronteras, como algunas economías de Centroamérica y el Caribe, pueden ser viables para localizar ciertas operaciones de manufactura de empresas globales.

En segundo término, tenemos todavía asignaturas pendientes para seguir siendo atractivos a la inversión extranjera en diversos sectores industriales, como una mejor conectividad de nuestra infraestructura logística, mayor capacidad en puertos, carreteras y vías férreas, fuentes de energía más limpias, mejoras en telecomunicaciones (ampliación de la conectividad 5G por ejemplo) y, en general, un mayor nivel de innovación en tecnología y manufactura. Esto último nos puede dar importantes ventajas para integrarnos a cadenas de producción de alta tecnología, como los microprocesadores.

Finalmente, pero no menos importante, la seguridad pública resulta un tema de preocupación y que puede frenar de manera importante dichas inversiones o redireccionarlas a otros países.

Así, nuestro país debe tener una política de desarrollo industrial, energética y de infraestructura de un alcance mucho mayor para llevar a nuestro país a ser uno de los principales centros de producción mundial y hacer de la promesa del nearshoring una realidad.


El autor es director nacional de Programas MBA de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Expansión.

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