Tres opiniones en busca de fundamento económico

Artículo publicado en la columna “Glosas Marginales” de Reforma

L. Pirandello publicó en 1925 Seis personajes en Busca de Autor. Con el debido respeto al título de la obra del laureado literato, yo dediqué algunas horas tratando de encontrar sustento para tres opiniones económicas en boga. No tuve mucho éxito. Las opiniones en cuestión se refieren al T-MEC; a los apuros financieros del Gobierno Federal; y, a la reforma propuesta del sistema de pensiones.

El T-MEC, el Senado y el "neoliberalismo"

Un spot televisivo "firmado" por el Senado de la República, dice casi en su inicio que el T- MEC "marcará la ruta del futuro para México". Al respecto, me parece que caben unas cuantas observaciones breves: 1) El T-MEC es la versión modernizada del TLCAN, una pieza clave de la liberación del comercio exterior de México. 2) Sin duda, el tratado  original (1994) constituyó uno de los cambios institucionales más importantes de la economía mexicana en muchas décadas. 3) Ciertamente, influyó en forma muy significativa en la evolución de la economía nacional, pero no la determinó; es obvio que muchos otros factores, muy complejos, contribuyeron a ella. 4) Así pues, con franqueza, dudo que ahora el T-MEC sea el marcador del camino por recorrer de México.

En todo caso, vale notar que el T-MEC es un instrumento de política económica  claramente "neoliberal". Resulta notable que el Senado lo enaltezca, dominado como está por un partido que ha hecho de la crítica del "neoliberalismo" una parte central de su doctrina.

Las penurias fiscales y su remedio

Las finanzas del sector público federal están en un brete, por varias razones, entre las que se incluyen el aumento de la carga financiera; la caída de la actividad económica; el problemón de Pemex; los nuevos compromisos de "gasto social"; la ineficiencia de las inversiones; etc. En total, es previsible que la relación Deuda/PIB termine este año rondando el 60%, unos quince puntos porcentuales más que su nivel de 2019.

De lo anterior, y de la necesidad que algunos perciben de gasto público adicional en renglones como educación, seguridad e infraestructura, se llega al planteamiento de la conveniencia (inevitabilidad, en pareceres extremos) de un aumento próximo de la carga tributaria. No concuerdo con esta línea de argumentación. ¿Por qué? 1) Porque elevar los impuestos en el futuro cercano debilitaría la de por sí endeble recuperación eventual de la producción y del empleo. 2) Porque no es lógico sustraer recursos de los particulares    para usarlos en erogaciones improductivas --como los "apoyos" a Pemex, un monopolio que destruye valor en lugar de crearlo--. 3) Porque el antecedente inmediato de un alza   del peso relativo de los gravámenes no se tradujo, por ejemplo, en mejoría alguna de la inversión pública. (Específicamente, entre 2012 y 2016, los ingresos tributarios crecieron 5.2 puntos porcentuales del PIB).

A mi juicio, el fisco federal necesita, primero que todo, un examen riguroso de la estructura y de la eficiencia del gasto.

Las pensiones y su incidencia

En lo fundamental, la reforma propuesta del sistema de pensiones significa el aumento gradual de un impuesto sobre la nómina. En el corto plazo, ello implica un mayor costo de la mano de obra, y su incidencia caerá, como se dice, sobre las utilidades de la empresa. (De paso, esto favorecerá la adopción de métodos de producción intensivos en capital).  Sin embargo, más adelante, es dable suponer que, a fin de cuentas, serán los  trabajadores los pagadores del alza. ¿Cómo? Lo más probable es que, a pesar de su gradualidad, el impuesto añadido inducirá una reducción del crecimiento de los salarios futuros.

La misma conclusión se deriva de un análisis microeconómico estándar, donde la demanda de trabajo es más flexible (elástica) que la oferta. En español, eso quiere decir que los empleadores tienen mayor capacidad de ajuste que los trabajadores.

Pero, claro, en última instancia, resolver la cuestión es una tarea empírica.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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