¿Se justifica el optimismo para el 2022?

Artículo publicado en la columna Riesgo y Valor del periódico Reforma

La economía mexicana crecerá un 3% en el 2022, o quizás hasta un 4.2% según el FMI. La americana crecerá un 4.1% y hasta 4.9% según el mismo instituto. A pesar de los anteriores pronósticos, ¿están las condiciones presentes para este resultado? Y más importante aún: ¿Es sostenible un escenario optimista más allá del próximo año, o hay también condiciones fuertemente adversas que nublarían un panorama de sólido crecimiento de la economía estadounidense (y con ella, la nuestra, cuya dinámica -en ausencia de inversión pública o privada- dependerá de la recuperación del ingreso doméstico y de las exportaciones a los EEUU)?

En el campo de lo dichoso, la economía americana presenta clarísimas fortalezas estructurales -en lo absoluto y lo relativo- para ofrecer años aún de estelar desempeño. Por un lado, los ahorros de casi 3.5 Bdd pudieran ser al menos parcialmente gastados en bienes de consumo (nacionales y de sus principales socios extranjeros, como México). El efecto riqueza es igualmente portentoso, pues el valor de la bolsa y de la vivienda se han multiplicado desde el 2010 en 3.2x y 1.6x en cada caso en términos reales. Las utilidades corporativas se han multiplicado también por un factor de 1.5x desde el 2010 en términos reales y esto suele ser preludio de mayores inversiones en Capex en años posteriores.

En términos relativos, nadie compara favorablemente vs EEUU en márgenes de utilidad, en innovación y desarrollo científico, en el gasto público desplegado en la crisis -además fue 3x lo que se gastó en 2008-, en el peso que tienen sectores de super-growth como tecnología y salud, en la liquidez de sus mercados (que es entre 4x y 11x mejor que cualquier otro). También destaca su perfil demográfico y las llegadas de capital extranjero a las bolsas (un 84% del total mundial en 2020). Incluso la duda total (375%) es menor que la mayoría de sus contrapartes de la OECD.

El campo opuesto, muchos factores podrían echar por tierra lo anterior: Primero, está el déficit fiscal, que será de la mitad en el 2022 (7% vs 16% en 2021) y el gasto de los hogares podría congelarse por el temor de la inflación. Segundo, el aumento de la inflación y de los precios de los commodities a nivel global ha tumbado el crecimiento de los salarios en términos reales, lo cual abona a la lentitud en el consumo.

Un tercer factor son los cambios estructurales en el mercado laboral -exacerbados por la pandemia- : la tasa de participación ha caído, con menos personas dispuestas a regresar al trabajo y por lo mismo, la tasa de empleos se encuentra en los niveles que tenía hace seis años en EEUU; las habilidades de los trabajadores desempleados se han oxidado durante la pandemia y con menos gente dispuesta a laborar, las empresas enfrentan la más alta tasa de dificultad para encontrar empleados desde hace 30 años y cuando pueden, el gasto en entrenamiento es muy alto. Todo esto abona negativamente para la productividad laboral y con ello, también para la inflación.

Aunado a todo esto, la política monetaria será restrictiva en términos prácticos en 2022, lo cual hace aumentar la prima por riesgo en los activos de inversión, poniendo presión adicional a los precios de acciones y casas, así como a los spreads de bonos, todo esto ya de por si bastante caliente en sus valuaciones.

Por último, hay que recordar que el efecto tan positivo de "catch-up" después del choque Covid en 2021, desaparecerá en 2022, más los riesgos que desde ahora nos persiguen semana a semana, como los eventos del clima, el rompimiento de las burbujas en China y su crackdown regulatorio, más los continuos retrasos causados por las cadenas de suministro estresadas por la pandemia.

En conclusión, el caso bullish para la economía americana -y el derrame favorable que tendrá sobre la nuestra- es muy fácil de armar, pues muchos factores trabajan a su favor, pero a contrapelo de esto, hay filosas espinas en el escenario, tanto internas como externas, que deberán dar a todo pronóstico, un tono muy sobrio.

El autor es Director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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