En febrero 21, Donetsk y Luhansk fueron centro de atención mundial cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, reconoció la independencia de los dos territorios al este de Ucrania. Esta zona fue controlada por separatistas pro-rusos, pero poco después del pronunciamiento las tropas rusas avanzaron de manera decisiva. En menos de un mes, marzo 12, Rusia había atacado 67 pequeñas y grandes ciudades con bombardeos, proyectiles y ataques aéreos. Sin mencionar los ataques a dos plantas nucleares ubicadas en Zaporizhzhia y en el sur de Ucrania, mismas representan un tercio de una fuente de energía del país. Podríamos entender esta ofensiva como un tema meramente geopolítico con consecuencias económicas; después de todo, así solían justificarse las guerras intervencionistas del siglo XX. Nada más alejado de la realidad. A mi juicio, la invasión a Ucrania ilustra por primera vez en la historia del siglo XXI una guerra cuyos arsenales no son balísticos sino económicos.
Para entender la dimensión económica del conflicto, basta hacer un poco de números.
Según ITC y Ukrstast.org, en el 2020 las exportaciones e importaciones de Ucrania representaron el 0.3% del total a nivel mundial, lo que ubica al país en lugar número 48 en términos de comercio mundial. La participación de los productos y servicios rusos y chinos en las importaciones de Ucrania es de 8.4% y 15.48%, respectivamente. En tanto que el crecimiento de las exportaciones ucranianas hacia Rusia y China han crecido 5% en términos anuales. A nivel mundial, Ucrania es líder en exportación de cereales (19.7%), hierro y acero (15.57%), y aceite animal y vegetal comestible (15.57%). Por otro lado, Ucrania importa combustibles minerales (14.36%), maquinara, aparatos mecánicos, reactores nucleares (11.25%), y vehículos y autopartes (10.2%). Los principales mercados con los cuales Ucrania comercia se encuentran en China, Polonia, Rusia, Turquía, Alemania y Estados Unidos.
Como bomba hiperbárica[1], los “misiles” económicos están impactando no solo a las partes en conflicto, sino a todo el mundo de distintas maneras: comercio internacional, cadenas de suministro, mercado de commodities, sistema financiero, energía y sector agroalimentario.
La invasión de Rusia a Ucrania está aislando a Rusia, la décimo primera economía del mundo, y “castigando” a uno de los productores más importantes de commodities para Europa. Al tiempo de que se anuncian más y más sanciones económicas por parte de Occidente, el comercio mundial se ve interrumpido y hasta detenido. Por ejemplo, se han impuesto restricciones a Rusia para limitar el comercio con el resto del mundo y en particular con Europa y EU, lo cual impacta el transporte marítimo, el negocio de buques cargueros, los fletadores, los proveedores de servicios, los operadores portuarios, entre otros. También el turismo sufre; los vuelos rusos han sido prohibidos en el espacio aéreo de EE. UU., Reino Unido, la Unión Europea y Canadá.
Granos, petróleo, gas, aluminio…casi cualquier mercado de commodity está siendo afectado. No es para menos; Rusia es uno de los productores de petróleo más importantes del mundo y tiene una posición relevante en las exportaciones de metales y fertilizantes a nivel mundial. Ucrania, por su parte, es uno de los principales exportadores de trigo. La oferta de estos productos se ha encarecido no solo por las sanciones comerciales, sino también por la disrupción en la cadena de suministro y la destrucción de infraestructura portuaria. Por ejemplo, del 25 de febrero al 7 de marzo el bushel de trigo que se cotiza en el CBOT pasó de $860 a $1,314; ¡un aumento de 52% en tan solo diez días!
Europa, y en particular Alemania, dependen del gas natural que proviene de Rusia para la generación de energía[2]. Si el suministro de gas se ve interrumpido, la economía de la región se verá seriamente afectada; la industria pesada que tanto depende del gas y la electricidad para sus procesos tendrá que reducir su capacidad instalada en tanto que los hogares estarán pagando una tarifa mucho más cara por el suministro de energía para sus hogares o combustible para sus autos.
Algunos bancos rusos, como Sberbank o Vtb, fueron excluidos del sistema de mensajería financiera internacional llamado Swift el cual es utilizado mundialmente para realizar las transacciones bancarias entre países. Ésta fue una de las primeras sanciones implementadas por la Unión Europea. Por si fuera poco, Occidente ha congelado los activos del banco central de Rusia para evitar la utilización de cerca de 630 mil millones de reservas internacionales en dólares. Otras medidas incluyen la suspensión del Banco de Pagos Internacionales para que Rusia deje de usar sus servicios. Todo lo anterior provoca shocks en el mercado de deuda, en el de divisas y entorpece el flujo financiero dentro y fuera de Rusia.
De los sectores que más se han visto afectados por el conflicto son los de agricultura y ganadería. Según el USDA (por sus siglas en inglés) Rusia y Ucrania representan una tercera parte de las exportaciones de trigo, una quinta parte del maíz comercializado y el 80% de la producción de aceite de girasol a nivel mundial. Por si eso fuera poco, la producción de trigo en Canadá -uno de los países líderes en exportación - fue escasa. ¿La consecuencia? Escasez y encarecimiento del grano en países cuya dieta principal se basa en el trigo. Líbano, por ejemplo, importa 50% de su trigo de Ucrania seguido de Libia; Yemen y Bangladesh importan cerca del 21%. Por su importancia geopolítica, China, Egipto y Turquía merecen una mención aparte; su dependencia a la importación del grano es tal que la escasez podría acarrear consecuencias políticas y sociales graves.
Haciendo honor al nombre de esta columna, en la segunda parte se analizará a los ganadores y perdedores de cada “batalla” económica; se hará un balance de lo acontecido durante el primer trimestre del año; y se vislumbrará los retos hacia adelante para los distintos actores económicos.
Solo me resta cerrar esta columna con una reflexión final. Las bombas de vacío fueron prohibidas en la Convención de Ginebra en 1980 por su letalidad e impacto en la población civil; pero estos “misiles” económicos – con su debida comparación – parecieran tener el mismo efecto.
[1] También conocidas como bombas de vacío o bombas de combustible que provocan explosiones de alta temperatura. Cuando explota, el combustible se dispersa en el aire y forma una nube que provoca una onda de choque, la sobrepresión hace que la nube se expanda en todas direcciones.
[2] Según The Economist, más del 50% de la fuente de energía consumida en Austria, Finlandia, Lituania, Eslovaquia, Polonia y Alemania se obtiene del gas natural importado desde Rusia.