El 2018 termina con mucha incertidumbre, tanto por el entorno externo como por el doméstico. Si bien se firmó el tratado de comercio trilateral entre Estados Unidos, Canadá y México (T-MEC), disipando el principal riesgo para la economía nacional, persisten otros riesgos de igual importancia.
A raíz de estos dos riesgos externos, las bolsas accionarias mundiales han experimentado importantes caídas en los últimos meses, no vistas en más de una década. De hecho, dos tercios de los economistas del sector privado de los Estados Unidos sugieren que ese país podría entrar en una recesión económica en un par de años.
Por el lado doméstico, se observan varios riesgos derivados de las políticas económicas propuestas por la nueva administración.
Me preocupan en lo particular las medidas que puedan revertir la reforma energética. Gran parte de la inversión extranjera directa (IED) proviene del sector energético. Además, el mensaje hacia la inversión extranjera en caso de suprimir la reforma sería muy adverso, no solo para ese sector sino para la economía en general. El gobierno entrante ya dio sus primeras señales al respecto al suspender las subastas petroleras y reducir el presupuesto en más del 30% a la Comisión Reguladora de Energía (CRE), así como a la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). Por otro lado, al controlar (subsidiar) de nuevo los precios de las gasolinas se estaría dando marcha atrás a la intención de generar mayor competencia en el sector con la introducción de gasolineras privadas. Una mayor competencia económica siempre propicia menores precios al consumidor final. No hemos observado este beneficio hasta el momento por la falta de infraestructura. Existen más gasolineras en Texas que en todo el país.
En resumen, en 2019 podríamos esperar un menor crecimiento económico y una inflación elevada. El crecimiento decepcionará por la desaceleración global de la economía, principalmente la relacionada con los Estados Unidos, y por las altas tasas de interés que imperan en la economía nacional. De hecho, es probable que Banxico continúe subiendo tasas para mitigar las nuevas presiones inflacionarias. Al elevar las tasas de interés se inhibe la inversión y se encarece el crédito, lo cual contrae a la demanda agregada, es decir, a la economía real.
Por otro lado, se espera que la inflación sea elevada como resultado de los aumentos salariales anunciados y la persistente desvalorización del tipo de cambio. Espero una inflación de alrededor de 4% hacia finales del año, aunque con muchos riesgos al alza. En respuesta a lo anterior, es probable que Banxico suba la tasa de interés en dos ocasiones, llevándola a niveles cercanos al 9%.
¿Qué esperamos del tipo de cambio? Como consecuencia de los riesgos anteriormente mencionados es probable que el tipo de cambio se mantenga en niveles superiores a los 20 pesos por dólar. Creo que el anuncio de la cancelación del NAIM tendrá efectos duraderos y cualquier noticia adversa adicional generará presiones para el tipo de cambio.
Finalmente, será importante analizar la evolución de las finanzas públicas. No solo creo que no se cumplirá el equilibrio fiscal propuesto, sino que es probable que se incremente la deuda pública. Lo anterior por un menor precio del crudo del anticipado, aunado a una economía que tendrá un menor desempeño al estimado en el paquete económico.
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