Ya hemos planteado en esta columna las grandes conclusiones de lo que se escribe sobre China (ver "los Ojos en China" 25 Feb 2020, Grupo Reforma), que es muchísimo cada año. Esto no es sorprendente, pues es la segunda economía por producción en dólares comparables y a más tardar en el año 2026 será la primera. Es la economía número uno desde hace muchos años en cuanto al aporte que da al crecimiento económico mundial, por número de personas y por consumo.
Estas conclusiones -que requieren dos tonos distintos-, a reserva de revisar la referencia citada, son en corto las siguientes: En el primer tono, el país destaca por su impresionante industriosidad, un espectáculo magnánimo en cualquier aspecto. En el segundo tono, el país destaca como ningún otro, por su pobre ética en los negocios y en el trato a las personas, su desmedida conquista de sus objetivos e intereses industriales a costa de lo que sea y por su extravagante cultura que derrama efectos nocivos a terceras partes.
Con esto como telón de fondo, debemos ponderar la inversión en China tomando en cuenta todas las oportunidades y también los riesgos, así como debe de hacerse con cualquier meta de inversión a medio y largo plazo, considerando todas las aristas y sus extensiones, para asegurarnos que los escenarios negativos no se lleven de encuentro a las ganancias esperadas y quedemos al final en bancarrota con nuestra decisión.
En retornos históricos, en dólares para hacer más fácil la comparación, China es una "buena inversión" (entre 5 y 8% anual), más nunca una inversión espectacular -como lo han sido Perú, Dinamarca y el propio EEUU-. Hay períodos en los que queda en 6º o 7º lugar contra éstas antes mencionadas y muy seguido por debajo de Japón, Taiwán, Tailandia, Corea, Australia o Hong Kong. En otras mediciones anteriores -o cruzando- a su incorporación al órgano de comercio mundial (el WTO con siglas en inglés) en 2002, China queda como un país promedio -esto es, tomando el índice Shenzhen 300- o incluso, por debajo del promedio, debido sobre todo a su alta volatilidad e inconsistencia en retornos.
En años recientes, hubo gran algarabía en los mercados en torno a sus empresas tecnológicas y multinacionales como Tencent y Alibaba. Sin duda esas emisoras como muchas otras ofrecieron por una ventana de tiempo una mirada brillante hacia el futuro de China y su presencia en el desarrollo de los mercados mundiales. El crash de este verano no obstante, nos presenta una sombría y más patente realidad: China es inconsistente en sus resultados, en su política económica y, su liderazgo es impredecible.
Pero entonces ¿Que hacer en cuanto a un portafolio diversificado con China? Creo que debe estar presente, por su tamaño y por lo que significa para la economía mundial (pesará cerca del 7% del índice de "todos los países" o ACWI, casi igual que lo que vale Japón), empero, más factores pesan en su contra con lo que sabemos hoy, que los que están a su favor: 1.- La regulación del gobierno de Jinping tiende a más mano dura, especialmente contra los magnates famosos, lo cual traerá consigo menores márgenes y más costo de capital para esas y todas las empresas. 2.- En términos de responsabilidad social (ESG le llaman en inglés) China está reprobado y muy abajo, siendo éste un criterio que el mercado le dará cada vez más peso. 3.- China desacelera en su crecimiento con clara rapidez, convergiendo a tasas promedio muy pronto. 4.- Sorpresas negativas suelen destapar más sorpresas negativas a los mercados, por lo que los riesgos se apilan para los inversionistas. 5.- El gobierno americano está siguiendo una agenda estricta contra China.
Si hay inversiones tan atractivas en acciones en todo el mundo, con considerablemente menores riesgos que las empresas chinas, ¿para que invertir en China? Quizá la razón principal es la diversificación, pero también el poderío de su industria, su capacidad de innovación tecnológica, un consumidor de clase media tech savvy y su rol como hegemon. No podemos vivir sin China, pero si debemos vivir con un poco menos China por lo pronto.
El autor es Director del Think Tank Financiero EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.