El pasado 2 de diciembre dio inicio la 25ª Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Cambio Climático, también conocida como COP25 Chile Madrid 2019 –un nombre curioso para una cumbre presidida por Chile y desarrollada con el apoyo del Gobierno de España, por no haberse podido llevar a cabo en Santiago. La presidenta designada de la Conferencia es Carolina Schmidt, ministra de Medio Ambiente de Chile y la conferencia arrancó con la consigna de que es #TiempoDeActuar.
El propio Gobierno de España decidió acoger la cumbre al considerarla prioritaria y de vital importancia, por su relevancia en el tema de acción climática, tanto para la Unión Europea como para las Naciones Unidas y a nivel global, sobre todo ante la apremiante consigna de tomar acciones para enfrentar el aumento desproporcionado de la temperatura del planeta.
La primera “COP” tuvo lugar en Berlín el 28 de marzo de 1995. Pese a que estas cumbres se celebran de forma anual, las más notables han sido la COP21 de París y la COP3 de Kioto, donde se establecieron límites de incremento a la temperatura promedio del planeta con sus respectivos acuerdos y protocolos. En este foro se decide y (de alguna forma) se implementan las acciones relacionadas con la estrategia global de acción climática, ya que los estados que forman parte “toman las decisiones necesarias para promover la implementación efectiva de la Convención, incluidos los arreglos institucionales y administrativos”, según sus estatutos.
No es la primera vez que la COP cambia de sede. Para la COP17 de Fiyi se tuvo que reconsiderar por problemas logísticos y se llevó a Bonn, y la próxima COP26 de 2020 que, inicialmente debía celabrarse en Brasil, se trasladó a Glasgow tras la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de dicho país, y la subsecuente renuncia del país sudamericano a celebrar la cumbre. Lo interesante de esta situación no es que sea posible repensar donde tengan lugar estas cumbres, sino las razones por las cuales se decide el traslado.
Todos los países del mundo sufren o sufrirán, en mayor o menor medida, los efectos del aumento de la temperatura del planeta, y las acciones que se requieren para mitigar dichos efectos demandan de una acción colectiva y coordinada globalmente. Es duro ver que la agenda de algunos de estos países no solamente no prioriza estos temas, sino que también los demerita, aunque sufran ya los efectos ambientales y sociales resultado de sus propias decisiones del pasado.
Brasil ha vivido recientemente uno de los mayores desastres ambientales de su historia con la quema del Amazonas, el pulmón del planeta, y uno de los centros de mayor diversidad a nivel global. Mientras que Fiyi, que alberga a casi un millón de personas en el centro del Pacífico Sur en 300 islas volcánicas, que son altamente susceptibles a los ciclones e inundaciones.
En esta nueva cita climática, hay tres preguntas ineludibles para entender qué podemos esperar:
La cuestión de fondo es si estamos preparados para afrontar los efectos del cambio climático sin tomar control de nuestras emisiones. Hasta ahora solo hemos visto algunas pruebas de lo que puede pasar si la temperatura aumenta más, pero seguimos sin tener claros los efectos catastróficos que esto pudiera representar. Es tiempo de actuar y empezar a darle la seriedad que se merece a la acción climática.