El banco central de Estados Unidos, la Fed, se estableció en 1913, con el propósito expreso de vigilar y estabilizar el sistema bancario, propenso a las crisis. A juzgar por lo sucedido en la Gran Depresión de los treinta del siglo pasado, y en la Gran Recesión de este siglo, la institución no ha cumplido con dicho cometido en forma, digamos, estelar. En 1977, el Congreso le encomendó la tarea dual de procurar el máximo empleo y la estabilidad de los precios. Tampoco en este doble encargo el desempeño de la Fed ha sido precisamente ejemplar. Las razones de dichas fallas han sido muchas y muy variadas, y su consideración escapa al ámbito de un artículo como este. En lo que sigue, me ocupo sólo de tratar un tema relacionado: la conexión entre cierto tipo de pronósticos y su relevancia para el diseño y la ejecución de una forma de política económica: la monetaria. Empiezo con una breve reflexión, que creo pertinente.
En el plano económico, la gente escucha con atención (casi) reverente a especialistas que ofrecen pronósticos cuantitativos de la inflación; del crecimiento del PIB; del tipo de cambio del dólar; etc., a veces a un admirable nivel de exactitud - -que incluye dos cifras después del punto decimal- -. El interés por lo expresado aumenta si el pronosticador es una institución prominente, por ejemplo, un banco central.
El problema es que, después de todo, los augures son seres humanos falibles, y ninguno puede acertar repetidamente en una fracción decente de los porvenires que predice, ya no digamos en el 100%. Porque lo cierto es que el futuro no sólo es desconocido, es inconocible (Borges dixit).
Aquí va un caso histórico, que debería inclinar a la humildad.
Ben S. Bernanke (BB) es un distinguido economista estadounidense. Ingresó a la Junta (Board) de la Fed en 2002; en 2006 fue nombrado presidente de ésta. Con su guía, en los últimos días de octubre 2007 la Fed publicó un documento revisado, que tituló Resumen de Proyecciones Económicas (Summary of Economic Projections). Contenía las previsiones de los 19 participantes en el Federal Open Market Committee con respecto a cuatro variables clave: el crecimiento del PIB real; la tasa de desempleo; y, dos mediciones de la inflación.
Para suavizar el examen, destacaré sólo el caso de las dos primeras variables mencionadas. El cuadro presenta las Proyecciones (P) y los resultados (R) para los cuatro años que detallaba el Summary.
Como se puede apreciar sin dificultad, las proyecciones fallaron estrepitosamente. ¿Por qué? Porque ocurrió la llamada "Gran Recesión Mundial", que se caracterizó por un desplome del PIB y un aumento extraordinario de la desocupación. Curiosamente, los pronosticadores ya estaban al tanto de la situación difícil del sistema financiero, aunque no de la enorme magnitud de su daño. A la letra, el Summary decía: "... a pesar de la reciente turbulencia en el mercado financiero... las proyecciones de los participantes para el PIB del 2007 cambiaron poco (con respecto a las publicadas en julio) ... sin embargo, (las referentes) a 2008 se revisaron a la baja...". Como quiera, quedaron muy (muy) lejos de la realidad. Las correspondientes al desempleo fueron totalmente desacertadas.
Así pues, una política monetaria que se había diseñado basada en pronósticos económicos erróneos se tuvo que ajustar abruptamente, improvisando, para enfrentar la enorme e imprevista crisis financiera. En el proceso, se cometieron equivocaciones muy graves (i.e., la quiebra de Lehman Brothers).
En total, es prudente reconocer lo obvio: los pronósticos económicos son precarios por naturaleza, y se deben usar con una fuerte dosis de cautela, so pena de sufrir consecuencias prácticas negativas.
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En 2022, BB recibió el Premio Nobel de Economía. Recientemente, fue designado por el Banco de Inglaterra para encabezar una revisión de los (fallidos) pronósticos de inflación de la institución.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.