El presupuesto Base Cero, nos dice McKinsey & Company que “… no es un concepto nuevo. Se introdujo en 1970 [Jimmy Carter lanzó al estrellato este concepto cuando fue Gobernador de Georgia] ... En los últimos cinco años, ha experimentado un renacimiento … Es realmente una nueva forma de trabajar que permite a las empresas enfocar el presupuesto en donde más importa, alineando los recursos disponibles con sus prioridades de negocio, pero también de manera repetible”.
Es una forma de gobernanza que hace que la gestión de costos y la asignación de recursos realmente sean parte del trabajo de todos en lugar de que sea solo el área de finanzas.
Los recursos se “ciclan” en los mismos conceptos … Estudiamos la asignación de recursos de mil 500 empresas durante un período de 20 años, y encontramos que el 90% del monto de recursos disponibles continúan en donde se habían asignado el año anterior. Por lo tanto, solo el 10% se redistribuyó entre unidades de negocios, geografías o marcas”. (Zero-based budgeting revisited: Why this time is different, August 2018, Jan Perkins)
La mecánica para hacer este presupuesto es no basarse en lo que se presupuestó para el año anterior incrementando la inflación. Es -literalmente- empezar de cero y ver cuanto necesito para el siguiente año sin partir de cuanto se gastó el año pasado. De ahí su nombre. Lleva más tiempo, ciertamente, pero se esperaría que se asignaran mejor los recursos. Ojo, no es una herramienta para “bajarle al presupuesto”. Es posible que se gaste menos, más o lo mismo que años anteriores, pero, si el proceso se lleva a cabo correctamente, entonces se esperaría tener una asignación más realista y apegada a las necesidades de quien está presupuestando.
Además, el presupuesto se tiene que alinear a la estrategia de largo plazo de la entidad priorizando conceptos como desarrollar un nuevo mercado, producto, investigación y desarrollo, remodelación, en fin, lo que realmente va a hacer a la entidad no solo sostenible en el tiempo, resolviendo necesidades de los clientes, con lo cual creará empleo, pagará más impuestos y será un ganar-ganar para todos.
Que contraste con la clase política que tenemos -que escogimos, dijo el otro-. Sobra tela de donde cortar: en Nuevo León, el estado se volvió presa de los pleitos palaciegos entre el gobernador y el congreso local (ambos con minúsculas).
A nivel nacional, el presupuesto de los partidos políticos es, para sostenimiento de actividades ordinarias permanentes, $5,936,016,484. Como no es suficiente, piden para Actividades específicas, $178,080,495 y cínicamente para Franquicia postal, $118,720,329 y Franquicia telegráfica, $693,490. El total es de $6,233,510,798. ¿Cuántas “malvadas” empresas mexicanas tienen esos ingresos? MUY POCAS.
Los diputados, que se ufanan de ser serviles para con su patrón, les importa un comino la ley y no pierden ocasión de ser prepotenteeees, aunque no sean abogadaaaas (así, con la tonadita) con quien se atreva a cuestionarlos, presupuestaron -se asignaron- más de Ps$ 1.5 millones. Los senadores, casi Ps$ 2.5 millones, por persona. ¿Qué recibimos a cambio del enorme gasto?
Necesitamos aplicar un presupuesto base cero, empezando desde la política, para ver realmente lo que necesita México, pensando no en términos del gobernante en turno, sino del futuro del país. No seamos como los abuelitos que festejaron el golpe de estado en Cuba cuyos nietos están encarcelados por pedir libertad. Igual que en Venezuela, Nicaragua y demás regímenes totalitarios. No dejemos esa herencia.
Lo mejor para el siguiente año.
Ps. El 30 de diciembre de 1922 se estableció la URSS, madre del comunismo y demás perniciosas derivaciones. Quebró en 1991.
El autor es profesor de Finanzas de EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.