Las palabras son poderosas. Es evidente la influencia que ejerce el lenguaje sobre los pensamientos y la que éstos a su vez producen en nuestra voluntad de acción. Por lo tanto, garantizar IGUALDAD con mayúsculas, debe ser la meta a lograr de todo plan de inclusión; la equidad, aunque a veces se interpreta como sinónimo, constituye en realidad un paso intermedio.
Si tu empresa está avanzando hacia el compromiso de conformar un consejo que asegure y dé seguimiento a la implementación de estrategias de diversidad e inclusión de género, es importante plantear el fin adecuado, definir un “por qué” inspirador para impulsar un proceso de cambio trascendente y completo que se reflejará en beneficios, no sólo al interior de la organización, sino hacia la sociedad misma.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” plantea el artículo primero de la Declaración Universal de Derechos Humanos, promulgado por la ONU y agrega que: “dotados como estamos de razón y conciencia, debemos comportarnos fraternalmente los unos con los otros.” Sin embargo, como decía sabiamente mi profesor favorito de filosofía, describir a los humanos como seres racionales es con frecuencia un piropo que nos queda demasiado grande, así que definirnos como “potencialmente racionales” es más cercano a la realidad y justifica la necesidad de crear los consejos de igualdad, que nos ayuden a reconocer sesgos inconscientes, prejuicios, estereotipos y nos comprometa a responsabilizarnos de nuestras actitudes, a promover y practicar nuevos modelos mentales que se traduzcan en conductas de respeto y no discriminación.
¿Existen prácticas discriminatorias en mi empresa?
Hay que averiguarlo y para ello será necesario preguntar y partir de un diagnóstico:
De esta información surgirán indicadores, que reflejarán posibles obstáculos que enfrentan hombres y mujeres en su desarrollo laboral y revelarán la necesidad de elaborar políticas que hagan el camino más parejo, más equitativo. Estas acciones estarán sujetas a los recursos, a la evaluación de lo que requieren los colaboradores para ser más productivos y dependerán de lo que la empresa esté dispuesta a invertir, de lo que perciba como justo. El concepto de lo equitativo se convierte, en este sentido, en un elemento negociable, en un conjunto de pasos que podrán acercarnos a la deseada igualdad.
Trabajar para garantizar la igualdad significa invertir en la construcción de un ambiente de respeto, que reconoce la dignidad de cada persona. Es partir de cimientos sólidos: es crear espacios que promuevan el florecimiento humano.
Un consejo de igualdad en tu empresa la dignifica, envía un claro mensaje, hacia adentro y afuera, de que allí se valora a las personas y por ello aporta a una cultura de bienestar que se verá traducida en un mejor clima laboral, en el posicionamiento de tu marca como un lugar donde se promueven acciones que nos invitan crecer. Adicional a estos intangibles, los datos muestran que invertir en la igualdad de género, cerrar las brechas y convertirnos en una empresa promotora de diversidad, aumenta hasta un 15% las probabilidades de ganar más que tus competidores y puede reflejarse en un incremento del PIB desde un 26 hasta un 70 %. Impulsar un consejo por la igualdad suma, nos inspira a transformarnos en nuestra mejor versión.
Artículo publicado originalmente en Forbes.