Optimismo trágico

Artículo publicado en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

La información más reciente sobre el comercio exterior de México ha mostrado algunos aspectos positivos que vale la pena destacar - -entre otras razones, porque hay tremendistas de oficio que cada día anuncian el fin del mundo económico- -. (Por cierto, rara vez se toman la molestia de respaldar sus negros augurios con argumentos, o con cifras.)

Por ejemplo, las exportaciones de automóviles crecieron casi 20% en mayo en relación con el mismo mes del año anterior. Desde luego, en otros renglones los datos dan pie a ciertas inquietudes. Así ha sido el panorama desde hace mucho tiempo: mixto, en una palabra.

A lo largo de los veinte años más recientes, el valor de las exportaciones mexicanas de manufacturas se ha más que triplicado (de hecho, se ha multiplicado por un factor de 3.9 veces). ¿Podrían haber sido más dinámicas? Sin duda, pero, como se ha señalado quizás hasta el cansancio: en políticas públicas no se ha hecho la tarea necesaria para lograr mejores resultados. Hay fallas muy graves en detalles como la seguridad física, patrimonial e institucional, y hay carencias en la infraestructura necesaria. Excepto por eso...

En todo caso, en esta nota me ocupo de un rubro en particular que merece atención especial. Me refiero a las importaciones de bienes de capital (maquinaria, herramientas y equipo). Como se puede apreciar en la gráfica, dicha partida cayó durante dos años consecutivos a partir de 2018: sobre todo en 2020, como consecuencia de los efectos negativos de la infame pandemia. (Los porcentajes insertos en la parte superior de cada columna corresponden a la variación con respecto al año previo.)

Dicho lo anterior, es fácil notar que en el trienio posterior se ha registrado una recuperación significativa, al grado de que, en los primeros meses de 2023, la importación aludida fue 26% mayor que cinco años antes.

En el mismo tenor de cosas, INEGI elabora y publica un índice de la Inversión Fija Bruta, que desglosa en sus principales componentes, como maquinaria y equipo (nacional e importado) y construcción. Una ojeada a esa estadística, aunque retrasada, corrobora desde luego lo apuntado antes: lo importado ha sido su parte más dinámica. En contraste, la construcción, específicamente la no residencial, se ha contraído. Tal combinación ha dado como resultado el debilitamiento de la inversión total, que todavía está abajo del "pico" alcanzado en 2018. Si la inversión no se reactiva de veras, el crecimiento sostenido carecerá de base.

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De paso: una aclaración técnica.

A lo largo de muchos años he examinado estudios empíricos sobre los determinantes de las exportaciones manufactureras de México. No creo simplificar sus resultados si digo que sus principales impulsores han sido reales, no monetarios. Eso quiere decir factores como la naturaleza de la política comercial; la producción industrial en Estados Unidos; la productividad relativa; la innovación; y, en mucho menor medida, el tipo de cambio real (i.e., el tipo de cambio nominal, ajustado por diferencias de inflación entre países; en otra ocasión trataré este último tema).
 

El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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