Oligarquía tecnológica, ¿causa o efecto del crecimiento desbalanceado de la sociedad?

Compañías automotrices han reducido su producción, debido a la incapacidad de la industria electrónica de surtir la demanda de chips del sector automotriz. Lo mismo ocurre en la industria de electrodomésticos y celulares

Grandes empresas de la industria automotriz, como Ford, GM, VW (Audi) y Hyunday han tenido que reducir notablemente su producción, debido a la incapacidad de la industria electrónica de surtir la demanda de chips del sector automotriz. Lo mismo ocurre en la industria de electrodomésticos y celulares.

En mayo del 2021 uno de los oleoductos mas grandes de los EEUU, administrado por una empresa localizada en Georgia, que transporta cerca del 45% del combustible desde Texas hasta el noreste fue hackeada por un ataque de ransomware, colapsando la distribución de energía por más de 3 días (El Norte,10.05.21). Este servicio eléctrico depende totalmente de sistemas automatizados de control y, como dicen, la energía hoy en Texas depende de Wall Street, no del viento, ni del petróleo.

En el 2008, durante la crisis inmobiliaria, se vio la notable influencia de la tecnología en la industria de la construcción. Lo mismo ocurrió con la industria financiera que hoy prácticamente está dominada por la banca digital y las “fintech”

En el primer trimestre de 2021, las empresas de servicios gastaron 41,800 millones de dólares en la nube, pero casi el 60% del mercado global de estos servicios se ha concentrado solo en 3 empresas.

Estos casos son algunos ejemplos que muestran la enorme concentración de la riqueza y de poder en unos pocos.

Desde comienzos de la era industrial hasta los últimos años, la tecnología ha tenido grandes discontinuidades, pero se ha centrado en “crecer rápido, rompiendo todo”, lema que parece describir el avance tecnológico en este siglo XXI.

Esto me ha llevado a dos cuestionamientos:

¿si la tecnología ha sido el impulsor de una gran prosperidad para algunos, será también la causante de algunos de los descalabros económicos, sociales, sanitarios, políticos y ambientales más grandes, para toda la humanidad, hoy?

O, ¿si las crisis como la del clima, la pandemia, la gran deuda pública, o la decadencia de la democracia, han hecho que las industrias tecnológicas intervengan y hayan crecido desproporcionadamente creando una especie de “oligarquía” de infinito poder centrado en unos pocos, pero de magnitudes globales?

Son varios los focos que han emergido de oligarquía tecnológica que dominan los sectores clave de la vida moderna, desde el de energía fósil (movilidad), las TICs, el farmacéutico (con la vacuna contra COVID), la ingeniería genética (agricultura transgénica), energías renovables, hasta la innegable influencia tecnológica del relevante sector de la educación.

Pero ¿cómo actuar ante una oligarquía? ¿Aceptando la dependencia tecnológica y su impacto sobre todas nuestras actividades empresariales, políticas y sociales, y seguir esclavos de la demencia digital, de la insanidad farmacéutica, de la contaminación de energías sucias, y del daño ambiental creado por una desenfrenada industrialización?

O, ¿ir en contra de la corriente tecnológica, aislarse y regresar en el tiempo más de 70 años a niveles pretecnológicos, sin tener acceso a la información, procesos, sistemas, equipos, que hoy tenemos actualizados y retornar a los procedimientos manuales y a estilos de vida “sin tecnologías”, lo que implicaría un retraso industrial y social de más de medio siglo para todos?

Pero quizás hay una tercera opción. Hacer un reset total, redefinir las tecnologías que han ido en contra de: principios universales éticos de libertad y privacidad, derechos humanos, regeneración del medio ambiente, democracia, e iniciar un rediseño de las organizaciones, de los gobiernos y de las sociedades, bajo un nuevo régimen, que impida que la esclavitud y el sometimiento al que estamos ahora sometidos continúe y que sirva para que todos crezcamos en forma holística, democrática y equitativa, en contra de agendas de poder dictatoriales y de la riqueza centrada en unos pocos individuos.

El autor es profesor emérito de EGADE Business School.

Artículo originalmente publicado en El Financiero.

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