México, un país de una extraordinaria riqueza cultural, es un lugar donde las raíces ancestrales se entrelazan con el presente de una manera única. Yo recuerdo una niñez donde hasta los nombres de las calles evocaban historia y tradición. En Guadalajara, el vecindario de Ciudad del Sol se determinaba por avenidas como Axayactl o Moctezuma que evocaban a Tlatoanis o Emperadores Aztecas. Caminar por estas calles era como pasear por un museo al aire libre, una experiencia que me sumergía en la historia de mi país. Y aunque puede que esos nombres parezcan difíciles de pronunciar, incluso para propios no se diga para extranjeros, ya eran una versión hispanizada de nombres más complejos que hablaban de un legado, de una historia y de unas raíces que el pueblo mexicano reconoce como propias. Y es que desde el nombre, México proviene del náhuatl Mēxihco, que significa el ombligo de la luna y hace el honor más contundente al originen indígena de esta nación.
Y no solo en la lengua mantenemos ese legado, sino también en el paladar. Ya que este país que alberga más de 67 lenguas indígenas, es reconocido también por los aromas y sabores de su cocina local. La comida mexicana es un universo de sabores y aromas que despiertan los sentidos. Platillos como el mole, las tortillas de maíz y el chile, se convirtieron en compañeros inseparables en mi vida, desde la niñez. Cada bocado era una conexión con siglos de tradición culinaria que habían pasado de generación en generación. La experiencia de compartir un festín con familiares y amigos era una celebración de nuestras raíces, donde cada platillo tenía una historia que contar.
En mi círculo de amigos, que mayormente pertenecían a familias de clase media, nombres como Xochitl, Tlacaelel o Cuauhtémoc no eran los más comunes, pero si se llegaban a escuchar con cierta frecuencia y evocaban una conexión profunda con la historia y la identidad de México. Estos nombre hacían honor a una historia que entraña la cercana conexión de las culturas originarias con la vida occidental que vivimos actualmente. Tlacaelel, autor intelectual de la que se reconoce como la reforma religiosa, ideológica e histórica más importante en la historia de los mexicas. O Xochitl nombre de elección para princesas de la nobleza prehispánica y que significa flor en nahuatl. Cada amigo que llevaba un nombre de raíces indígenas encarnaba, de alguna manera, la resistencia y el orgullo de nuestras culturas originarias y reconocía un legado que no deja de estar presente en México.
Cada rincón, cada nombre, cada aroma o sabor de México es un recordatorio constante de nuestras raíces culturales. Y por eso que me resulta interesante recordarlo como preámbulo de entender la causa de la equidad las comunidades indígenas u originarias que ha tomado relevancia global desde ya hace muchos años.
Para comprender verdaderamente las complejidades de lograr la equidad para los actores indígenas, es primordial sumergirse en su perspectiva única. Los pueblos indígenas en América Latina cuentan con un vínculo inquebrantable con sus tierras ancestrales, una conexión que fue cortada y marcada por la colonización, pero también por siglos posteriores a ella. La confiscación de tierras, la erosión cultural y la pérdida de la autodeterminación son algunas de las cicatrices persistentes. Sin embargo, en el corazón de la búsqueda de la equidad está el imperativo de reconocer esta profunda conexión y amplificar las voces indígenas.
En el corazón de México, numerosas comunidades indígenas todavía forman parte de la rica cultura del país, muchas veces reconocidas en estados emblemáticos como Chiapas y Oaxaca, pero también presentes en los otros 30 estados del país. Estas comunidades siguen atestiguando y afrontando una lucha continua por la equidad dentro de sus propias comunidades, pero también luchando por el reconocimiento de las mayorías mestizas y blancas. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía en México (INEGI), la población indígena en México superaba los 11.8 millones de personas, lo que equivalía al 9.4% de la población total del país. Estas personas representan un crisol de diversos grupos indígenas, cada uno con su propia riqueza cultural e herencia. Y muchos de ellos todavía influenciando la riqueza cultural del país con colores, viandas, léxicos y muchos otros rasgos inalienables de la cultura mexicana.
Las comunidades indígenas poseen un tesoro de conocimientos tradicionales que abarcan una multitud de campos, desde la agricultura sostenible y la conservación de la biodiversidad hasta las complejidades de las prácticas de sanación tradicionales. Reconocer e integrar los sistemas de conocimiento indígena en los procesos de toma de decisiones puede propiciar resultados más equitativos y sostenibles.
A pesar del creciente impulso hacia la equidad, persisten enormes desafíos no solo en la región sino en todo el mundo. La resistencia por parte de gobiernos, corporaciones y poblaciones no indígenas a menudo se interpone en el camino de las comunidades indígenas que buscan reconectar con sus tierras ancestrales. Las políticas gubernamentales que priorizan el desarrollo económico y los intereses corporativos chocan frecuentemente con las demandas indígenas de reconocimiento de derechos de tierras. Esta tensión sigue siendo un testimonio de la lucha continua por la equidad y la justicia, tanto en México como en cualquier otro territorio o país colonizado. En Chiapas, los Acuerdos de San Andrés negociados entre el gobierno mexicano y los Zapatistas hace varias décadas, marcaron un momento crucial en el reconocimiento de la autonomía y los derechos de tierras indígenas. Sin embargo, la plena realización de estos acuerdos sigue siendo un trabajo en progreso, subrayando la batalla continua por la equidad en Chiapas que no alcanza el nivel de Reconocimiento de País que vemos en otras naciones.
El racismo sistémico y la discriminación representan obstáculos adicionales, arrojando sombras sobre el acceso de las comunidades indígenas a la educación, la atención médica y las oportunidades económicas. Abordar el sesgo implícito y desmantelar los estereotipos son pasos cruciales para desmantelar estos sistemas arraigados de opresión. Oaxaca, otro estado mexicano impregnado de herencia indígena, alberga una lucha constante y resiliente por la equidad. Un campo de batalla clave ha sido el ámbito de la educación, donde las comunidades indígenas han abogado apasionadamente por una educación bilingüe que respete sus idiomas y cultura, permitiendo la preservación de sus identidades propias y únicas. Además, iniciativas como el establecimiento de estaciones de radio comunitarias indígenas han empoderado a las comunidades para compartir relatos e historias, celebrar sus culturas y participar en la autodeterminación. Sin embargo, el camino hacia un acceso equitativo a la educación y los recursos sigue siendo esquivo para muchos de estos grupos.
Pero a pesar de tanto reconocimiento de la influencia y raíces originarias en México, no logro poder hablarlo de primera mano, porque no encuentro como tal un verdadera liga de mi propio legado con alguna comunidad indígena. Y en mi búsqueda por entender cómo abordar este tema de primera mano, busqué hablar con Iván Quintana, un joven profesionista con raíces mazahuas que estudió psicología y trabaja para una importante empresa norteamericana de salud animal en México. Quintana compartió su experiencia de fusionar su herencia cultural con su actividad profesional, abordando temas de identidad, desafíos y su compromiso con la diversidad, equidad e inclusión en el ámbito laboral.
Quintana, quien vive en la Ciudad de México, se presenta como el hijo de padres que emigraron desde el Estado de México y se siente fuertemente conectado con la cultura mazahua. Me contó que está en constante reflexión sobre temas de diversidad, particularmente en lo que respecta a los pueblos originarios, el racismo y la desigualdad.
Cuando le pregunté cómo se siente al representar a su comunidad en una empresa global, Quintana reconoció que, aunque comparte raíces culturales con su comunidad, su experiencia personal se ha alejado de sus orígenes debido a la migración de sus padres. El lamenta que algunas tradiciones y dialectos de su cultura no le fueron transmitidos. No obstante, está tomando conciencia de su herencia cultural y está comprometido en reconectar con sus raíces.
Quintana también me habló de los desafíos y oportunidades que ha encontrado al integrar su herencia cultural con su trabajo. Destacó que, aunque las oportunidades son iguales para todos, la mentalidad y las expectativas pueden variar según la formación familiar. Iván mencionó el estereotipo al que a veces se enfrenta y cómo, con el tiempo, ha aprendido a evitar hablar de sus orígenes para evitar prejuicios.
Me contó que está trabajando activamente en la promoción de la diversidad y la inclusión en la empresa para la que trabaja,. Forma parte del comité de diversidad de la empresa y se esfuerza por llevar temas relacionados con la cultura originaria a la mesa de conversación. Reconoce la importancia de la educación y la concienciación como primeros pasos hacia la promoción de la diversidad.
Quintana compartió también algunos consejos para otros jóvenes originarios que aspiran a trabajar en entornos corporativos globales. Destacó la importancia de la mentoría y el aprendizaje de personas con más experiencia. También enfatizó la necesidad de mantener y valorar las raíces culturales como base para transmitirlas con orgullo.
Para mí, la experiencia de Quintana ilustra los desafíos y oportunidades que enfrentan los jóvenes originarios al ingresar a entornos corporativos. Su historia refleja la importancia de mantener una conexión con las raíces culturales y el compromiso con la promoción de la diversidad y la inclusión en el trabajo. También lamentablemente deja entrever cómo los prejuicios y la discriminación siguen siendo temas por abordar en muchas instancias.
En mi búsqueda por entender y abordar la diversidad y la equidad en México, he encontrado que mí nación es un crisol de culturas y tradiciones, un lugar donde el pasado se entrelaza con el presente de una manera única e inseparable. A medida que reflexiono sobre mis raíces, reconozco la importancia de escuchar y amplificar las voces de las comunidades indígenas, cuya conexión con la tierra y la herencia cultural sigue siendo fundamental. Y cada que me adentro más, me siento más orgulloso de ser mexicano.
En mi conversación he aprendido que la historia personal de cada individuo es única, y la conexión con las raíces culturales puede variar. A pesar de los desafíos que ha enfrentado al integrar su herencia cultural con su vida laboral, Iván demuestra un profundo compromiso con la diversidad y la inclusión en el ámbito corporativo. Su historia nos enseña que la promoción de la diversidad y la inclusión no solo es esencial, sino que también es una oportunidad para enriquecer nuestra sociedad y nuestras empresas.
El autor es profesor de Finanzas en EGADE Business School e Instructor de Finanzas Sostenibles en Harvard DCE.
Artículo publicado originalmente en ReVista: Harvard Review of Latin America.