El último tramo de 2024 se despidió con algunos nubarrones económicos en el horizonte, sobre todo para los socios comerciales de Estados Unidos. Donald Trump amagó con imponer aranceles de 25% a México y Canadá si estos países no hacen más por controlar la seguridad fronteriza, y de un 10% adicional a las importaciones de origen chino. El presidente electo también advirtió sobre futuros incrementos arancelarios a la Unión Europea si no compra más gas y petróleo estadounidense. En respuesta a estas amenazas, sus socios se abren a negociar al tiempo que preparan posibles represalias, sopesando las potenciales pérdidas en una especie de déjà vudonde la retórica de las guerras comerciales y el proteccionismo económico vuelven a marcar el ritmo de las relaciones internacionales.
Ahora los ojos del mundo están atentos al 20 de enero, día en que Trump asumirá su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos y empezará a poner en marcha su agenda America First. Sin embargo, la incertidumbre no se disipará de un día para el otro y todos los escenarios deben considerarse, especialmente para México, desde posibles interrupciones comerciales hasta una dura revisión del TMEC antes de 2026, afectando a distintas industrias y sectores económicos a ambos lados de la frontera. Así, no se descarta una nueva escalada arancelaria con sus socios o incluso una guerra comercial a mayor escala.
Además del riesgo inflacionario que suponen este tipo de medidas para las economías domésticas, éstas podrían agravar la fragmentación comercial entre los países y, en el peor de los casos, causar una recesión global, como indica el Fondo Monetario Internacional (FMI), provocando una disminución del 7% en la producción económica mundial a largo plazo. Es interesante contrastar el impacto que han tenido las restricciones comerciales en el pasado. Por ejemplo, un estudio publicado por la organización Council of Foreign Relations confirma que el daño económico causado por los aranceles que impuso Trump a China en su anterior administración fue “amplio, significativo y contraproducente” para Estados Unidos.
Y en América Latina, ¿qué cabe esperar? Sin duda, una profundización del proteccionismo afectaría de forma distinta a los países de la región, los cuales dependen ampliamente de sus exportaciones a Estados Unidos y China (42% y 15%, respectivamente). A nivel intrarregional, existen grandes disparidades en los flujos: mientras que México y Centroamérica están muy enfocados en el mercado estadounidense, países como Chile y Perú dependen en gran medida de su comercio con China.
En un interesante artículo publicado por el Banco de España en 2023, se analiza el grado de exposición que tendría América Latina al riesgo de fragmentación geopolítica del comercio global. Los autores usan un modelo basado en el comercio de bienes que evalúa el impacto en cada país de la región en función de dos casos hipotéticos: si se cortan los lazos comerciales con Estados Unidos o con China. Por ejemplo, si México dejara de comerciar con Estados Unidos, sus exportaciones totales se reducirían en un 60%, viéndose ligeramente compensadas por la demanda de terceros países. En cambio, en Sudamérica, las mayores pérdidas se experimentarían si se dejara de comerciar con China, con la excepción de Colombia y Ecuador. Una ruptura comercial en uno u otro sentido, condicionada por las políticas de la Casa Blanca, podría ser complejo para las economías latinoamericanas.
Independientemente del grado de exposición que tengan los países al bloque comercial “occidental” o al “oriental”, está claro que los países que más pueden sufrir son aquellos más abiertos al comercio internacional. En este sentido, México es un caso paradigmático: más del 80% de las exportaciones no petroleras tienen como destino Estados Unidos. La imposición de aranceles puede restar competitividad a la economía mexicana, perjudicar a la integración de las cadenas de suministro y obligar al país a una costosa diversificación para vender a otros países.
Sin embargo, algunas luces alumbran este panorama sombrío. Recordemos que México tuvo la oportunidad en 2023 de superar a China como primer socio comercial de Estados Unidos, en parte, gracias a la guerra comercial que Trump desató. Para sortear los aranceles, muchas empresas trasladaron su producción al país, impulsando el llamado nearshoring. Esto significa que una guerra comercial con China puede beneficiar a México, o, dicho de otro modo, que Trump necesita a su socio del sur para seguir reduciendo su déficit comercial.
Es probable que, con el fin de reducir la influencia económica de China en Estados Unidos sin afectar directamente al crecimiento económico, Trump se enfoque en algunas industrias o medidas concretas, como modificar las llamadas normas de origen –los porcentajes mínimos de componentes y materias primas provenientes de proveedores norteamericanos—. O que las amenazas arancelarias tengan sólo por fin presionar a sus socios en políticas concretas. Ante cualquiera de estos escenarios, México y América Latina necesitan prepararse para tomar medidas y negociar en un nuevo año marcado por la incertidumbre económica y una retórica agresiva.
El autor es decano de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.
Artículo publicado originalmente en Forbes México.