Los efectos dañinos de la inflación

Artículo publicado originalmente en la columna Valor y Riesgo del periódico Reforma

¿Que sabemos sobre la inflación? Mucho, más no suficiente. Es un fenómeno complejo, con efectos dañinos cuando crece arriba de 2-3% anual. Inflaciones de tres dígitos (México en los 80´s, Venezuela en los 2000´s, Francia en el siglo 18) son muy raras; suelen presentarse por un crecimiento muy rápido de la oferta de dinero, en un esfuerzo por financiar el gasto de un gobierno con poca disciplina fiscal y por ella, la demanda sobrepasa por mucho a la oferta, lo que genera espirales de precios y salarios. En esta pandemia, algo similar -aunque proporcionalmente de menor envergadura- desató la inflación global.

Después de casi 40 años de ausencia, pensar que sabemos cómo lidiar con la inflación es una ilusión y el daño sobre los activos físicos y financieros puede ser muy grande. La última vez que el mundo vio inflaciones de esta naturaleza no habíamos siquiera oído hablar de Steve Jobs y escuchábamos la música en tocadiscos.

El día de hoy, el mundo enfrenta los efectos ya no transitorios de tres fuerzas muy poderosas: La invasión rusa a Ukrania, una crisis del costo de vida disparada por la pandemia lo que a su vez causó la interrupción de las cadenas de suministro y, una fuerte desaceleración en China. Las proyecciones del Fondo Monetario (FMI) marcan una desaceleración mundial en 2023 y un 40% de los países del mundo registrando contracciones del PIB durante 2022 y 2023. Es en parte esta sub-oferta crónica lo que ha abierto la brecha de inflación.

Cuando estos fenómenos ocurren simultáneamente, la presión en los precios de la energía, los materiales básicos, la comida y el transporte desatan efectos secundarios como los aumentos en las tasas de interés, los préstamos, las hipotecas, el ahogo del gasto de los hogares y las caídas en el valor de las inversiones (especialmente aquéllas cuyos ganancias ocurren muy a futuro, como las tecnológicas o los activos que no pueden indexarse fácil como las rentas de oficinas o comercios), además del efecto repentino del sobreendeudamiento de empresas y gobiernos, cuyos costos de servicio de la deuda se vuelven un pesado fardo. El 2023 se sentirá recesivo sin duda, aunque no cayera la economía oficialmente en una.

En la microestructura del fenómeno, esta demanda alimentada por la ayuda de los gobiernos durante el Covid, se combinó con una tasa de participación laboral muy baja derivada de fenómenos de comportamiento humano (el sentir de los jóvenes, la apatía de los maduros) y una productividad laboral también en receso. Esta última, combinada con muy bajo desempleo (muchos puestos laborales y muy pocos aplicantes) presiona los precios, en un fenómeno que no se resuelve pronto pues alimentan otros más, como la escasez de casas, el aumento de la renta, etc.

Si a esto sumamos los problemas de oferta como la carencia de energía, chips y materiales, se produce un cocktail que no tiene rápida solución: En décadas recientes, tomó 10 años en promedio bajar la inflación de arriba de 5% a 2% en diversos países del globo y quizás ahora ocurra igual. Los períodos de los años 20´s, las décadas de los 30´s hasta 1950 y después, desde los 60´s hasta 1982 y luego incluso del 2000 al 2009, imperaron tasas de inflación que no fueron transitorias sino permanentes por más de 10 años.

En un grave error de lectura, Powell subestimó la inflación en 2020. Los mercados lo hicieron también, aún lo hacen y lo más seguro, según el registro histórico, es que lo seguirán haciendo (hay ilusorias esperanzas en que "ya acabe el tormento" y puedan volver a invertir en bolsa, cada que se da un pequeño respiro en la data). Esto solo alarga la espera, pues los rallys son malos para la inflación.

Si esto fuera así, nos espera un largo período de ajuste a la nueva realidad, un régimen en el que todo activo pierde, pero algunos pierden menos. Debemos reaprender a invertir y a pedir prestado, regresar a la planeación corta, sin abandonar la larga. Debemos ser cautos en el gasto y muy sabios para escoger los proyectos buenos. Debemos cambiar el "chip mental" para hacer estrategia, no deberíamos quedar igual que antes, ya no estamos en esa etapa, esta es una etapa nueva.

El autor es profesor y director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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