La semana pasada aventuré en estas páginas un juicio escueto sobre el presidente de la Junta del Fed: "J. Powell (dije) no es precisamente P. Volcker". El apunte se refería al legendario Paul Volcker (PV), quien encabezó el banco central de Estados Unidos de 1979 a 1987. Para aclarar el comentario, conviene remontarse un poco a la historia económica.
La inflación empezó a subir claramente en la segunda mitad de los sesenta, como consecuencia de una expansión monetaria asociada, como siempre, con un desequilibrio fiscal. Lyndon Johnson no hizo mayor cosa por reducirla; al contrario, el gasto bélico (Vietnam) y su Gran Sociedad (gasto social) se traducían en déficits presupuestales. Richard Nixon llegó al extremo de establecer controles de precios para tratar de controlar el fenómeno, pero los abandonó por (consabidamente) infructuosos; de paso, se ocupó de presionar al maleable presidente del Fed, Arthur Burns, para aflojar la política monetaria con propósitos electorales. Así las cosas, la inflación llegó a 14.6% en abril de 1980. En ese año, James Carter estaba en la Casa Blanca y PV en el Fed. Frente a la crisis, Carter dejó que PV se abocara a resolverla, a su discreción. El siguiente presidente, Ronald Reagan, adoptó la misma actitud anti-inflacionaria.
PV ensayó un par de formas de atacar el problema, pero, a final de cuentas, la Junta se decidió por un aumento extraordinario de la tasa de interés de referencia del Fed (Fed Funds). Para apreciar el cambio, basta señalar que la tasa en cuestión era 5.5% en 1977 (en promedio anual) pero llegó a 16.4% en 1981 (de hecho, rebasó el 20% en julio de ese año). (La gráfica presenta la trayectoria de Fed Funds de 1954 a 2022.)
¿Cuál fue el resultado de la política volckeriana? El previsible por la teoría: la inflación descendió abruptamente, situándose cerca de 2% en 1983 y en 1% en 1986. Es cierto, desde luego, que la inflación repuntó en los años siguientes a los mencionados, pero eso es otra historia.
Me parece que lo reseñado desacredita los comentarios frecuentes de "analistas" que, descuidadamente, califican como "histórico" lo que ha estado sucediendo en fechas recientes. No, Jerome Powell no es precisamente Paul Volcker.
Por supuesto, no ignoro que a la política volckeriana se ha atribuido la recesión ocurrida entre julio 1981 y noviembre 1982. Tal argumento recibió una respuesta lógica y persuasiva: la recesión fue la consecuencia inevitable de la corrección de las distorsiones, reales y financieras creadas por la inflación. Hoy día, se antoja como predicción.
En 2018, PV (en colaboración con Christine Harper) publicó un libro que tituló Keeping at It, The Quest for Sound Money and Good Government. Se trata de una crónica ejemplar de algo que es muy fácil olvidar: el diseño de la política monetaria debe tener una base científica, pero su ejecución es un asunto de realpolitik: cómo hacer viable lo deseable.
Del texto aludido me permito extraer dos citas, de incuestionable actualidad: 1.- "Antes, como ahora, no podríamos escapar del hecho de que la estabilidad de los precios es responsabilidad última de la Reserva Federal - -a mi juicio, de todos los bancos centrales- -". 2.- "Muy a menudo la restricción monetaria - -nunca popular- - ha sido demorada demasiado tiempo". Más pertinente, imposible.
Una fuente muy respetable dice (sic): "La inflación es la pérdida gradual del poder adquisitivo, reflejado en un aumento amplio de los precios de bienes y servicios". Con todo respeto, una definición mucho más apropiada es la siguiente: "La inflación es un aumento generalizado, significativo y persistente de los precios de los bienes y servicios, que causa una reducción del poder adquisitivo de la moneda". El orden de la secuencia importa.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.