La suma de todos los miedos

Artículo publicado originalmente en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

La semana pasada se caracterizó por una intensa volatilidad en los mercados financieros. Después de la tormenta, muchos analistas dijeron que el fenómeno ocurrió como consecuencia de varios factores. La suma de ellos se tradujo en una acentuación de temores sobre el futuro.

En el corto plazo, el detonador de la inestabilidad consistió en el aumento de la tasa de interés por parte del Banco de Japón, apenas por segunda ocasión desde 2007. Cambió entonces la rentabilidad de ciertas operaciones financieras conocidas como carry-trade -que consisten en pedir prestado en yenes tasas de interés bajas, para invertir en activos denominados en otras monedas, con mayor rendimiento-. Se alteraron por tanto los flujos de capitales entre países. De paso, ello resultó en un impacto negativo inicial sobre el peso mexicano.

Con una perspectiva de mayor amplitud, parece que el elemento más significativo entre los causantes de la turbulencia fue la publicación de indicadores que sugirieron un debilitamiento de la economía estadounidense.

Entre ellos, sobresalió un aumento de la tasa de desempleo en julio (4.3%), lo que prolongó una tendencia ascendente. La gráfica ilustra lo sucedido.



El episodio ha propiciado interpretaciones muy variadas. En lo que sigue, aventuro una síntesis de las dos que me parecen extremas:

  1. Regreso a "lo normal": Según este enfoque, lo que pasa es sólo una cierta "normalización" del mercado de trabajo, el cual había estado muy "apretado" después de recuperarse de la pandemia. Hay que recordar que se acepta convencionalmente que, para todo fin práctiCO, una tasa de desempleo de alrededor de 4% es "pleno empleo". Al mismo tiempo, se destaca como factor positivo la robustez de las utilidades de las empresas y las oportunidades de crecimiento vinculadas a la Inteligencia Artificial. Finalmente, este punto de vista enfatiza el persistente vigor del sector de servicios, lo que pone de manifiesto la fortaleza de la demanda, en especial del gasto de los consumidores.
  2. "Al filo del agua" (perdón, Agustín Yáñez). Según la visión opuesta, lo sucedido es el preámbulo de una recesión. Ello se advierte, con esta óptica, cuando al indicador citado se le agregan otras estadísticas laborales menos favorables. Por ejemplo, en julio, la nómina (payroll) creció en sólo 114,000 personas (Bureau of Labor Statistics). Dicho nú mero fue el segundo más bajo en más de tres años y, además, resultó inferior las expectativas.


Este enfoque atribuye la desaceleración de la actividad económica a la política monetaria restrictiva iniciada por el Fed allá por la primavera de 2022.

El banco central, se dice, ha demorado demasiado tiempo la reducción de su tasa de interés, esperando una confirmación del control de la inflación.

Las opiniones anteriores son, por supuesto, apenas un par de trazos polares de una realidad extremadamente compleja y de un porvenir insondable. Específicamente, es imposible pensar en lo que viene sin considerar al menos las consecuencias potenciales de dos eventos políticos inciertos: las elecciones en Estados Unidos y los conflictos bélicos en Gaza en Ucrania. Por un lado, es obvio que el curso de la economia será distinto dependiendo de qué partido, el Demócrata o el Republicano, domine el escenario.

Por el otro, no es descartable una extensión de la guerra entre Israel y sus vecinos, lo que se traduciría en un aumento de la percepción de riesgo.

¿Quién puede, con seriedad, prefigurar el futuro?


El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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