La sombra de lo que fue el Foro Económico Mundial

Quizá es tiempo de dejar de lado los foros y conferencias mundiales y comenzar a trabajar y obtener resultados

El Foro Económico Mundial de Davos ha comenzado con una agenda ambiciosa, pero sin la acostumbrada lista de celebridades que solían poner en el pedestal las discusiones de la agenda. No se había celebrado desde hace un par de años, pero tampoco se esperan los sobresaltos de la última vez, cuando se daban cita personalidades como Donald Trump y Greta Thunberg que, si bien no tomaban el piso en la misma pelotera, tenían alineadas a sus respectivas bancadas de opinión sobre el cambio climático.

La activista hablaba de una casa en llamas que tenemos que salvar, pero también refería a una agenda política con un discurso vacío, lleno de retórica, pero con poco nivel de acción. Mucho ruido y pocas nueces: han pasado los años y no se ha avanzado tanto. A decir de algunos críticos del foro –otrora asiduos participantes— ya comienza a rayar en lo ridículo la incongruencia de que los “ejecutivos vuelen a Suiza en aviones privados y luego se comprometen a plantar millones de árboles como compensación de carbono”, como indica una fuente de The Guardian.

Este año la agenda del Foro Económico Mundial incluye, comprensiblemente, temas como la recuperación tras la pandemia, el embate al cambio climático, la construcción de un mejor futuro para el trabajo o la aceleración del capitalismo inclusivo, entre otros. Sin embargo, la cumbre tiene lugar en un momento de inestabilidad política global que amenaza con prolongar una guerra con el potencial de convertirse catastrófica, con el trasfondo de amenazas económicas como la elevada inflación –aunque se descarta una inminente recesión–.

En un año normal se solía decir que el objetivo de Davos era reunir a los principales líderes globales para debatir sobre los problemas mundiales más urgentes y buscar soluciones. Este año, muchos de estos líderes brillan por su ausencia, si bien los problemas siguen siendo los mismos. La cumbre se celebra bajo el lema “Trabajar juntos para restaurar la confianza”, una propuesta interesante cuando vemos que justo es la confianza en las instituciones lo que comienza a flaquear en un contexto ávido de problemas, pero escaso de soluciones y voluntad política. 

Mucho ha cambiado desde la última vez que las élites del mundo se reunieron en Davos para discutir el futuro de la humanidad en 2020. Lo que no ha cambiado es el avance del calentamiento global, que vuelve cada vez más urgente el llamado a la acción y una respuesta que no termina de materializarse. Seguimos debatiendo sobre las mismas cosas, más lo que se ha acumulado en estos 28 meses: no habíamos terminado de discutir sobre qué hacer con el calentamiento global cuando nos alcanzó la pandemia; si bien ahí si tratamos de hacer algo, no tardaron mucho en golpear la crisis inflacionaria y las ambiciones bélicas de Rusia. Y esto solamente en 28 meses, porque para cuando volvamos a reparar, quizá la lista sea mucho más larga.

Establecido en 1971, Foro Económico Mundial de Davos cumple ya muchos años de buscar ser el espacio donde se discuten temas relevantes para la humanidad. Con tantos años de historia, parece que lo que hace falta no es discusión, sino acción. Nuestro mundo cambiante no va a parar para que nos organicemos. Tenemos que buscar acciones reales y comenzar a implementarlas. Quizá es tiempo de dejar de lado los foros y conferencias mundiales y comenzar a trabajar y obtener resultados. Tenemos que actuar de inmediato y no dejar que nos llegue el agua al cuello.

El autor es profesor de Finanzas en EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Alto Nivel.

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