La seducción de futurear

"El problema - - dice Irene Vallejo - - es que la mayoría de las veces el futuro resulta ser un gran estafador que se beneficia de un prestigio desproporcionado". (El Futuro Recordado, p. 71). La frase es muy buena, aunque admite la duda sobre el porqué de la estafa.

Literatura aparte, desde siempre y en todos lados, los políticos ofrecen como norma un porvenir mejor y para ello, en una sociedad democrática, piden a la ciudadanía que les otorgue el poder.

El futuro económico imaginado

Sea como fuere, ya estamos casi a la mitad del 2023 y, por ahora, el futuro parece un tanto tacaño en cosas buenas. Por ejemplo, la encuesta trimestral entre "pronosticadores profesionales", que levanta el Philly Fed, en su edición del pasado mes de mayo, presenta algunos datos de relevancia. Específicamente, los augures referidos suponen que el PIB real de Estados Unidos crecerá 1.3% este año, pero sólo 1.0% en 2024. En lo que toca a la inflación (Core Personal Consumption Expenditures, CPCE), los números correspondientes son 3.7% y 2.3%. El primer aspecto induce a la inquietud, mientras que el segundo presta base a un optimismo cauteloso.

El crecimiento dudoso

En cuanto al crecimiento del PIB, en los primeros días de mayo The Conference Board publicó un reporte cercano a lo sombrío. Según sus economistas, la economía crecerá sólo 0.7% este año y apenas 0.4% en 2024. Esto "estará asociado" a la postura restrictiva del Fed frente a la persistencia de la inflación, a las secuelas de la crisis bancaria y a las tendencias recientes del consumo y de la inversión privada. El Board concluyó que ello llevará a una recesión.

Los "pronósticos" citados coinciden en la dirección de lo venidero, pero no en su cuantía. Como quiera, hay razones suficientes para considerar lo señalado como advertencias no desechables. (Entrecomillo la palabra "pronósticos" porque recuerdo al respecto una sentencia de Borges: "El futuro no sólo es desconocido; es inconocible". La cito de memoria y, a diferencia de su ficticio Funes, olvidé en dónde la leí).

La inflación reacia

En agosto de 2022, el presidente Biden logró la aprobación de una ley que llamó con modestia Inflation Reduction Act. En septiembre de ese año, la inflación anual (CPI) se situó en 8.2%. En realidad, aparte de topar los precios de ciertos bienes, la ley en cuestión no era realmente un programa antinflacionario. La reducción de la inflación observada desde entonces ha sido resultado más bien de la relativa normalización de la oferta y de los primeros efectos de la reducción de la laxitud monetaria. (Ambos procesos, a nivel mundial, o casi).

La cuestión es que todavía en abril de este año, la inflación general (CPI) se ubicó en casi 5%, que no es precisamente la definición de estabilidad. Más relevante que dicho número, fue la cifra correspondiente a la inflación calculada sin considerar los precios de los alimentos y de la energía, 5.5%. Y, más significativa todavía, fue la inflación registrada en los servicios, 6.8% (excluyendo energía). Esto último sugiere claramente la existencia de presiones de demanda interna. En consecuencia, se ha extendido la idea de que el Fed aumentará su tasa de interés objetivo probablemente dos veces más, en junio y julio.

¿Y en México?

Me ocupé de lo anterior por el hecho, sabido de sobra, de que lo que pasa al norte del Bravo es clave para la economía de México. En lo que sigue me refiero, sólo como ilustración, a un aspecto de ello: la trayectoria similar de la producción industrial en ambos países. Para el caso, va una gráfica que usé hace poco, pero la reiteración no sobra. (Gráfica)

Según Banxico, el PIB crecerá 2.3% este año y 1.6% el próximo (los números del FMI son 1.8% y 1.6%, respectivamente).

Power play

La "crisis de la deuda" pública federal en Estados Unidos se ha sorteado, pero no se ha resuelto. El tema seguirá vigente por una razón elemental: no es un asunto puramente económico, como todo lo referente a las finanzas públicas, es una pugna inacabable por el poder político. Sé que lo dicho es una obviedad, pero parece ausente en muchos análisis recientes.


El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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