La reforma fiscal deseable, urgente e ineludible

Artículo publicado originalmente en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

Con la proximidad del fin del sexenio se han multiplicado las sugerencias (más bien, exigencias) de que el próximo gobierno efectúe una "reforma fiscal", que califican (sic) como "deseable, urgente e ineludible".

Me permito disentir de tal idea, a pesar de que la sostienen algunos expertos de respetable prestigio - -y también muchos comentaristas- -. En lo que sigue, presento unas cuantas de mis objeciones.

  1. Para empezar, la "reforma fiscal" que se plantea no es otra cosa que un aumento de impuestos. Sin embargo, es obvio que antes de considerar un incremento de la carga tributaria sobre la población, lo verdaderamente "deseable, urgente e ineludible" es reducir la gruesa ineficiencia y la incongruente obscuridad que caracterizan al gasto gubernamental. Los ejemplos de ello sobran, y abundar en lo palpable sería desperdiciar este espacio. ¿Será de veras necesario recordar el caso de una refinería peculiar que costará cerca del triple de lo presupuestado originalmente?

    Cuando el gobierno absorbe recursos del resto de la economía, y los emplea mal, literalmente, está destruyendo valor económico. De paso, vale notar que el gasto público federal creció 2.5 puntos porcentuales del PIB entre 2018 y 2023, sin que en dicho tiempo haya mejorado el funcionamiento del Estado en el cumplimiento de sus tareas elementales - -como garantizar la seguridad interna, por mencionar la primordial- -.
     
  2. Es verdad, desde luego, que "los compromisos fiscales del gobierno federal han aumentado", sobre todo los relacionados con los llamados "gastos sociales". Esto no se hubiera traducido en un problema financiero potencial si se hubiera respetado lo dispuesto por el Art. 18 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, que a la letra dice: "A toda propuesta de aumento o creación de gasto del proyecto de Presupuesto de Egresos, deberá agregarse la correspondiente iniciativa de ingreso distinta al financiamiento o compensarse con reducciones en otras previsiones de gasto". Por cierto, sería más que conveniente que, quienes aspiran a la presidencia de la república, se atuvieran al sentido de dicha norma al presentar sus generosas promesas de erogaciones adicionales.
     
  3. Para sustentar la propuesta de un alza de impuestos se utiliza como argumento - -desde hace mucho tiempo- - una comparación de la recaudación tributaria de México (como porcentaje del PIB), y la de los países miembros de la OECD. De ello se desprende: a) que el porcentaje mexicano (17%) es apenas la mitad del promedio del conjunto (34%); y, b) que, en conclusión, "debe aumentar".

El problema es que dicha conclusión no se sigue lógicamente de los números aludidos. ¿Por qué? Por dos razones: a) la economía de México no es del tamaño promedio de las economías que integran la OECD; así pues, la comparación no es muy relevante; y, b) la diferencia en los porcentajes citados no tiene, de por sí, valor normativo: la eficacia y la transparencia del gasto público en México no es igual que (digamos) a la de Japón; entonces, ¿por qué habrían de ser iguales las cargas tributarias que sufren los respectivos habitantes?

El argumento anterior se refina a menudo, y se limita a una comparación entre México y otros países de América Latina, más o menos similares. Y, de nuevo, se llega a la conclusión de que la tributación es muy baja en nuestro país. Las cifras "dicen" que se recauda proporcionalmente más no sólo en Brasil y en Colombia, sino también en Nicaragua y en Honduras. No obstante, hay que notar de inmediato que ninguna de las economías mencionadas es precisamente ejemplo de dinamismo económico, ni de una distribución del ingreso menos desigual. En otras palabras, más impuestos no se traducen necesariamente en desarrollo económico o en justicia social (cualquier cosa que esto último signifique).

4.- La retórica de la reforma propuesta típicamente plantea gravar más a "los ricos". Sin embargo, lo cierto es que los impuestos a la riqueza han probado ser poco eficaces como instrumento recaudador. Además, en la práctica, terminan incidiendo sólo en la clase media.

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En fin, antes de perpetrar una "reforma fiscal" no debidamente sustentada, pienso que es necesaria una verdadera reforma... del debate correspondiente.

 

El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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