Con la proximidad del fin del sexenio se han multiplicado las sugerencias (más bien, exigencias) de que el próximo gobierno efectúe una "reforma fiscal", que califican (sic) como "deseable, urgente e ineludible".
Me permito disentir de tal idea, a pesar de que la sostienen algunos expertos de respetable prestigio - -y también muchos comentaristas- -. En lo que sigue, presento unas cuantas de mis objeciones.
El problema es que dicha conclusión no se sigue lógicamente de los números aludidos. ¿Por qué? Por dos razones: a) la economía de México no es del tamaño promedio de las economías que integran la OECD; así pues, la comparación no es muy relevante; y, b) la diferencia en los porcentajes citados no tiene, de por sí, valor normativo: la eficacia y la transparencia del gasto público en México no es igual que (digamos) a la de Japón; entonces, ¿por qué habrían de ser iguales las cargas tributarias que sufren los respectivos habitantes?
El argumento anterior se refina a menudo, y se limita a una comparación entre México y otros países de América Latina, más o menos similares. Y, de nuevo, se llega a la conclusión de que la tributación es muy baja en nuestro país. Las cifras "dicen" que se recauda proporcionalmente más no sólo en Brasil y en Colombia, sino también en Nicaragua y en Honduras. No obstante, hay que notar de inmediato que ninguna de las economías mencionadas es precisamente ejemplo de dinamismo económico, ni de una distribución del ingreso menos desigual. En otras palabras, más impuestos no se traducen necesariamente en desarrollo económico o en justicia social (cualquier cosa que esto último signifique).
4.- La retórica de la reforma propuesta típicamente plantea gravar más a "los ricos". Sin embargo, lo cierto es que los impuestos a la riqueza han probado ser poco eficaces como instrumento recaudador. Además, en la práctica, terminan incidiendo sólo en la clase media.
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En fin, antes de perpetrar una "reforma fiscal" no debidamente sustentada, pienso que es necesaria una verdadera reforma... del debate correspondiente.
El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.