La pena de un mexi-gringo

México se salvó de la esclavitud, pero no de la servidumbre, la desigualdad socioeconómica y la discriminación racial

Toda mi vida me he autodenominado con orgullo “mexi-gringo”: hijo de la patria de Benito Juárez –fuente de una formidable riqueza cultural, artística, étnica y biológica—, por vía materna; y del país de Abraham Lincoln –legado de un enorme dinamismo intelectual y emprendedor—, por vía paterna.

En estos momentos mi país materno y mi país paterno me entristecen. Abraham Lincoln buscaba los “mejores ángeles de nuestra naturaleza” mientras Benito Juárez proclamaba que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Pero hoy, en ambos países están surgiendo los peores ángeles de nuestra naturaleza y la falta de respeto al derecho ajeno.

Esto no es nuevo. El año pasado se cumplió el 400º aniversario de la importación del primer esclavo al territorio de los futuros Estados Unidos de América. James Madison, padre fundador, lo llamó “el pecado original del comercio en esclavos”. Thomas Jefferson, autor de la Declaración de Independencia –él mismo dueño de esclavos— escribió: “Tiemblo por mi país cuando reflexiono que Dios es justo”. Meses antes de ser asesinado, Abraham Lincoln dijo en su segundo discurso inaugural: “Si Dios quiere que continúe hasta que toda la riqueza acumulada en 250 años de trabajo esclavo sea destruida […] deberá decirse todavía 'los juicios del Señor son verdaderos y justos’”.

México se salvó de la esclavitud, pero no de la servidumbre, la desigualdad socioeconómica y la discriminación racial. Investigadores del CIDE encontraron que las características biológicas definidas como raza, más que las características socioculturales definidas por etnicidad, influyen en el bienestar de los mexicanos. Hallaron que la diferencia entre el tono de piel más claro y el más oscuro se asocia con una caída del 51.5% en el bienestar material. En América Latina, solo Ecuador y Trinidad y Tobago tienen un peor desempeño al de México en este parámetro, según el Barómetro de las Américas, y solo Bolivia, Ecuador y Uruguay tienen mayor disparidad en años de educación. Por otra parte, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CCEY) halló que los infantes nacidos en el quintil más pobre de la sociedad tienen solo un 3% de probabilidad de llegar al quintil más rico. La situación es aún peor para las mujeres y la población del sureste del país.

COVID-19 ha puesto una enorme lupa en las desigualdades de ambas sociedades. El virus tiene mayor afectación en minorías y comunidades de bajos ingresos, donde es más difícil practicar el distanciamiento social y la naturaleza del trabajo no permite el trabajo remoto. En EE. UU. la tasa de mortalidad entre afroamericanos es 2.4 veces superior a la de los blancos. Los Centers for Disease Control atribuyen esta diferencia a condiciones habitacionales, laborales y de salubridad subyacentes. Esto nos ayuda a entender la frustración de las minorías en este país.

No he encontrado datos comparables en México, pero probablemente la situación sea similar. Quienes no pueden teletrabajar son más vulnerables a perder su trabajo o enfermarse. Un documento de trabajo del CEEY indica que solo entre 20 y 23% de los trabajos en México se prestan al trabajo a distancia. La distribución de estos trabajos varía entre regiones (se concentran en el centro y norte del país) y por decil de ingresos (se concentran en los deciles de mayores ingresos).

Espero que estemos redescubriendo los mejores ángeles de nuestra naturaleza. Mientras que Trump se dedica a amenazar, toda la atención se centra en la violencia. Sin embargo, en muchas partes del país, los jefes de las policías municipales se están uniendo a los manifestantes hincándose en memoria de George Floyd. El jefe de policía de Houston ofreció escoltar su cuerpo cuando sea regresado a su ciudad para su funeral. El Obispo Anglicano y el Arzobispo Católico de Washington DC se unieron para denunciar la bajeza del presidente de usar sitios religiosos para tomarse la foto. No obstante, EE. UU. es un país que históricamente sabe encontrar el norte, aun cuando se extravía.

Afortunadamente, México no sufre los extremos de racismo abierto de EE. UU. Pese a su distanciamiento, el sector privado y el gobierno de López Obrador tienen un objetivo común. Como lo ha expresado Carlos Salazar: “que nadie se quede por detrás”; o como lo expresó López Obrador: “Nada ni nadie puede valer más que el bienestar y la felicidad del pueblo”. Ambos desean una sociedad justa y sostenible para sus nietos. ¿Puede esta coincidencia en objetivos ser el punto de partida para un acuerdo?  El problema no es un desacuerdo en cuanto a fines, sino es en cuanto a los medios, lo cual se presta a negociación.

Publicado originalmente en Dinero en Imagen.

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