El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó esta semana la cifra del PIB el cual mostró una caída anual de 0.1 por ciento anual. Al interior, destaca la fuerte desaceleración del sector industrial el cual se contrajo en 1.8 por ciento anual. En contraste, el sector primario aumentó dos por ciento y el sector servicios se expandió 0.5 por ciento anual. Es importante recalcar que el sector primario es el menos relevante para la actividad económica ya que solamente representa el cinco por ciento del total. Por otro lado, el sector industrial es el motor de crecimiento al generar 30 por ciento de los empleos totales del país y al tener un efecto multiplicador en el sector terciario.
Dentro del sector industrial destaca la fuerte caída en el sector de la minería, que incluye el petróleo, y de la construcción. La producción de petróleo se contrajo 5.1 por ciento anual mientras que la construcción cayo cinco por ciento. En contraste, el sector manufacturero (el más importante del país) creció 0.2 por ciento. Cabe resaltar que el último trimestre del año dicho sector se redujo en 1.7 por ciento. Y los datos más recientes de enero de la AMIA y de la balanza comercial sugieren que dicha tendencia negativa persiste.
Si analizamos los componentes de la demanda agregada se observa que la desaceleración económica proviene principalmente de la fuerte contracción de la inversión, tanto pública como privada. Por un lado, la inversión privada se mantiene estancada por la incertidumbre generada por algunas políticas públicas, las elevadas tasas de interés y retraso de su ejecución esperando la ratificación del T-MEC en los Estados Unidos. La inversión pública, por otro lado, cayó fuertemente debido a recortes en el presupuesto a este rubro y un subejercicio a lo largo del año. Asimismo, el gasto de gobierno decreció por el recorte en el gasto público. El consumo privado creció, pero a tasas moderadas y las exportaciones netas fue el único componente que creció a tasas importantes.
Para este año el panorama no es nada alentador. La inversión parece que continuará deprimida, si bien se espera cierta recuperación en el sector manufacturero, por la ratificación del T-MEC. La inversión está siendo perjudicada por falta de certidumbre por algunas políticas del gobierno federal. Será importante monitorear la postura del gobierno federal sobre el sector energético ya que, si se le da reversa a la reforma energética, podríamos ver una todavía más fuerte reversión en la inversión privada.
Por otro lado, las exportaciones manufactureras, sobre todo automotrices, están cayendo desde octubre de 2019. Lo anterior debido a la desaceleración de la industria de EUA. Recordemos que las exportaciones netas fue el componente de la demanda agregada más dinámico en 2019 y aún así la economía se contrajo. Este año es probable que la economía de EUA se desacelere por el coronavirus que está mermando la actividad económica y de China y por ende las importaciones manufactureras estadounidenses. Recordemos que la industria manufacturera mexicana está muy integrada con la de EUA.
Así, sin cambio de discurso más amigable para el libre mercado y con un entorno externo más complicado para las exportaciones nacionales, espero un crecimiento este año de 0.5 por ciento anual (el consenso de los analistas espera un por ciento de crecimiento). No nos sorprenda que terminemos el año igual o peor que en 2019. Lo más preocupante es que no existen estrategias gubernamentales para reactivar a la inversión y por ende a la economía nacional. Qué lejos está el dos por ciento que tanto nos quejábamos anteriormente. Podríamos experimentar el sexenio con el menor crecimiento en la época moderna del país.
Publicado originalmente en El Financiero.