La crónica de una muerte anunciada

La desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación implicaría cancelar la oportunidad de contar con datos, evidencias y conocimiento que enriquecen el debate público

Con la aprobación en comisiones de la erogación de la Ley General del Servicio Profesional de Carrera, el futuro del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) es incierto, y es probable que esta semana se decida su futuro. En la misma Ley referida, se establece la existencia de un ente que supervise y evalúe al sistema educativo, pero en todo caso dependiente de la Secretaría de Educación Pública.

Creado en 2002 durante el sexenio de Vicente Fox, el INEE tomó particular importancia con la Reforma Educativa de 2013, pues no sólo se le encomendó evaluar al sistema educativo del país, sino que se le dotó de autonomía, misma que muy probablemente estaría desapareciendo, y con ello los criterios de evaluación de los profesores estarían sujetos a los criterios de la política pública gubernamental. Asimismo, el papel del INEE también consiste en señalar en qué se puede mejorar dentro del sistema educativo, no sólo en materia de evaluación docente.

El INEE evalúa no sólo a los profesores, también si estos tienen las condiciones materiales, los recursos didácticos, los apoyos necesarios para hacer su trabajo y, desde luego, la evaluación de los estudiantes para así mejorar el sistema educativo.

Dentro de las áreas de mejora, una de las más importantes es acercarse a las comunidades escolares para hablar con los padres sobre la relevancia de las evaluaciones a sus hijos, y es allí donde quiero centrar el tema de esta participación.

Durante esta semana tuve la suerte de platicar con uno de los Consejeros del INEE, quien apesadumbrado me platicaba lo difícil que ha sido todo y de los retos que en educación estamos enfrentando.

Desde su punto de vista, con los cambios que se han estado proponiendo, menciona que dentro del presupuesto para educación básica, precisamente no se incluye a los niños y jóvenes que no pueden estudiar por condiciones de extrema pobreza, de entre 3 a 17 años, que son cerca de 4.8 millones, y que para ellos nunca ha habido nada.

Asimismo, al Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) se le está acortando su presupuesto de 2,409 millones de pesos a 2,107 mdp este 2019, cuando el Instituto atiende a los más pobres dentro de los pobres. Otro dato es que al Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), que está a cargo de las escuelas comunitarias (guarderías, primarias, secundarias, etc.), también se le ha bajado el presupuesto de 5,128 millones de pesos a 4,782 mdp, siendo que el CONAFE tiene a 120,000 personas a su cargo en las actividades en las distintas comunidades.

El Conalep, que ha sido un motor en la educación profesional técnica y fuente de desarrollo para muchos jóvenes durante décadas, también vio recortado su presupuesto un 12%.

Cuando le preguntaba al Consejero en cuestión su punto de vista sobre cómo estamos respecto a las capacidades indispensables que se deberían estar enseñando a los alumnos, y precisamente, dónde se debería trabajar más con los maestros, él me contestó: “a los políticos siempre les gusta hacer algo bueno, grande y rápido”, y se notaba su frustración por medidas que no son populistas y toman mucho tiempo para cambiar en lo que se refiere a la educación. Le volví a preguntar, cuáles son las habilidades básicas donde nuestros profesores tendrían que ser re-educados, entrenados y fortalecidos para apoyar a la educación de los jóvenes, y me enumeraba, entre otras, las siguientes:

a) Habilidades de análisis – matemáticas

b) Habilidades de comunicación

c) Lenguajes – idioma inglés

d) Temas de valores – integridad y ética

Él aplaudía la forma como se está enalteciendo y reconociendo al magisterio, “esto es un acierto sin duda, pero es necesario el establecimiento de centros de formación de directores y líderes en las comunidades educativas, para elevar el nivel educativo de nuestros educadores; el establecimiento de un centro de innovación educativa que motive e incentive a los maestros para que experimenten en proyectos educativos, y que sean escalables a nivel país; es indispensable apoyarles a que adquieran la cultura necesaria, que viajen, que se preparen, que lean, que sean verdaderamente ejemplares como sus comunidades lo necesitan; que tengan pensamiento crítico, trabajo colaborativo, que sean innovadores, que tengan curiosidad intelectual, que dominen las tecnologías de la información, que tengan altos estándares éticos, y que sean activos y reconocidos por su responsabilidad social en las sociedades a las que se dirigen”. En efecto, solamente si los profesores son un ejemplo, los alumnos podrán desarrollar estas capacidades también.

Ya para terminar, le preguntaba el reto educativo en el que estamos: “Monumental sin duda”, respondió. “Nadie está haciendo su tarea y los que se convierten en víctimas son los jóvenes. Ante un escenario donde los padres de familia han abandonado su responsabilidad básica, ya sea por un tema de subsistencia (donde ambos trabajan) o de complacencia (donde no quieren enfrentarse a sus hijos), se le confía todo y se le exige todo a la escuela. Mientras la educación más inmediata se le deja a la televisión para que ‘Laura en América’ sea su referente de comportamiento ético, o Facebook ‘como la voz autorizada’, o la misma música, donde se cosifica a la mujer y se normaliza la violencia del narco como un referente, ahora todo se perdió”. “La generación anterior tuvo a la religión, en algunos casos (si la escuela no era laica), como referente del desarrollo de valores sociales: la solidaridad, el compromiso, el respecto, y la generosidad. Pero ¿hoy en día? ¿Quién les enseña la tolerancia? ¿La puntualidad? ¿Quién les enseña a comunicarse?  En vez de que los profesores se apoyen con los medios tecnológicos, que serían un enorme detonador, actualmente compiten; y una clase donde el profesor prohíba el celular, se le ve como retrógrado. Ni qué pensar de que salga con temas de civismo, es anticuado… esos son los valores y las habilidades que realmente me preocupa que tengan los maestros, para que los transmitan a los alumnos”, comentó el consejero.

¿Qué profesor en la actualidad puede dar una clase de ética sin que sus alumnos se burlen o simplemente se duerman, deserten o se ausenten virtualmente con sus celulares? Ése es el tejido social con el que contamos.

Creo personalmente que la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación implicaría cancelar la oportunidad de contar con datos, evidencias y conocimiento que enriquecen el debate público y permiten conducir la política educativa con base en información de calidad, lo cual resulta especialmente importante ante el complejo contexto de cambio que nos espera.

Publicado originalmente en El Semanario.

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