Allá por 2010, se presentó en el Senado una iniciativa para modificar la Ley del Banco de México. La propuesta consistía en agregar a los objetivos del Banco la promoción del crecimiento económico. El planteamiento no prosperó, y los objetivos siguieron siendo la estabilidad de los precios (prioritario), la salud del sistema financiero y el buen funcionamiento del sistema de pagos.
El proyecto mencionado revivió hace poco en la Cámara de Diputados, con algunos añadidos preocupantes. En lo sustantivo, la nueva iniciativa plantea que el Banco estimule el crecimiento y combata la pobreza mediante el otorgamiento de crédito al sector público, con base en la emisión de dinero. ¿Crédito para qué? Para "los Proyectos Estratégicos del Plan Nacional de Desarrollo y otros que el Poder Ejecutivo establezca".
En otras palabras, se pretende darle al Gobierno una amplia capacidad adicional de gasto, financiado con la creación de dinero. La idea no es original: es una fórmula que ha sido usada por los gobernantes, en todas partes, desde hace siglos. Su resultado es siempre el mismo: la producción y el empleo crecen en el corto plazo, pero su efecto estimulante se agota, y lo único que queda es un alza de los precios. Esto último, como se sabe, perjudica en particular a los pobres.
Lo descrito en el párrafo previo es una conclusión ubicable en cualquier libro de macroeconomía No sólo como derivación lógica de la teoría aceptada, sino también como una de las regularidades empíricas más probadas en la historia económica. La penosa experiencia mexicana al respecto es abrumadora la "docena trágica" es su ejemplo más reciente.
Para sustentar la iniciativa mencionada y sus versiones anteriores, se recurre al hecho de que el banco central de Estados Unidos tiene un objetivo triple: máximo empleo sostenible, precios estables y tasas de interés de largo plazo moderadas. (El tercer objetivo es redundante: cuando los precios son estables, las tasas de interés nominales son típicamente bajas). ¿Por qué entonces —se cuestiona— Banxico tiene como objetivo prioritario sólo la estabilidad de los precios?
La explicación es relevante: la economía de Estados Unidos es altamente desarrollada, y la preocupación de las autoridades financieras es la existencia de altibajos en la producción y en el empleo. Las políticas fiscal y monetaria se utilizan para moderar tales fluctuaciones: se "aflojan" cuando la actividad económica se desacelera, o se contrae; y se "aprietan" cuando la economía se "calienta" y crece la inflación. Así pues, la política económica trata de ser anti-cíclica, influyendo sobre la demanda más gasto público y crédito más barato cuando hay recesión; lo contrario, cuando hay inflación. (Lo irónico del caso es que, muy a menudo, la politica económica errática es la causa de los vaivenes).
El caso mexicano es distinto. El problema central aquí es cómo aumentar y mantener la tasa de crecimiento económico. El quid de la cuestión consiste en elevar la capacidad productiva sostenidamente. Frente a este reto, emitir dinero no es la respuesta. Si lo fuera, no habría en el mundo economías estancadas y pobres: todo lo que habría que hacer para salir de la parálisis y de la miseria sería establecer un banco central armado con una imprenta (en la modernidad, equipado con una computadora). A pesar de su falta de lógica, se trata de una noción popular.
El asunto del desarrollo es más complejo. Consiste en un proceso que depende básicamente de factores reales: la disponibilidad de capital (físico y humano); el nivel de la tecnología; y, la naturaleza de las instituciones. México exhibe carencias graves de los tres elementos.
Por último, cabe señalar que es inexacta la afirmación de que, el ceñirse a su objetivo de controlar la inflación, ha obligado a Banxico "a mantener una política monetaria restrictiva". Sólo hay que viajar cerca en el pasado para mostrar que no ha sido así. Frente al impacto negativo de la Gran Recesión Mundial de 2008, Banxico bajó abruptamente su tasa de interés nominal de referencia, de forma tal que llegó a ser negativa en términos reales —es decir, descontada la inflación, como se ilustra en forma gruesa en la gráfica—. La intención era, obviamente, estimular la recuperación económica.
Ojalá que la iniciativa que comento sea prudentemente desatendida
*Por Everardo Elizondo, profesor de Economía EGADE Business School.
Publicado originalmente en Reforma-El Norte.