Guía económica para extraviados (1)

Artículo publicado en la columna Glosas Marginales del periódico Reforma

Biden contra la inflación, otra vez

El presidente J. Biden (JB) presentó el día 10 de mayo un largo discurso contra la inflación. La mitad de lo que expuso consistió en una crítica de las propuestas económicas de los republicanos. La otra mitad la dedicó al problema de veras.

Según JB, las causas de la inflación son, en orden, el Covid-19 y las dislocaciones de oferta consecuentes; la guerra de Putin y la escasez de petróleo y de granos; y, la ambición de las empresas, que no se conforman con "utilidades razonables" y elevan los precios. Dos de las tres, dijo, son de origen externo y son las principales, además, están fuera del control de Estados Unidos. Con ello, JB cayó en una confusión estándar: la inflación es un alza generalizada y persistente de los precios, no consiste en el encarecimiento relativo de tal o cual producto, sea petróleo o maíz. 

JB aceptó que el trabajo del Fed es controlar la inflación, pero omitió mencionar la responsabilidad del banco central en la generación del problema. Lo cierto es que el Fed abatió artificialmente y por demasiado tiempo la tasa de interés y, en sincronía, inyectó al sistema financiero una liquidez sin precedente. Sin ello como historial, la inflación en curso es inexplicable. "La inflación es siempre, y en todas partes, un fenómeno monetario", según el juicio inapelable de Milton Friedman. 

¿Qué propuso JB en concreto? Una colección de medidas tendientes a ampliar la oferta: usar las reservas estratégicas de petróleo; mejorar los puertos; apoyar a la inversión en energías renovables; estimular la competencia; etc. Todo ello es muy positivo, desde luego, aun si no existiera la inflación. Pero eso es otra historia. 

En el curso de su exposición, el presidente no resistió tres tentaciones políticas típicas de un gobierno que enfrenta un alza de precios amplia, significativa y recurrente: a) culpó a la administración anterior del exceso de gasto público; b) planteó la conveniencia de que Medicare "negocie" con las empresas farmacéuticas el precio de las medicinas; y, c) demandó que los ricos y las grandes corporaciones paguen su parte "justa" de los impuestos. 

Como el énfasis se pone en los síntomas, habrá inflación para un rato largo y malo.

La corrupción y la Profeco, otra vez 

Un grupo de distribuidores de gasolina del Estado de México declararon ser extorsionados por inspectores ("verificadores") de la Profeco, con motivo de supuestas alteraciones de los programas que operan las bombas surtidoras del combustible. En lugar de abocarse al asunto, Profeco contestó, sin sorpresa, que los afectados deben acudir a denunciar los hechos ante las autoridades competentes: la SFP y la FGR. Esto lleva al problema clásico: “Quién vigila a los vigilantes?”.

El incidente es un ejemplo perfecto de corrupción en el Gobierno: el uso del poder público para beneficio privado. Su explicación es sencilla: cada regulación burocrática establece las condiciones (los incentivos) para la comisión de un acto potencial de corrupción; esto es, para la colusión entre el regulador y el regulado. 

Si los servidores públicos fueran ángeles (James Madison) la corrupción no ocurriría. Como no es así, la Profeco reconoció la posibilidad del caso de "un mal servidor público", y apeló a la eventual función punitiva de la policía. 

Sin embargo, la verdadera solución radica en algo muy distinto: el poder de la competencia. Más gasolineras, muchas más; más información, mucha más, de forma tal que, si un distribuidor específico defrauda a los compradores, se quede sin clientes. El mejor “verificador” posible es el mercado. 

La tendencia actual es la contraria. La reducción de los permisos de importación, y el disfrazado control de precios, constituyen intervenciones gubernamentales que entorpecen la competencia y, a fin de cuentas, perjudican al público. 

Como el énfasis se pone en los síntomas, habrá corrupción para un rato largo y malo.
 
El autor es profesor de Economía de EGADE, Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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