Greenwashing (“eco-blanqueo” o “lavado verde”) se refiere a la práctica de hacer aparecer algún producto -o toda la empresa- como “verde”, ecológico o respetuoso del medio ambiente, sin serlo.
La práctica va desde simplemente cambiar los colores del empaque, agregarle al nombre del producto “eco” hasta llegar a implicar que su consumo, casi de la noche a la mañana, resulta benéfico para el medio ambiente.
¿Es por moda ecológica? No podemos hablar de “moda” ecológica. Es clara la necesidad (¿obligación?) de volverse amigable con el medio ambiente, aunque no faltan los escépticos que lo niegan (desafortunadamente no hay manera de que se convenzan). Por más romántico que suene, solo tenemos esta tierra como hogar para nosotros y nuestra descendencia.
Sin embargo, “los inversionistas”, esos seres que parecieran etéreos, casi mitológicos exigen a las empresas que, además, cumplan con tres conceptos: lo relativo al Medio ambiente, lo Social y la Gobernanza (ASG en español o ESG: Environmental, Social and Governance en inglés). Recordemos que quienes mueven el pandero en los mercados financieros son los inversionistas institucionales -en particular las AFORES del mundo-, es decir que somos todos quienes tenemos AFORE: Ud. y yo.
En un artículo de Bloomberg, en su correo Green Daily, titulado Cuatro maneras de detectar el greenwashing, de acuerdo con la Unión Europea (UE), menciona que en “… una investigación, la UE encontró que más de la mitad de las aseveraciones ecológicas que analizó eran vagas, engañosas o infundadas. También encontró que los consumidores tenían un bajo nivel de confianza en que las empresas estén diciendo la verdad”.
Hay que precisar que no hay una definición legal de greenwashing (inclusive menciona que “hay grupos interesados en que se siga así”). Estos son los conceptos que levantan bandera amarilla (sino es que roja):
“Neutro con el medio ambiente”, “Carbono neutral”, “Compensado 100% el CO2″ suena muy bien, ¿verdad? Sin embargo, la implicación pudiera ser que la empresa no está reduciendo sus emisiones por sí misma, sino que está recurriendo a las compensaciones por las que se paga para remover CO2 en algún otro lugar del mundo, por ejemplo, plantando árboles. Esta práctica, aunque suena bien, todavía no está todavía bien regulada ni auditada.
“¡Lo más verde que puedas comprar!”. Va en línea con la idea de que de la noche a la mañana es lo mejor para el medio ambiente, pero, como bien apunta el artículo: ¿Cómo? ¿Por cuánto? ¿Según quién? Desafortunadamente se convierte en marketing barato.
“Reducción del 50% para el año 2030″. Sarcásticamente, el artículo hace notar que “el año 2030 seguramente será un año mágico: compañías y países se han comprometido a reducciones sustanciales para fines de esta década”. Pero la UE señala que esas afirmaciones “son espectaculares al no indicar algún año de referencia”, somos base la de medición.
Plástico “biodegradable”, “compostable”, “de base biológica”. La UE constató que “biodegradable” y “compostable” son afirmaciones confusas que son usadas indistinta e incorrectamente. Los plásticos “biodegradables” están diseñados para descomponerse al final de su vida útil en oxígeno, agua, biomasa y sales minerales. Los plásticos “compostables” se descomponen en instalaciones especiales de composta -en instalaciones industriales-, pero en los tiraderos de basura que no tengan oxígeno -land fills- ningún tipo de plástico se descompone bien. La UE busca más precisión. Mucho por hacer.
Ps. ¿Festejar la reinauguración de la línea 12 de la CDMX donde murieron 26 personas? Los políticos caen tan bajo que, -según ellos y ellas- “aprovechan” cualquier oportunidad para jalar reflectores, aun a costa del sufrimiento de la gente. Equivalen a ser reyes y reinas del greenwashing. Del barato.
El autor es profesor de Finanzas de EGADE Business School.
Publicado originalmente en El Financiero.