Vuelve a la palestra este tema de hace ¡25 años! Comentemos sin el malvado tufo político (pleonasmo). La contabilidad de un banco es distinta de la de las empresas: no hay “ventas”, “costo de ventas” ni “utilidad bruta”. Lo que hay son intereses cobrados e intereses pagados. La diferencia es el margen financiero.
Otro concepto importante son las provisiones preventivas. “México fue de los primeros países en implementar Basilea III, nombrado por la ciudad en donde se encuentra el Bank of International Settlements …” El mismo nombre lo indica claramente: en forma preventiva, se califica la cartera para tomar una cierta pérdida inclusive antes de que se presente. Los demás conceptos de resultados son similares a las empresas.
En el balance, el activo está principalmente integrado por la cartera crediticia: créditos otorgados a los clientes que se clasifican en tarjeta de crédito, ABCD, hipotecario, etc. para personas físicas y la cartera comercial para personas morales.
Del lado del pasivo, está la captación (los bancos son los únicos que pueden captar, esperemos no entremos en tontas frivolidades como “democratizar” la captación) además de deuda colocada en los mercados financieros. Con esos recursos se fondean los créditos otorgados.
El “secreto” de una buena administración bancaria, es considerar a los créditos otorgados como una cartera activa y a la captación y emisiones de deuda como una cartera pasiva: mientras se mantenga el margen financiero generado entre ambas carteras, no importa -en principio- si las tasas suben o bajan, lo que es conocido como inmunización.
Sin embargo, de no haber regulación, alguna institución pudiera fondear su activo total, casi sin que tuviera que aportar capital. Aquí es donde también entra la regulación de Basilea requiriendo una capitalización mínima.
El problema viene cuando los acreditados no pagan. Si fuera por una mala colocación de crédito, sería un tema de alguna institución. El problema es cuando es tema sistémico: nadie paga, no porque no quieran sino porque hubiera altas tasas de interés y recesión, por ejemplo, ocasionando el efecto tequila. Se hizo viral un chiste: la mala noticia para un banco fue que le dieron en pago 2,500 automóviles porque ya no los podían pagar los clientes. La buena noticia es que también le dieron en pago 2,500 casas, así que tenía lugar en donde estacionarlos.
Cuando -toco madera- eso sucede, la banca se queda con unos activos que por un lado no valen nada y que por otro no generan ingresos por intereses. Para eso se creó el FOBAPROA que cambió a IPAB.
La Ley de Protección al Ahorro Bancario, publicada en enero de 1999, dice que “… tiene por objeto establecer un sistema de protección al ahorro bancario en favor de las personas …” El artículo 11 indica: “El Instituto pagará el saldo de las obligaciones garantizadas … hasta por una cantidad equivalente a cuatrocientas mil unidades de inversión por persona, física o moral”. Apoya a los depositantes, no a los dueños ni empleados bancarios. Algunos de los que en su momento malvadamente arengaban que no había que pagar a los bancos exacerbando el problema, ahora son diputados, senadores, y demás ralea.
Los recursos del IPAB provienen de una prima sobre la captación de cada banco, como cualquier seguro. Sin embargo, cuando se vuelve un tema sistémico hay que resolverlo porque si la sangre de la economía es el dinero, el sistema linfático son las instituciones crediticias.
Ps. Niños soldados y huérfanos en carretera: En África están saliendo de esa aberración. Aquí deberían estar jugando, pero es la realidad Mexicana a la que malvadamente se llegó por el voto.
El autor es profesor de Finanzas de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.