¿Es insalvable la brecha energética entre México y Estados Unidos?

México está dejando pasar una oportunidad de oro a pesar de su enorme potencial en renovables. ¿Se apuesta por el pasado o se invierte en el futuro?

La brecha energética se hace cada vez más evidente entre México y Estados Unidos. Mientras que este último sigue progresando en su transición a fuentes de energía sostenibles, México muestra un ritmo más lento. Esta divergencia plantea preguntas cruciales sobre el futuro energético de ambas naciones y su impacto en la economía y el medioambiente.

Datos recientes evidencian este paisaje contrastante. Según las estimaciones de la Economist Intelligence Unit, Estados Unidos avanza rápidamente hacia un futuro energético más verde, reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles y aumentando su inversión en energías limpias. Por su parte, México está dejando pasar una oportunidad de oro a pesar de su enorme potencial en renovables.

En 2021, el 62.6% de la energía de Estados Unidos provenía de fuentes fósiles. Para 2032 se espera que ese número haya disminuido a 52.5%. Las proyecciones de México para 2032 auguran una dependencia de las energías fósiles del 70.8%. Asimismo, los datos revelan una tendencia alentadora en Estados Unidos con respecto a la energía eólica y solar que, juntas, se espera que representen casi un 25% de la matriz energética para 2032, mientras que en México la proyección es de 16.5%, aunque haya crecimiento en estas áreas.

Imagen eliminada.

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Los datos sitúan a México ante decisiones cruciales que podrían determinar su posición en el escenario energético global. La oportunidad que tiene el país de capitalizar su potencial en energías renovables es apremiante, más en un momento en el que la demanda es fundamental para aprovechar la coyuntura de atracción de inversiones y, al mismo tiempo, dar sostenibilidad a su crecimiento futuro.

México ha optado por un enfoque proteccionista y estatizador, priorizando las energías fósiles. Esta orientación ha generado incertidumbre en el sector energético y ha disuadido a posibles inversionistas ante la necesidad de infraestructura y de energía renovables del fenómeno del nearshoring. Como es sabido, la relocalización de cadenas de suministro en América del Norte está impulsando la necesidad de más parques industriales, infraestructura vial, aduanas y puertos. Estas inversiones son esenciales para impulsar el crecimiento económico, sin embargo, también se requiere una mayor cantidad de energía sólida y de fuentes sostenible en el largo plazo.

Aunado a lo anterior, las elecciones presidenciales de 2024, tanto en Estados Unidos como en México, se vislumbran como un posible punto de inflexión. México tiene la oportunidad de retomar protagonismo en el ámbito energético global. El próximo presidente tendrá la tarea titánica de determinar el rumbo energético del país, una decisión que podría acelerar la transición hacia fuentes de energía más limpias o mantener una dependencia significativa de los combustibles fósiles. Las políticas energéticas del próximo mandatario serán cruciales en esta encrucijada y su elección definirá el camino que México tomará en su trayectoria hacia la sostenibilidad energética.

Los inversores y la comunidad internacional estarán observando de cerca. ¿Continuará México por la ruta del proteccionismo energético, o se abrirá a un futuro más diversificado y verde? La respuesta es crucial, ya que la incertidumbre sobre la futura política energética puede frenar inversiones críticas en un momento en que México necesita más que nunca impulsar su economía y su infraestructura. Sin embargo, solo hay dos formas de responder esta pregunta: se apuesta por el pasado o se invierte en el futuro.
 

Los autores son profesor consultor de EGADE Business School (Jorge Velarde) y socio fundador Bravo Abogados (Jair Bravo Jr).

Artículo publicado originalmente en Alto Nivel.

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