De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en los últimos 50 años, la actividad humana ha generado una cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que ha afectado el clima a nivel global. La concentración de estos gases resulta en un incremento de temperatura de la atmósfera, provocando riesgos a la salud, desde muertes hasta el cambio de patrones en las enfermedades infecciosas. Los GEI se componen de vapor de agua (H2O), dióxido de carbono (CO2), Metano (CH4), Óxido de Nitrógeno (NOx), Ozono (O3) y Clorofluorocarbonos (CFCl3).
Todos los países dependen, en mayor o menor medida, del sector energético para propiciar su competitividad, crecimiento y desarrollo, y esto explica, en parte, que la demanda mundial de energía se incremente día con día. De acuerdo con British Petroleum, el consumo de energía mundial aumentó 2.9% en 2018, el mayor incremento anual en la demanda de energía desde el 2010. Diversos estudios muestran evidencia de que una mayor generación de energía eléctrica conduce a un mayor crecimiento económico, sin embargo, la mayor parte de la generación es a partir de fuentes fósiles. De acuerdo con el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés), cerca de una tercera parte de las emisiones globales de gases de efecto invernadero son generadas por las fuentes tradicionales de energía.
En virtud de lo anterior, es importante mencionar que los principales gases de efecto invernadero emitidos por las centrales eléctricas que operan a partir de combustibles fósiles son: dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Estas emisiones a la atmósfera son las causantes del cambio climático y entre sus efectos están las lluvias fuertes, huracanes, inundaciones y desastres que ponen en riesgo la vida de las personas. El cambio de temperatura también impacta en la salud y en el bienestar de las personas ya que, por un lado, las temperaturas altas provocan sequías que, en muchos casos, se traducen en problemas alimenticios ya que ciertas cosechas se pierden y esto ocasiona problemas de abasto de ciertos productos y el natural incremento de precios. Por otro lado, las temperaturas bajas propician la proliferación de ciertos problemas respiratorios y la propagación de ciertas enfermedades como la influenza estacional y el Covid-19.
Diversos autores afirman que el consumo de energía en países desarrollados se está incrementando en 1.1 por ciento de manera anual, en promedio, y en países en desarrollo la demanda de energía crecerá, en promedio, a un ritmo de 3.2% al año, hasta 2025 La Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), a través de la Perspectiva Internacional de Energía (IEO por sus siglas en inglés), proyecta una fuerte demanda de energía para el 2050, y estima que el consumo mundial de energía crecerá cerca del 50% del 2018 al 2050. Las cifras anteriores detallan proyecciones realizadas antes de la pandemia de Covd-19, causada por el virus SARS-CoV-2 y reconocida el 11 de marzo de 2020, que a la fecha continúa vigente, aunque con menor severidad. En sus últimas publicaciones, la IEA asegura que la demanda de energía mundial cayó en 2020, a causa del coronavirus, hecho que con ningún otro evento se había observado. Lo anterior no sólo significa un decremento en la demanda mundial de energía en el 2020, por la disminución de las actividades económicas no esenciales, sino que modifica la tendencia de consumo de energía para los siguientes 10 años. Si bien, se estima que la demanda de energía que se tenía en el año 2019 volverá a esos niveles en 2022, bajo un escenario de recuperación rápida y en 2025 bajo un escenario de recuperación retardada. En este mismo sentido, bajo un escenario de recuperación rápida en el 2030 se estima que la demanda de energía eléctrica crecerá 10 por ciento en el 2030, en relación con la demanda registrada en 2019 y cerca de 4 por ciento, bajo un escenario de recuperación lenta.
Sin importar el escenario post Covid, hoy en día estos incrementos en el consumo de energía serán suministrados por fuentes tradicionales como el gas natural, petróleo y carbón ya que, aproximadamente, el 78.4% del total de la energía que se consume en el mundo se genera a partir de fuentes fósiles las cuales, como se ha mencionado, son la principal fuente de emisiones de dióxido de carbono. Alrededor del mundo, las emisiones de dióxido de carbono se han incrementado 31% en los últimos 200 años lo que ha significado un aumento en la temperatura media del planeta de entre 0.4% y 0.8% por lo que continuar con la generación de energía a partir de fuentes fósiles conduciría a una mayor degradación del medio ambiente.
Entonces, ¿cómo puede un país en desarrollo alcanzar sus requerimientos de energía sin afectar el medio ambiente? Parece que la respuesta es obvia: incrementando el porcentaje de energías renovables en la matriz energética del país, sobre todo pensando en el gran potencial de generación que México tiene a partir de fuentes renovables.
El autor es Profesor del Think Tank Financiero y Decano Asociado de Investigación de la Escuela de Negocios y de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.
Artículo originalmente publicado en El Financiero.