Tesla y Zoom, dos compañías jóvenes, se venden a 700 y 150 años de su utilidad, respectivamente; mientras que el indicador que usa Warren Buffett, que es el valor de la Bolsa entre el PIB del país, se encuentra en su punto más alto en más de 100 años (228%); de igual modo, el múltiplo que sea no importa cuál se escoja, estará en su percentil 80 o 90 en estos días para la mayoría de las Bolsas del mundo.
Otros activos están incluso peor y muchos más en esas mismas condiciones. El dólar está sobrevaluado en un 15%, los metales industriales están rompiendo récords y así mismo los bienes agrícolas. Algunas compañías privadas reciben una valuación teórica este año, varias veces lo que recibieron el año anterior, y muchas de ellas aún sin utilidades o siquiera ventas.
En el mercado de bonos, luciendo tasas reales y hasta nominales negativas, puede calcularse que, de seguir los niveles así -especialmente los soberanos-, recibiremos el valor de inversión inicial en 40, 70 o más de 100 años en el futuro, una consideración que raya en lo ridículo. Las tasas van escalando a valores que ya pintan una cercanía con los albores de la penúltima crisis, en el verano de 2006.
Empecemos a analizar las condiciones. La primera de todas es el giro de la política monetaria desde fines de los años 80´s, cuando Japón, los países nórdicos y luego UK y EE. UU., implementaron las estrategias de balance del banco central para extender las expansiones de la economía, fijando objetivos o rangos de inflación. Eso ha traído consigo un estilo de “Turismo Macro”, en que las bajas tasas de interés han inflado burbujas financieras, que han derivado en ajustes en la Bolsa después de alcanzar hitos infranqueables, como en febrero de 2020 o verano de 2007.
La segunda condición es una ola de crecimiento por doble vía. La llegada de China al mercado laboral (bajando los costos por sueldos y con ello, inflando las utilidades de las empresas privadas), además de los avances tecnológicos capitaneados por la industria Tech en EE. UU., ha llevado a la automatización de procesos, lo cual a su vez genera nuevas productividades, reducción de costos y una mayor valoración de las empresas.
La ayuda derivada de la pandemia por parte de los gobiernos de muchos de los países grandes (por encima de los 20 trillones de USD), es un factor que ha llevado también a más ahorro, más inversión en Bolsa y al reencendido de los motores de la economía global. Esto comienza a ocasionar en algunos casos, la entrada de varios países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y al bloque emergente a la zona roja, con peligros de inflación y escasez de materia prima.
Con todo esto, ¿pueden prevalecer las condiciones para que el mercado sigua en ascenso? La tecnología seguirá su avance, lo cual es tanto deflacionario, como incendiario de los ánimos de las masas y el populismo siempre que los gigantes corporativos se vuelven más poderosos. La ayuda del gobierno se detendrá muy pronto e incluso girará en contra (enormes déficits de dos dígitos obligarán a incrementar impuestos), pero la política monetaria seguirá empujando las tasas a la baja, tratando de monetizar la nueva deuda pública.
Por el lado de China, es una fuerza a tener en cuenta todavía, que, aunque quizás ya no es el feroz tsunami de maquila que fue hace 20 años, es el segundo motor global de crecimiento y en menos de un lustro, el primero.
Así que, todo lo que aumente la inflación y las tasas, descarrila el valor de la bolsa y los activos. La recuperación, la presión en los sueldos y la deuda en exceso aportan a ello, no obstante, el avance de la tecnología y el turismo monetario son fuerzas en contra. Por tal motivo, analistas e inversores nos encontramos ante la incertidumbre del devenir de los mercados, pues todo pende del frágil hilo de la inflación, que parece resistirse a mostrar sus garras de forma permanente, por lo que se ve hasta ahora en los indicadores de coyuntura y con ello, se le mantiene un hálito de vida a las bolsas y los mercados.
Publicado originalmente en Blog BMV.