El secreto de las patentes de invención

¿Qué hacer para que aporten valor a la compañía?

Se podría pensar que para ser más innovadoras las empresas deben enfocarse en generar una gran cantidad de patentes; sin embargo, las patentes no son un fin, sino un medio.

Por un lado, las empresas ven las patentes de invención como un buen resultado de su gestión de la innovación tecnológica. Por el otro, la opinión pública considera que las empresas que tienen más patentes son más innovadoras, dado que tienen la capacidad de crear nuevos productos. Una búsqueda rápida en el portal Statista muestra que una empresa como Apple tenía en 2021 cerca de 2,500 patentes concedidas tan solo en Estados Unidos. Nadie puede negar que existe una correlación entre el nombre de esta empresa y la palabra innovación, al menos a ojos del mercado.

De la misma forma, se podría pensar que para ser más innovadoras las empresas deben enfocarse en generar una gran cantidad de patentes, replicando la estrategia de Apple; sin embargo, las patentes no son un fin, sino un medio. Los derechos incorporados en una patente de invención le permiten a una empresa gozar de una exclusividad sobre la cual espera generar réditos económicos en el futuro, pero no son una innovación en sí misma. Para que una empresa pueda hablar de innovación tecnológica, dichos derechos de exclusividad deben permitirle generar beneficios económicos mediante su explotación en el mercado.

Sin embargo, no siempre las patentes se acompañan de flujos de caja entrantes, como en el caso de algunas universidades latinoamericanas. Si bien generan grandes cantidades de patentes –con los costos que esto conlleva (desarrollo de la tecnología, redacción de la patente, traducción, representación legal, defensa, renovación, etc.)—, pocas de estas universidades tienen la capacidad de transferir la tecnología embebida en dichos documentos a la industria y, por tanto, no reciben flujos de caja con el fin de respaldar ulteriores desarrollos tecnológicos.

En el caso de las empresas, copiar la estrategia de las universidades sería claramente un problema. Imaginemos una empresa cuya estrategia de innovación sea generar desarrollos tecnológicos para registrarlos como patentes, pero no tratar de explotarlos financieramente en el mercado. En poco tiempo, el directorio de la empresa empezaría a preguntarse por qué generar tales derechos de propiedad industrial, y en seguida se cuestionaría la existencia de una estrategia de innovación y desarrollo tecnológico al interior de la compañía.

En este sentido, cualquier persona a cargo de una empresa podría hacerse preguntas referentes a la gestión de la innovación tecnológica: ¿Es necesario generar patentes? Y de ser así, ¿qué debemos hacer para que las patentes terminen generando valor a la compañía?

La generación de patentes no es una obligación per se para las compañías. De hecho, existen otras estrategias de propiedad intelectual que pueden usarse para la protección de sus innovaciones, como el secreto industrial o el registro de marcas. Pero, las patentes tienen una ventaja fundamental, ya que permiten a la empresa proteger y/o transferir gran parte del conocimiento embebido en una tecnología. La propensión de una empresa a generar patentes obedece a una decisión estratégica que considera que la generación de una patente es la mejor forma para explotar dicha tecnología y generar flujos de caja en el futuro.

Responder a la segunda pregunta es aún más complejo. En las últimas décadas, los investigadores han tratado de determinar qué hace que una patente tenga una alta calidad, y, por tanto, un alto valor para la compañía que la desarrolló o para otro agente de mercado que quiera poseerla. En este punto es importante entender que –similar a lo que pasa con los derivados financieros— una patente es un documento que tiene valor en la medida en que su activo subyacente (la tecnología) tenga valor.

La cantidad de inversión en investigación y desarrollo, la capacidad que tenga la tecnología para ser explotada en otros países, su relevancia para generar desarrollos tecnológicos posteriores o que esté basada en desarrollos tecnológicos anteriores, así como sus diferentes usos en el mercado, son algunos componentes fundamentales de la calidad y valor económico de una patente.

Para desarrollar estos componentes al interior de una compañía se necesitan grandes esfuerzos y una estrategia de innovación tecnológica clara y de largo alcance, suficientes recursos financieros y la capacidad de gestionar un modelo de innovación abierta en el que la cooperación con otras empresas, clientes, gobierno, universidades y la sociedad sea clara.

En investigaciones en las que he participado, se ha constatado que las patentes de invención en México tienen un nivel de calidad alto si se las compara con los demás países latinoamericanos, pero aún falta un largo camino a recorrer para que México sea referente de desarrollo tecnológico y pueda pasar de la generación de invenciones a la generación de innovaciones relevantes a nivel mundial.

El autor es profesor de Finanzas y Economía de Negocios de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en El Economista.

 

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