El mito de la etiqueta de alimentos “saludables

En un ambiente en donde la tecnología está cambiando constantemente y la cantidad de información y nuevos productos “saludables” llenan los anaqueles de los supermercados, los consumidores se sienten confundidos.

Un estudio reciente de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) afirma que “mantenerse sano” es actualmente uno de los objetivos más importantes de los consumidores en países tan diversos como Canadá, Francia, Turquía, China, Rusia, Namibia y Australia.

Avances en tecnologías médicas y servicios de salud han hecho que sea más sencillo prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades.

Sin embargo, en un ambiente en donde la tecnología está cambiando constantemente y la cantidad de información y nuevos productos “saludables” llenan los anaqueles de los supermercados, los consumidores se sienten confundidos

Las personas que buscan cuidar su dieta encuentran una gran variedad de bebidas ‘light’, comidas ‘bajas en calorías‘, alimentos ‘sin grasa’, y postres ‘sin azúcar’.

Sin embargo, a pesar de la amplia disponibilidad de estos productos, el sobrepeso y la obesidad siguen en aumento en nuestro país.

Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016 (ENSANUT MC 2016) el sobrepeso y la obesidad afectan al 75.6 por ciento de las mujeres y al 69.4 por ciento de los hombres mayores de 20 años en México.

¿Porqué con tantas opciones de alimentos “saludables” la prevalencia de sobrepeso y obesidad es tan alta? Al menos tres factores pueden ayudar a responder esta pregunta.

Primero, la información nutrimental en etiquetas se presenta de forma confusa para los consumidores. Por ejemplo, esta información tiende a ser complicada, técnica y difícil de poner en el contexto de su dieta diaria. Investigaciones han demostrado que menos información y usar formatos gráficos facilitan la comprensión.

La FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos está solicitando incrementar el tamaño de letra en la cantidad de calorías, en el número de porciones por envase y en el tamaño de la porción, para que así sean más evidentes.

El reto es presentar la información nutrimental de una forma que ayude a los consumidores a tomar mejores decisiones.

Segundo, en muchos de los casos no es claro el contenido nutrimental real del producto, ya que algunos productos “bajos en grasa” son muy altos en azúcares; mientras otros etiquetados como “sin azúcar” contienen en realidad cantidades grandes de grasa, resultando en productos que tienen una cantidad elevada de calorías totales. En respuesta a esto, ha habido iniciativas como Guiding Stars (Estrellas Guía), desarrolladas por investigadores, que califica alimentos y menús con 1, 2 o 3 estrellas dependiendo de los resultados de un algoritmo. Este algoritmo suma el valor nutrimental con contenido de fibra dietética, vitaminas, minerales, y granos enteros y le resta puntos si tiene otros ingredientes que deben ser limitados como grasas, azúcares y sodio.

Tercero, y muy importante para todos los consumidores que depositan sus esperanzas de bajar de peso en este tipo de productos—incluso las declaraciones de propiedades nutrimentales reguladas como ‘bajo en grasa’ pueden llevar a los consumidores a comer más y subir de peso.

Un estudio realizado por los investigadores Brian Wansink de Cornell University y Pierre Chandon de INSEAD mostró que los consumidores comen más cuando un producto está etiquetado como ‘bajo en grasa’ que cuando no tiene esta etiqueta.

Entonces, ¿qué podemos hacer los consumidores para evitar hacer inferencias incorrectas de las declaraciones nutrimentales que nos conducen a comer más?

Una solución consiste en revisar las etiquetas de información nutrimental al reverso del empaque para verificar el contenido de nutrientes del producto. Otra solución es tomar en cuenta el tamaño de la porción incluida en la etiqueta del producto y servirnos sólo la cantidad apropiada.

Y finalmente, recordar que este tipo de productos deben consumirse en el marco de un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada y actividad física regular.
¡Buen provecho!

 

*Por Raquel Castaño, Decana Asociada de Desarrollo de la Facultad EGADE.

Publicado originalmente en El Financiero

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