Actualidad del liberalismo
Como casi todos los términos politicos, el liberalismo admite varios significados. Para propósitos del análisis histórico, un autor reciente distingue entre el liberalismo clásico, el liberalismo social y el neoliberalismo. Según el mismo autor, el segundo es el origen intelectual del moderno Estado Benefactor (Welfare State) --un orden social con el que los liberales más o menos ortodoxos ciertamente no comulgan--.
En todo caso, es muy importante recordar cuáles son algunos de los elementos definitorios de un sistema politico, económico y social que califique como liberal en el sentido literal: la preeminencia de la libertad individual como valor, (en coherencia con lo anterior) un Gobierno limitado; una democracia constitucional; el sufragio universal; la propiedad privada; el comercio internacional libre; y, por supuesto, el Estado de Derecho.
Para apreciar su relevancia, basta con señalar que la mayoría de las preocupaciones que dominan hoy los discursos politicos, los artículos, periodísticos, los sermones religiosos, etc., se sustentan en una concepción liberal. Esta aseveración es válida tanto con respecto al exterior como en referencia a México. ¿Por qué se identifica al populismo nacionalista como riesgo? Porque implica un Gobierno excesivo y, entonces, una amenaza a la democracia. ¿Por qué inquieta el proteccionismo comercial? Porque el liberalismo afirma, y prueba, que es una mala idea económica. ¿Por qué irrita tanto la aplicación selectiva de las normas jurídicas? Porque viola la noción de que todos somos iguales ante la ley. Y así por el estilo.
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Es muy fácil crear un espantajo, ponerle el nombre que queremos denigrar y atribuirle todos los males. Chávez y Maduro, y su denuncia de la "oligarquía" y del "imperialismo", constituyen ejemplos meridianos de tal recurso politico. Se me ocurren otros, más cercanos a nuestra geografia. El lector podrá seguramente conjeturarlos.
El oro y el papel
Es común entre los estudiosos del dinero recordar que, en una de sus frases agudas, Keynes calificó el oro como "una reliquia bárbara". En contrapunto, no escasean las descalificaciones sobre el papel moneda --el dinero moderno--. Se le ha llamado, por ejemplo: "un impuesto inmoral".*
La diferencia radical entre las dos opiniones anteriores se basa en una característica clave: el stock total de oro aumenta en forma muy lenta, a pesar de los esfuerzos de los exploradores, de los mineros y de los químicos. (Los alquimistas siempre han sido, simplemente, charlatanes). En contraste, el stock de dinero de papel crece según lo (casi) determina la voluntad de los gobiernos. En otras palabras, la oferta de oro es literalmente muy restringida, mientras que la de dinero de papel es potencialmente ilimitada. De ahí se deriva la enorme diferencia, a lo largo del tiempo, en lo que toca a su valor. Las gráficas que siguen ilustran lo apuntado, y se refieren a un penoso caso de casa: el peso mexicano durante la llamada "docena trágica" (los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo).
La primera muestra la trayectoria del precio en dólares de una onza de oro (Gráfico 1). En resumen, "dice" que, en doce años, el precio en cuestión aumentó 1,050%.
La segunda presenta el curso del precio en dólares del peso mexicano en el mismo periodo referido (Gráfico 2). De punta a punta, exhibe una caída de 87%.
El contraste entre las dos tendencias quizá no necesita más que un comentario memorioso: el valor del peso se desplomó porque en aquel entonces el ejecutivo, dada la ausencia de poderes que lo limitaran, decidió emitir pesos masivamente para financiar su gasto.
* Como curiosidad, Alan Greenspan --quien durante muchos años fue el presidente de la junta del Fed- ha sido siempre un admirador del oro, al que ha distinguido como moneda que ninguna otra puede igualar, el dólar incluido. Esta admiración resulta irónica, porque el Fed es un enorme productor de dinero fiduciario.
Publicado originalmente en Reforma.