El pasado mes de enero se encontraron en Davos dos personajes contrastantes que han influenciado notablemente en las decisiones más importantes que se han tomado últimamente en el planeta.
En un salón pequeño atestado de periodistas, Greta Thunberg, una jovencita con el ceño fruncido, reclamaba con dureza a gobiernos y corporaciones que “nuestra casa está en llamas”, que no han actuado con prontitud para terminar de inmediato con las economías dependientes de combustibles fósiles, porque el planeta está en crisis y llegará en unos 10 años a un punto irreversible por el calentamiento global.
Cercano a ella, en el gran salón de eventos un glamoroso Donald Trump con una enorme sonrisa, una visión reduccionista y ego centrada en un mercado consumidor y explotador de las minorías, dice que su territorio está creciendo económicamente como nunca y que está siendo fuerte de nuevo. Y a manera de primicia, orgullosamente agrega que para combatir el calentamiento global va a plantar un millón de millones de árboles.
Greta, con razón responde que no es suficiente plantar árboles, mientras que la Amazonia es depredada, que no es suficiente bajar las emisiones, que es necesario eliminarlas totalmente ya. Premisa arriesgada y algo extrema.
En la era del Antropoceno en la que el hombre es el gran influenciador sobre el futuro geológico del planeta, las dos versiones son en la práctica correctas, aunque se disgusten los eco-pesimistas y se irriten los capitalistas radicales.
Greta debe de saber que el crecimiento económico consciente es la mejor manera de influenciar en el cambio climático, pues se ha demostrado que hasta que la población no sobrepasa un per cápita de $US 5000, no comienza a preocuparse del cambio climático, ni de la brecha social, pues al vivir en modo de "sobrevivencia" genera excesiva basura, come demasiada chatarra, contamina ríos y océanos, viaja en vehículos contaminantes, pero sobre todo crea migraciones que producen un desequilibrio sobre la estabilidad de los países receptores; ninguna de estas acciones es sostenible.
En los países nórdicos se respira aire puro, se manejan carros eléctricos, se usan paneles solares y generadores eólicos y, por placer, se hacen viajes trasatlánticos en veleros; se puede hacer todo esto porque se ha generado una economía que ha invertido en la recuperación del ambiente, en el bienestar social, en sistemas de salud y de educación, y en robustos fondos de pensiones para el futuro.
Hay que cambiarle los lentes al presidente y a Greta. A ella hay que darle un microscopio para que observe como producir planes sustentables que sean económicamente viables y competitivos y así crear una riqueza sustentable, económicamente viable.
Y al mandatario hay que facilitarle un telescopio para que vea que su aldea necesita que las demás regiones del mundo sean exitosas, que debe generar una economía fuerte pero consciente, que invierta en proyectos de regeneración del capital natural y recordarle los efectos de la tragedia de los comunes, “lo que es bueno para unos pocos, es malo para todo el planeta”.
La fórmula, quizás no muy apreciada por los economistas puristas, es invertir en Capital Natural, en recuperar los recursos naturales y en controlar su extracción, rehusar productos, eliminar los productos de un solo uso, invertir en mejorar el hábitat natural y en economías circulares, y producir productos de alta durabilidad, de menor mantenimiento y que reduzcan el uso de recursos naturales. Para lograrlo, se debe tener una sociedad educada que cambie sus hábitos y su mentalidad para solo consumir lo necesario, lo local y lo que sea menos dañino para el medio ambiente.
En la era del Antropoceno, ni Goliat ni David tendrá éxito si insiste en imponer sus modelos unilaterales. Ni poderosos capitalistas ni activistas tienen la solución al problema del calentamiento global. Se deben tomar decisiones multilaterales innovadoras e inclusivas en las que todos los segmentos ganen y sean de beneficio para los tres sistemas de la biosfera, el económico, el medio ambiente, y el bienestar social.
Publicado originalmente en El Financiero.