Cultura ágil

Trascendiendo el hacer para ser ágil en la generación de valor empresarial

Como resultado de los cambios en nuestros hábitos y estilo de vida a raíz de la pandemia, muchos hemos tomado decisiones que probablemente no han generado el valor o retorno esperado. En los tiempos convulsos que vivimos, llenos de matices y cambios de dirección, se requiere una forma de pensar diferente (mindset). No solo debemos concentrarnos en implementar rápido los cambios, sino orientemos a buscar las soluciones que nos ayuden a generar valor en el plano personal y, trasladado a los negocios, transformar los retos en generación de valor para nuestras organizaciones.

Las metodologías ágiles son hoy una necesidad imperativa para transformar las compañías en sus procesos y productos de manera veloz. Las organizaciones, como entes vivos con deseos, valores y metas por cumplir, también están envueltas en un espiral de inseguridad que las empuja a probar nuevas formas de lograr sus metas.

La agilidad en los negocios en ocasiones es confundida con una ejecución de cambios expeditos. Sin embargo, una cultura ágil está determinada por aquello que genera valor a la organización, poniendo en el centro a nuestro cliente para el cual desarrollamos productos o servicios, ya que únicamente probando el valor generado al mismo estaremos probando que estos productos y servicios son adoptados, usados y que, en consecuencia, se recibe un pago por estos.

Parece sencillo implementar una metodología ágil en nuestra organización o en nuestra propia vida, pero antes necesitamos pensar de una forma diferente. Ser ágil es un estilo de vida, la analogía de las capas del círculo de la cebolla nos sirve para explicar cómo se interioriza una cultura ágil:

  • Procesos y herramientas: Es en esta capa donde encontramos softwares para administrar los proyectos ágiles como Jira o los mismos pizarrones con post-it, pero por si solos son irrelevantes. 
  • Prácticas y metodologías: Esta círculo corresponde a prácticas ágiles como Scrum, Kanban, planeación de Póker y mapeo de procesos. En esencia, todas estás prácticas son fáciles de aprender, pero es más difícil interiorizar su verdadero valor si no tenemos claras las siguientes capas del círculo de la cebolla.
  • Principios: Los principios ágiles, como la mejora continua por medio de inspección y adaptación o la transparencia y priorización, van más allá del simple hecho de accionar una práctica, se debe interiorizar un comportamiento.
  • Valores: Es el círculo más grande y con mayor importancia. A diferencia de las anteriores, esta capa contiene elementos de mayor intangibilidad, ya que el valor de la confianza dentro de una cultura ágil empodera a los equipos para actuar con respeto y coraje para tener un alto nivel de ejecución en los proyectos; prescindir de esto podría llevar a los equipos solo al ‘hacer’ sin una alta conciencia de ejecución.
  • Forma de pensar (mindset): Finalmente está el círculo más grande y con mayor impacto en cómo la organización o la persona interiorizará el uso de la agilidad y adoptará la cultura ágil sin mayor esfuerzo, ya que ha pasado del círculo más efímero a la interiorización de la organización y del ser por medio de los valores y los principios.

Así como utilizamos la analogía de ir deshojando una cebolla en sus capas, del mismo modo en la interiorización de la cultura ágil nos podremos encontrar con momentos de dolor que nos harán derramar un par o varias lágrimas conforme vayamos madurando para poder llegar al último nivel del cambio de mindset. Pasaremos de los primeros dos niveles de procesos y prácticas, fundamentalmente orientados al hacer (en las cuales muchas organizaciones se estancan) al ser ágil por medio de la internalización de los valores y principios.  El estadio de madurez de una cultura ágil conlleva recompensas para todos nuestros grupos de interés en la generación de valor de nuestros productos y servicios, que es uno de los fines de la una cultura ágil para toda la organización.

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