Consumismo

Si vemos la composición del PIB de acuerdo con la estructura de las cuentas nacionales, que a su vez están en concordancia con los lineamientos de la ONU, tenemos: Inversión, Gasto de Gobierno, Consumo y el neto de exportaciones menos importaciones

En la década de los 60 el crecimiento económico de México fue espectacular. No le pedía nada a los niveles de crecimiento que tiene China. Sin embargo, para los setenta se cayó porque se le dio vuelo al populismo. Entre los setenta y los ochenta había un chiste de humor negro, se decía que el mexicano era presa del consumismo. “Con su mismo” Traje; “Con su mismo” Carro. “You get the idea” como dicen los americanos.

Si vemos la composición del PIB de acuerdo con la estructura de las cuentas nacionales, que a su vez están en concordancia con los lineamientos de la ONU, tenemos: Inversión, Gasto de Gobierno, Consumo y el neto de exportaciones menos importaciones.

El más importante es, por mucho, el consumo. En las economías occidentales en general, representa alrededor de 2/3 partes del PIP total. México no es la excepción: se estima en un poco más de 67%; inversión, un 20%; exportaciones, alrededor de 36% e importaciones, un 37%; Gasto de Gobierno, apenas 12% (cifras redondeadas). En otras palabras, si la economía se comporta “Con su mismo”, luego entonces no hay crecimiento económico.

El ejemplo más básico de un ciclo de valor agregado es que tenemos un agricultor que siembra trigo. El trigo se lo vende al molinero. El molinero, a su vez le vende harina al panadero y el panadero le vende pan al agricultor. Este valor agregado paga el impuesto no es otra cosa más que el impuesto al valor agregado que pagamos los consumidores finales. Si reducen su consumo, atentan contra si mismos.

Si se lograra -idealmente- llegar al PIB potencial del país, el nivel de producción máximo que una economía lograría alcanzar con su posibilidad de trabajo, inversión y tecnología disponible, sin que se genere inflación, luego entonces se generarían impuestos además del IVA, como el impuesto sobre la renta, pagado tanto por el trabajador como por las empresas, más otra serie de impuestos, a su vez permitiría al Gobierno apoyar a los más necesitados. No es “rocket science”.

En días pasados, el INEGI publicó dos indicadores clave para la economía. El indicador mensual del consumo privado en el mercado interior (junio 2021), que “mide el comportamiento del gasto realizado por los hogares del país en bienes y servicios de consumo, tanto de origen nacional como importado sin compras de vivienda u objetos valiosos”. Tuvo una disminución de 0.8% mes a mes en términos reales, aunque un crecimiento anual del 19.1%, por la base tan baja.

Otro indicador igual de importante es el Indicador de confianza del consumidor (agosto 2021). Este es una encuesta en 32 ciudades del país de todos los estados, promedia cinco indicadores de las percepciones sobre la situación económica actual de los hogares respecto a la de hace un año y su esperada dentro de doce meses; la situación económica presente del país respecto a la de hace un año, la de dentro de doce meses y qué tan propicio es el momento actual para la adquisición de bienes de consumo duradero.

La medición con respecto al mes previo tuvo disminuciones en todos sus indicadores. Sin embargo, las mayores disminuciones son el momento actual con respecto al año pasado en los hogares y la esperada para dentro de un año para el país. Es decir, los hogares están peor que hace un año y no se ve bien el futuro de la economía nacional. ¿Seguimos con las diferencias o jalamos todos? Si bien puede parecer hasta insultante consumir cuando hay personas en extrema pobreza, paradójicamente eso es lo que se necesita para ayudarlos.

El autor es profesor de Finanzas de EGADE Business School.

Publicado originalmente en El Financiero.

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