No podemos negar que el 2019 pasó a la historia como un año sin crecimiento económico, aunque debemos reconocer que en las administraciones pasadas el crecimiento económico había sido muy bajo, pero al menos se dio de manera sostenida.
Debemos también reconocer que, por un lado, esta falta de crecimiento se puede explicar por la falta de inversión, tanto nacional como extranjera, que tuvimos durante el 2019. En términos de los factores del entorno internacional, la incertidumbre ante la aprobación del T-MEC y la posible guerra comercial entre China y Estados Unidos provocaron que empresas extranjeras detuvieran muchos proyectos de inversión, sin dejar de mencionar que durante el 2019 también hubo un decrecimiento en la economía mundial.
Por otro lado, debemos reconocer que diversos acontecimientos del entorno nacional también ayudan a explicar parte de la falta de crecimiento en México. Entre los más importantes podemos mencionar la cancelación de la construcción del NAIM, la cancelación de las Rondas Petroleras y de las Subastas Eléctricas hechos que, sin duda, han propiciado desconfianza en los empresarios y el público inversionista.
Si esto no fuera suficiente, debemos ahora sumar los efectos que tendrá en la economía de México y el mundo el Covid-19, así como el impacto en las finanzas públicas del país por la disminución en los precios del petróleo, por lo que merece la pena mencionar algunos de los retos que Pemex enfrenta actualmente.
Pemex tiene una deuda de cerca de 105 mil millones de dólares, por lo que la presión financiera que tiene de parte del público inversionista es muy grande. Debido a lo anterior, y ante la falta de un plan de negocios que vuelva eficiente la operación de la Empresa Productiva del Estado, Fitch Ratings degradó a bono asura la deuda de Pemex en 2019, lo que da más presión a las finanzas públicas del país, sin dejar de mencionar el riesgo que corre la calificación de la deuda soberana de México por parte de otras calificadoras internacionales.
Si a esto añadimos la caída reciente en los precios del petróleo, derivada de los conflictos entre Rusia y Arabia Saudita, y entre Rusia y la OPEP, la presión es aún mayor. Aunque México cuenta con coberturas petroleras, no serán suficientes para mitigar el impacto negativo en los ingresos petroleros del país y, como consecuencia, en sus finanzas públicas, lo que significará, probablemente, recortar los gastos gubernamentales en áreas prioritarias, como educación y salud, además de poner en aprietos al gobierno federal para hacer frente a la deuda que México y Pemex han contraído.
Especial mención merece el riesgo que corren tanto la calificación crediticia de Pemex como la de la deuda soberana de México, en el corto plazo. Si la degradación en la calificación ocurriera, muchos inversionistas institucionales, como fondos de pensiones, Afores y aseguradoras, por mandato tendrían que retirar sus posiciones en los bonos de México, lo que se traduciría en una mayor presión para el tipo de cambio, pensando en los inversionistas institucionales internacionales, y en un eventual aumento de la inflación.
Por otro lado, está la incertidumbre de cuándo podrán controlarse los contagios derivados del Covid-19, lo que naturalmente se traduce en un riesgo importante que está afectando a diversos sectores económicos de México y el mundo. Tal vez algunos de los más evidentes son el de la aviación, el hotelero, el restaurantero (que en algunos casos se engloban dentro del sector turístico), la industria del entretenimiento (espectáculos, obras de teatro, cines, entre otros) y la deportiva. Por otro lado, la afectación en el sector manufacturero es muy relevante, particularmente en el sector automotriz, por la importancia que tiene para México. Diversas cadenas de suministro se han visto afectadas, en virtud del cierre de muchas empresas en China, lo que ha provocado caídas significativas en la producción de muchas empresas, en diversos sectores, lo que está ocasionando disminuciones importantes en los niveles de ventas de muchas organizaciones. Pasada esta contingencia, será importante estimar cómo el trabajo desde casa incidió en la productividad de las empresas del país.
Para el caso de México, diversas instituciones financieras globales estiman una caída en el PIB, para el segundo trimestre del año, de entre 1.5% y 4.5%, mientras que el promedio de estas estimaciones apunta a un decrecimiento en el PIB, también para el segundo trimestre del año, de 2.63%.
Será entonces necesario que el gobierno federal y los gobiernos estatales definan una estrategia robusta para hacer frente a este entorno adverso. Entre algunas de las medidas a detonar por parte del poder ejecutivo federal y de los estados, se podrían considerar el diferimiento de impuestos a las empresas para evitar recortes de personal; diseñar incentivos que atraigan la inversión; acelerar el pago a los proveedores del gobierno y, como están haciendo otros países, suspender el pago de hipotecas a las familias que han sido afectadas por esta situación, así como el otorgamiento de financiamientos de bajo costo a las empresas, a través de la banca de desarrollo.
La situación es, sin duda, compleja, por lo que es imperante definir las acciones que nos permitan hacer frente a la difícil situación económica que se avecina para México.