Después de dos años, todos podemos ver claramente el cambio que ha supuesto la pandemia para muchas empresas y la sociedad en general. Muchos tomadores de decisiones se han cuestionado qué habría sucedido si al inicio de la pandemia se hubieran encontrado en una situación diferente, cómo la habrían enfrentado o qué hubiera pasado con sus productos y servicios o canales de distribución.
Sin duda, resulta distinto ver el mundo en retrospectiva. A toro pasado, las soluciones emergen con mayor fluidez. Pero cuando nos preparamos para proyectar el futuro, nos topamos con barreras que nos impiden visionar modelos de negocios, productos o mercados (con la excepción de algunas propuestas disruptivas que sobresalen dentro del mundo de los negocios).
Hoy es anecdótico hablar de empresas que en su momento disfrutaron de un gran éxito, como Kodak, Blockbuster o Nokia. Muchas voces coinciden en lo que debieron haber hecho para definir un rumbo que asegurara no sólo su permanencia, sino su evolución.
En las empresas, solemos estar preparados para un mundo lineal, cuando de facto nuestra realidad experimenta constantes cambios, inesperados y no siempre previsibles: desde el comportamiento del consumidor hasta la situación geopolítica y de las cadenas de suministro, pasando por avances y adopciones tecnológicas constantes. La operación es vista como un impulsor y activador, pero la estrategia es la dirección y el salto. Y juntas potencian, de manera orgánica, un modelo de negocios.
En México, de acuerdo con datos del INEGI, la esperanza de vida de un negocio en el sector industrial es de 9.7 años, en el sector comercial de 6.9 años y en los servicios privados no financieros, de 8 años; arrojando un promedio de 8.2 años. Si bien esto es el resultado de una combinación de factores, hoy más que nunca se observa un dinamismo distinto. El contexto, tanto local como global, que siempre ha afectado a los negocios, hoy es el protagonista, tanto en aspectos geopolíticos y tecnológicos como sociales.
En los últimos dos años, hemos convivido con el distanciamiento físico, desarrollando un camino hacia la touchless economy. También hemos redefinido la escala de valores sobre la posesión, orientándonos a la sharing economy. Asimismo, hemos desarrollado una visión y apertura distinta hacia la tecnología. Un dato ilustrativo: existen más de 3 millones de apps, combinando Google Play Store y Apple App Store, de acuerdo con estadísticas del sitio Digital Trends.
Ante los cambios en el entorno, se demuestra que transitamos del “no se puede” al “se tuvo que poder”. Había muchos temores en torno al home office, por ejemplo, y cuando se adoptó, significó ahorros para un gran número de empresas e incrementos en productividad. Lo mismo sucedió con la virtualidad y el manejo de procesos.
Entonces, cuando hacemos planeación y proyecciones de cara al futuro, ¿para qué nos preparamos realmente y cómo lo hacemos? ¿Queremos ser disruptores y proponentes o solamente buscamos esperar a ser testigos y, en el peor de los casos, desplazados o relegados en nuestros sectores?
Por ejemplo, hemos entendido que hay una gran diferencia entre las empresas que hacen cosas digitalmente y las que son digitales. Estas últimas tienen una cultura y visión digital, clara y compartida.
Hoy también se vive una realidad distinta respecto a lo que implica, se espera y se entiende como servicio al cliente. Tenemos una visión distinta de la tecnología como socio estratégico y se han redefinido a nivel personal y organizacional los propósitos. Se ha descubierto el potencial de la nube, la Inteligencia Artificial, el Internet de la Cosas y la Analítica de Datos. Además, se ha dado un nuevo dimensionamiento y valor a la retención y desarrollo de talento.
Temas como la agilidad y la flexibilidad ya están en el vocabulario de muchas organizaciones, así como la innovación y el cambio de paradigmas. En la actualidad, hay muchas lecciones aprendidas, pero hay más lecciones por aprender. No olvidemos que vivimos en un entorno dominado por el prefijo re-: re-construir, re-configurar, re-definir, re-pensar, re-enfocar, etc.
Evidentemente, diseñar una estrategia y proyectar sus efectos al futuro ha sido siempre una tarea compleja y, para muchos, enigmática. Lo cierto es que hoy más que nunca debemos utilizar la evidencia, buscar correlaciones, detectar patrones y, al mismo tiempo, entender las tendencias. Así, podremos diseñar negocios más acordes y apegados a la realidad presente y la próxima, con el objeto de no esperar el futuro, sino de construirlo dentro y fuera de nuestras organizaciones.
El autor es director de EGADE Business School, sede Guadalajara.
Artículo publicado originalmente en Forbes México.