En los últimos años, la presencia de marcas y negocios asiáticos en México ha dejado de ser una rareza para convertirse en parte del paisaje urbano y de la vida cotidiana.
Desde pequeños locales en plazas comerciales hasta grandes tiendas en zonas de alto flujo, las empresas originarias de China, Corea del Sur y Japón están ganando terreno en dos sectores clave: bebidas y moda.
Este fenómeno no es casual. México se ha consolidado como un destino atractivo para la inversión asiática, especialmente por su posición estratégica y las ventajas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Empresas de países como China, Japón, Corea del Sur y Taiwán han establecido plantas de producción en territorio mexicano, impulsando un ecosistema que favorece la llegada de productos y servicios enfocados tanto en el consumidor local como en una creciente comunidad de trabajadores asiáticos que han migrado al país.
Más allá de las cifras económicas, el cambio se vive en el día a día. El consumidor mexicano, particularmente el joven, muestra cada vez más interés en explorar sabores, estilos y experiencias extranjeras, en gran medida impulsado por la viralización de contenidos en redes sociales. Uno de los sectores más dinámicos es el de las bebidas. El auge del bubble tea, originario de países asiáticos, es ejemplo claro. Marcas como Gong Cha, YooZoo o Nohm-Cha se han expandido rápidamente en centros urbanos como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara, ofreciendo no sólo una bebida, sino una experiencia visual y sensorial dirigida especialmente al público joven.
También destacan las bebidas tradicionales de Japón y Corea, como el sake y el soju, que se encuentran disponibles en supermercados y tiendas especializadas. El atractivo visual de estos productos que tienen colores vibrantes, ingredientes novedosos y envases atractivos, los convierte en el contenido perfecto para compartir un estilo de vida “chic”, “hip” y “cool” en Instagram o TikTok. Si le sumamos precios accesibles y modelos de expansión ágiles, como las microfranquicias, podemos entender su rápida proliferación.
La globalización de contenidos ha acercado al público mexicano a fenómenos como el “K-pop” o los doramas (series de televisión producidas en Asia), lo que ha fortalecido la afinidad cultural y el deseo de consumir productos asociados a estos estilos de vida. Esto no sólo ha beneficiado a marcas extranjeras, sino que ha inspirado la creación de negocios nacionales. Un caso destacado es MIXSI, una bebida que adapta la tendencia coreana #Icekup con sabores pensados especialmente para el mercado mexicano. “Estamos creando una experiencia nueva para jóvenes que buscan algo distinto y divertido”, comenta Jorge Mancilla, CEO de MIXSI.
En el ámbito de la moda, cadenas como Miniso, Mumuso y Yoyoso de origen chino, pero con estética coreana o japonesa, han conquistado al consumidor mexicano con una oferta que combina diseño atractivo, funcionalidad y precios accesibles. A esto se suma el crecimiento del comercio electrónico de ropa coreana, muchas veces impulsado por influencers y pequeños emprendedores que conectan directamente con sus comunidades digitales.
Este fenómeno ha tenido un efecto dominó en el ecosistema comercial local: ha elevado las expectativas del consumidor, ha generado mayor competencia y ha obligado a las marcas establecidas a mejorar su logística y experiencia al cliente.
Además, ha abierto nuevas oportunidades para emprendedores que actúan como distribuidores, intermediarios o franquiciatarios de estas marcas extranjeras.
En un país donde el 52% de la población tiene menos de 30 años, según datos del INEGI, la apertura cultural y el gusto por la novedad seguirán impulsando la demanda de productos asiáticos.
Mientras el matcha, el kimchi y la estética kawaii sigan generando likes, hashtags y ventas, los negocios con influencia asiática seguirán encontrando tierra fértil en México.
A futuro, las fusiones derivadas del intercambio cultural con Asia, en moda y estilo de vida, abrirán nuevas oportunidades de negocios en México, desde la gastronomía y bebidas hasta la ropa, muebles y entretenimiento.
Los emprendedores que logren capitalizar estas influencias y adaptarlas con éxito al gusto mexicano serán los que marquen la diferencia y construyan marcas duraderas.
Artículo publicado originalmente en El Financiero.