Si bien la RSC debería estar basada en principios éticos que mitiguen todo tipo de impactos negativos, con demasiada frecuencia se reduce a un ejercicio de verificación de normativas internacionales, pasando por alto cuestiones locales y perpetuando los impactos negativos.
Por sí solos, los marcos globales de RSC no bastan, porque muchas cuestiones sociales y de sostenibilidad son específicamente locales. Por ello, los directivos deben pensar más en ser buenos vecinos e involucrarse como ciudadanos globales. Históricamente, México mantuvo una fuerte tradición de paternalismo corporativo, llevado a cabo por empresas familiares que velaban por la protección de sus empleados y del negocio en el largo plazo. Esta tradición terminó abruptamente con la entrada de México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994. El tradicional paternalismo corporativo se fue desmantelando gradualmente en favor de un nuevo enfoque global de RSC, en parte porque cumplir con estándares globales era menos costoso que financiar prestaciones como clínicas, viviendas y hasta actividades recreativas.
En los últimos años, los grandes corporativos mexicanos se han apuntado a la RSC con gran entusiasmo. El Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI) ya cuenta por centenares las empresas que cumplen con ciertos estándares mínimos de RSC. La revistaExpansión lleva tres años investigando sobre las prácticas de RSC y reconoce a las que tienen un mejor desempeño en su ranking “Expansión 500”. Más aún, la RSC ya es un curso obligatorio en muchos programas de negocios de pregrado y un tema recurrente en conferencias para graduados universitarios.
Entonces, ¿qué ensombrece esta bonita estampa? Si bien es bueno que las empresas mexicanas se hayan involucrado tanto en la RSC, sorprende que a medida que uno examina más de cerca su naturaleza y puesta en práctica, parece que la RSC es en gran medida un concepto importado. En las encuestas y rankings de RSC se indaga sobre temas como diversidad de género, código de ética, contribuciones caritativas, voluntariado de los empleados, uso de energía renovable y reciclaje; pero a menudo se obvian los aspectos locales de la responsabilidad social.
Consideremos, por ejemplo, el tema de la discriminación. Muchos reportes sociales corporativos cumplen con los estándares establecidos por la Global Reporting Initiative (GRI). La GRI 405-1 pregunta acerca del género, la edad y otros grupos minoritarios o vulnerables, pero depende de cada empresa reportar sobre las minorías. En su informe de sostenibilidad de 2014, Cemex reveló que no había violaciones de los derechos humanos de los pueblos indígenas, mientras que Femsa ni siquiera mencionó este tema en su informe de 2014. Sin embargo, ambas empresas están ubicadas en Monterrey, la ciudad mexicana donde más se discrimina a los indígenas.[1]
La RSC y las revelaciones son en gran medida impulsadas por una agenda global de responsabilidad social que presta poca atención a las cuestiones locales. Hay muchos tipos de discriminación que ocurren a diario en México y son ignorados por las empresas, excepto las cuestiones de género. Por ejemplo, los empleados y los candidatos a un empleo son sistemáticamente discriminados por su edad, su condición de embarazo, dar positivo en diabetes, tener tatuajes o por su origen étnico.
La discriminación no es la única problemática. Bajo la ley mexicana, las firmas privadas están obligadas a participar en un plan de repartición de utilidades por el cual 10 % de los beneficios son compartidos con los empleados de planta, sea cual sea su nivel en la empresa. Es habitual que las empresas creen otras empresas con beneficio cero para así aislar a los empleados y evitar que participen de las ganancias.
A propósito de las cuestiones locales, el particular tejido social mexicano es heredero de la historia del país, especialmente de la Revolución Mexicana (1910-1920) a nuestros días. Aunque México está influido por tendencias globales, los enfoques de RSC han de tener en cuenta su historia y circunstancias especiales, que a menudo son olvidadas por las empresas.
Esto no quiere decir que el cambio climático y los derechos de las mujeres no sean temas importantes para México. Por supuesto que lo son. Pero el riesgo de desestabilización política se origina por cuestiones locales, no por cuestiones globales. La renuencia a compartir las ganancias con los empleados aumenta la desigualdad de ingresos y, muy probablemente, la percepción de que el sistema sólo beneficia a los ricos. Con un enfoque adecuado, las empresas mexicanas podrían reducir el descontento popular y sobresalir en el contexto mundial por su disposición a compartir la riqueza.
¿Cómo pueden enfrentar las empresas el reto de ser buenos vecinos y a la vez ciudadanos corporativos globales? Primero, los directivos deben preguntarse qué espera la gente de las empresas en el ámbito local, ya sea en su ciudad, estado o provincia, o nación. También deben preguntarse si es posible sostener el caso de negocio para iniciativas locales de RSC. A continuación, pueden identificar otras empresas con las que colaborar para dar respuesta a los problemas locales y, por último, identificar socios dentro del gobierno y el sector social que contribuyan a movilizar recursos para corregir los problemas.
Retomemos el caso de la discriminación contra los pueblos indígenas. El fomento de actitudes y prácticas positivas es tarea conjunta de muchos actores del gobierno, la sociedad civil y las empresas. Trabajar en conjunto para solucionar problemas locales te convierte en un buen vecino.
[1] Campos Garza, L. 2014. “Monterrey, la ciudad que más discrimina en el país: Conapred”. Proceso. Recuperado el 3 de noviembre de 2016.
*Por Bryan Husted, Profesor de Ética Empresarial y Responsabilidad Social.
*Publicado originalmente en IEDP-Developing Leaders.