BRICS vs. Dólar

Artículo publicado originalmente en la columna Glosas Marignales del periódico Reforma.
Economía
Everardo Elizondo
23 Julio, 2025

Si la memoria no me falla, BRICS es el nombre original dado a un grupo de cinco países: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Hoy día, entiendo que se compone de 10: el quinteto inicial más Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y Emiratos Árabes Unidos.

Se trata, pues, de una colección variopinta de economías que, en términos económicos, no tienen mucha similitud entre ellas. Por ejemplo, el PIB por habitante en Etiopía es algo así como la décima parte del correspondiente a Brasil, según los datos del Banco Mundial (dólares constantes). En términos políticos, las diferencias tampoco son menores: la India es una democracia funcional, mientras que Irán es una teocracia autoritaria.

Entonces, ¿qué las une? Me parece que una idea vaga: la noción de constituir un bloque (no muy sólido) de opiniones y posturas distintas que las prevalecientes en un entorno dominado por Estados Unidos, para decirlo con franqueza.

Recientemente, el expresidente Donald Trump ha dicho que BRICS pretende debilitar la hegemonía del dólar como moneda internacional de curso corriente. En todo caso —como siempre— amenazó con la imposición de aranceles. A mi juicio, su preocupación es infundada.

Para empezar, los BRICS no tienen una moneda común, ni podrán tenerla en un futuro previsible: son demasiado diferentes. De hecho, en el grupo, la economía dominante es claramente la china, cuya moneda es el yuan. ¿Es el yuan un candidato de veras para sustituir al dólar? Mi respuesta es no, por varias razones de peso, financieras, económicas y políticas.

Un requisito obvio para que una moneda se use intensamente en las transacciones financieras internacionales es que su mercado de capitales sea profundo, líquido y abierto. Es decir, que permita operaciones cuantiosas; que los valores de largo plazo que circulan en él puedan transformarse en recursos disponibles en caso necesario; y que no esté limitado por regulaciones excesivas. En tales términos, el yuan simplemente no es competencia para el dólar.

En función de la solidez institucional de la economía estadounidense, el dólar ha sido, y es todavía, la moneda “refugio” por excelencia. Es difícil creer que el yuan pueda asumir ese papel clave. ¿Confiar en la moneda de un país comunista?

Un tercer factor a favor del dólar es que flota libremente en el mercado cambiario, esto es, que su cotización depende de la oferta y la demanda. El yuan flota también, pero apenas dentro de un margen reducido, y sólo con respecto a una canasta de monedas seleccionadas por el Gobierno. Esto último implica una desventaja, porque conlleva la posibilidad de una arbitrariedad burocrática.

Es cierto, como dicen algunos comentaristas, que China ha tenido durante décadas una notable estabilidad política, lo que faculta al Gobierno la toma rápida y efectiva de decisiones. El problema con ello es que dicha estabilidad tiene como base un régimen autoritario, donde los derechos civiles y las libertades políticas están de hecho fuertemente restringidas. Esto es consecuencia, por supuesto, del poder ejercido por el partido comunista y por sus dirigentes. Ello puede ser muy importante en el caso de conflictos a ser resueltos en el ámbito judicial. Por añadidura, la tierra es propiedad del Estado, que permite su uso por parte de los particulares durante periodos específicos.

Sea como fuere, de acuerdo con diversas estadísticas producidas por el Banco de Pagos Internacionales, aunque la importancia relativa del dólar como moneda de denominación de las transacciones financieras comerciales ha disminuido, sigue siendo, con mucho, la moneda preponderante. Lo siguen, de lejos, el euro y el yen.

Lo irónico del asunto es que son las propias políticas de Trump las que parecen estar minando la confianza externa en el dólar. Específicamente, el aumento del déficit del sector público, ya de por sí abultado; la crítica presidencial reiterada al esfuerzo del banco central por reducir la inflación; y, desde luego, el ciertamente cuestionable desapego a las normas legales, incluyendo el uso discrecional de aranceles.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

Autor

Everardo Elizondo
Economía

Líder Académico