Los mercados financieros (especialmente los accionarios, pues los mercados de bonos sí se han ajustado a un escenario más gris) han descontado durante todo el 2023 el escenario del aterrizaje suave.
Lograr un aterrizaje suave por parte de la Fed y de Banxico (Europa se encuentra en una situación aún más precaria tanto en crecimiento como en inflación) enfrenta al menos cuatro amenazas, menciona el Wall Street Journal:
La primera es que la Fed se quede en modo “too high too long”, lo cual es un riesgo muy posible, pues casi siempre lo ha hecho (11 de las 13 recesiones de posguerra).
La segunda es que la economía americana no logre enfriarse para poder contener la inflación (el PIB del segundo trimestre creció a 24% anualizado y la inflación subyacente se encuentra en 4.35%, muy por encima de su promedio y aún más de su objetivo).
El tercero es que los precios de la energía se mantengan altos (llegó el Brent a casi 100 dolares hace unos días), pues eso conduce a una “estanflación”, como ocurrió en 1990 y en el 2008, con la economía estancada, pero altas inflaciones por mucho tiempo.
El cuarto riesgo es que estalle una crisis financiera, ya sea por eventos geopolíticos, por una caída muy grave del mercado inmobiliario chino, o incumplimientos de bancos regionales o de deuda de países avanzados, debido a las altas tasas de interés.
Si la recesión llegara, la expansión que acabe hubiese durado unos 4 años, mucho menos que el promedio de los últimos 30 años de 8.6 años de duración —algunas de 11 años y otras de 6—, pues desde entonces ha habido 4 ciclos. Previo a éstos, los otros 9 ciclos de la posguerra duraron, en promedio, 3.7 años.
Las noticias de los años 1990, 2001 y 2007 todos previos a una recesión, mencionan muchas veces que vendrá un aterrizaje suave, pero éste no se dio, menciona D. Lacalle, un analista económico.
De hecho, la Fed nunca ha logrado un aterrizaje suave en ciclos con altas inflaciones y con el mercado laboral tan caliente, como lo están ahora. Las únicas veces que sí lo hizo fue en el 84 y el 95, ambos casos, con registros de indicadores en mejor situación que ahora.
Otros factores estructurales que no ayudan al caso de un aterrizaje suave son la caída en la demografía (esto trae menor oferta laboral y empuja los sueldos arriba); el giro hacia la desglobalización (que igualmente limita la oferta de bienes para comerciar y presiona sus precios); la baja productividad, que limita el crecimiento del PIB a sólo lo que crezca el empleo y, el ciclo de alto gasto gubernamental y los déficits que le acompañan (que presiona las tasas y la inflación y además sustituye la inversión privada por inversión pública, que es menos eficiente).
La economía americana tampoco tiene ya holgura, pues con un mercado con menos trabajadores dispuestos a trabajar, los patrones al querer retenerlos, presionan los sueldos al alza y limitan el desfogue hacia el desempleo. Si la inflación lograra bajar un poco más, pero no los sueldos, las empresas verían sus márgenes muy afectados, completando un ciclo de desconfianza en la valuación que actualmente mantienen los mercados (una prima de riesgo que es hoy excesivamente baja y no incentiva a mantenerse en bolsa).
El mercado ha apostado a que la Fed y el ECB inyectarán toda la liquidez que sea necesaria para librar una recesión, pero el Quantitative Easing (comprar bonos de gobierno a los bancos para bajar las tasas y vista como un antídoto) puede causar un riesgo aún mayor de estanflación, pues por el efecto llamado trampa de liquidez, las economías se acostumbran a las intervenciones monetarias, lo cual tiene efectos muy graves sobre el sector privado y la inversión.
Un gasto de gobierno que ha sido muy intenso (el déficit de gobierno de EEUU esta en torno al 9% del PIB, otras regiones están igual) enmascara una recesión que ya libra el sector privado. Los desbalances son grandes y entre más se alargue la llegada de la recesión, mayor será su impacto. Como diría Marty McFly: “Doc, vengo del futuro y no hubo aterrizaje suave”!
El autor es profesor y director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.
Artículo publicado originalmente en Reforma.