Resistencia al cambio, el reto de las universidades con la educación en línea

Los retos que COVID-19 evidencia en la educación superior de América Latina y el futuro de la educación en línea

Resistencia al cambio, el reto de las universidades con la educación en línea

La adopción de nuevas tecnologías ha sido siempre un proceso lento para el sector educativo. La invención de la imprenta marcó un hito en el siglo XV, pero generó en la academia de la época temores sobre el efecto en el proceso creativo que hasta entonces estaba identificado con cómo los pupilos interpretaban en escritos las enseñanzas del maestro. Los retos del cambio eran reales, pero el potencial de transformación de la imprenta en la economía y la ciencia era mucho mayor. Aun así, tomó varias décadas más de lo esperado para que los libros fueran usados masivamente en escuelas y por académicos de la época. 

Mientras la mayoría de industrias como banca, retail y telecomunicaciones aprovechan ingentes cantidades de data, comportamientos y predicciones sobre sus clientes, interactúan con ellos en diferentes canales digitales y se preparan para la inminente evolución de big data e inteligencia artificial; la educación superior enfrenta retos básicos de infraestructura y resistencia al cambio. La llegada del COVID-19 ha puesto en evidencia esos desafíos provocando un tsunami en profesores y también en millones de padres que se vieron obligados a compartir la frustración (y el wifi de la casa) con sus hijos adolescentes.

El Tec de Monterrey lideró la transición al modelo virtual dados los riesgos que presentaba la pandemia. El curso de Inteligencia de Negocios que dicto en EGADE Business School pasó a modalidad virtual de una semana a otra. La combinación de Canvas como LMS (Learning Management System) y Zoom jugó un papel primario de arranque, pero fue el entrenamiento, las sesiones de mejores prácticas y muchas plataformas y otros recursos los que permitieron una transición positiva al modelo en línea. Mucha visión, años de inversión y retos han sido necesarios para que ésta y otras escuelas de prestigio puedan dar este salto. Desafortunadamente, no fue el caso de la mayoría de las instituciones de educación superior.

Un gran número de universidades tardaron semanas en identificar una forma de comunicarse con los estudiantes y de dar continuidad a su programación normal a través de conferencias virtuales. Venciendo los retos de conectividad (redes inestables con cuatro personas contactadas a la vez usando video), profesores y alumnos asumieron con incertidumbre el nuevo modelo al ver que el regreso a la normalidad será más tardado de lo pensando. Por supuesto, hubo poca oportunidad para ajustar la carga de trabajo para los alumnos, definir el número de horas que un alumno podía permanecer en una clase en línea (sin perder la atención o la conexión de red) o determinar la frecuencia de actividades interactivas. 

La mayoría de universidades públicas simplemente no fueron capaces de reaccionar y asumieron que esta coyuntura sería similar a largas huelgas que ya han enfrentado. En el mejor de los casos, se limitaron a enviar tareas por correo electrónico a los alumnos o las colocaron en algún repositorio. Las tareas cumplieron la labor de ocupar a los estudiantes y dar algo de certeza a los padres, pero estuvieron lejos de influir efectivamente en el aprendizaje.

La frustración y la ansiedad también fueron una consecuencia de esta transición brusca. Los estudiantes valoran la interacción y participar de actividades extracurriculares. Las relaciones humanas, la red de contactos y el sentido de pertenencia son de los valores más destacados por egresado. Estudiantes y padres perciben una educación de calidad inferior y se preparan la difícil decisión de su permanencia en el siguiente semestre. El último reporte de McKinsey (21 de mayo) estima un 15% de reducción de alumnado en el sistema universitario de Estados Unidos. El estimado podría ser similar en América Latina, particularmente en estudiantes que trabajan al mismo tiempo.

¿Por qué las universidades no pueden moverse fácilmente a un modelo virtual?

Está muy claro que nuestros gobiernos no han invertido en infraestructura digital básica para garantizar cambios necesarios en educación superior: el acceso a internet o a una computadora son hoy impedimentos para poder mover a profesores y alumnos a un modelo virtual sobre todo en universidades públicas. Sin embargo, incluso las universidades que ya tenían algún camino recorrido en la virtualización enfrentaron con esta crisis la verdadera complejidad de un modelo en línea al cien por ciento. 

La educación en línea ha sido por mucho tiempo concebida como el proceso de virtualizar un aula tradicional de forma parcial (modelos híbridos) o total (full en línea). La realidad es que igual en muchas otras industrias, el perfil, la expectativa y la experiencia del cliente en un ambiente digital es totalmente diferente al de un ambiente tradicional. Si voy a comprar unos zapatos a una tienda, espero buena ubicación, cordialidad y variedad; si lo hago en línea, espero que la aplicación reconozca mi perfil rápidamente (basado en todo lo que le he contado a Google en los últimos meses), aprenda de mis gustos y preferencias mientras navego y que sugiera alternativas o complementos.

Las mejores universidades del mundo desarrollan estructuras y docentes separadamente para sus programas virtuales porque entienden que están enfrentando un cliente muy diferente. Yale, Harvard y U Penn han encargado a 2U la creación de muchos de sus programas en línea porque su experiencia con tecnología y talento de diseño y desarrollo pueden hacer un trabajo mucho más alineado a las necesidades un estudiante en línea… zapatero a tus zapatos.

No todas las universidades pueden dar este encargo a un tercero debido a los que esto implica y que, sin escala (alto volumen de alumnos), se vuelven prohibitivos. 

Un modelo básico y hecho en casa puede consistir en crear cursos en un LMS gratuito como Google Classroom o Moodle, llevar gradualmente a los docentes a interactuar a través de plataformas de conferencias virtuales (aprendizaje sincrónico) y motivar al profesorado a colocar contenido de presentaciones y tareas en el LMS y a estar disponible para sus alumnos vía correo electrónico (aprendizaje asincrónico).

Esta combinación de elementos podría, sin embargo, presentar riesgos de escala (mayor número de alumnos), utilización (plataformas como meros repositorios de documentos o no usarlas del todo) y de adopción (profesores y alumnos tirando la toalla al no estar satisfechos con estos ambientes). La comunidad académica requiere no sólo las herramientas tecnológicas correctas, sino también de entrenamiento exhaustivo sobre cómo alinear sus objetivos de clase al ambiente virtual, recalendarizar actividades, generar interacción, dividir virtualmente a sus grupos, hacer encuestas, aplicar evaluaciones en línea, interactuar con los estudiantes offline, entre otras habilidades.

Incluso haciendo todo lo anterior bien, los modelos de educación en línea llevan consigo retos intrínsecos a cualquier implementación tecnológica, así como la necesidad de gestión del cambio y mantener consistencia entre todos los cursos y programas. 

En un modelo híbrido donde el estudiante tiene también una interacción presencial, existe compensación y las fallas son reparables; en un modelo full en línea como el que amerita el momento actual, se requiere planeación, inversión en infraestructura, evaluación consensuada y varias iteraciones de prueba y error.

Asumiendo que la instrucción da el gran paso. ¿Hay algo más allá de una clase virtual y tareas largas?

Herramientas de acceso gratuito como Kahoot, Quizlet, Google Forms y Socrative usadas en una clase virtual síncrona enriquecen de manera positiva el ambiente virtual, permiten al docente evaluar informalmente a sus estudiantes e incrementan la participación y motivación.  El contenido de YouTube y otras plataformas (algunas de muy buena calidad) cumplen su labor de reforzar el aprendizaje, pero dejan aún grandes desafíos para universidades y docentes ¿Cómo alinear el contenido a los objetivos curriculares? ¿Quién garantiza la calidad de los contenidos? ¿Cómo guiar al estudiante? ¿Cómo evaluar el aprendizaje?

Enseñar y evaluar matemáticas no es lo mismo que enseñar historia o biología.  Asumir que una única herramienta cumplirá al 100% con las necesidades de la comunidad académica es arriesgado. Universidades como NYU, National University of Singapore (NSU) o Yale usan la plataforma de WebAssign de Cengage para Matemáticas y Física. Esta plataforma permite al profesor programar su clase, diseñar tareas y exámenes a sus estudiantes (diferentes versiones a cada uno), calificarlas y retroalimentar de manera personalizada. Si el estudiante falla en una pregunta, puede practicar con una pregunta parecida SI el profesor quiere pruebas, el alumno puede enviarle una foto de su proceso.

PHET de la Universidad de Colorado (disponible en español) y Labster ofrecen simuladores de Química; Biología y otras áreas que permiten a profesores reemplazar de forma virtual la experiencia que los estudiantes tienen en laboratorios físicos.   El estudiante interactúa en un ambiente virtual que aterriza conceptos como densidad o ecuaciones diferenciales de manera muy didáctica.

Universidades en todo el mundo están volcadas en proveer bibliotecas digitales para sus alumnos. Un alumno puede prestarse un libro y devolverlo digitalmente; abrir el texto desde su LMS en la página del libro que el profesor definió relevante para el tema; puede acceder al texto con red o sin ella en cualquier dispositivo. Ubicuidad de recursos y accesibilidad están tomando cada vez más relevancia.

Soluciones como Simcase usadas en Wharton y Kellogg, permiten al profesor pasar actividades clásicas del salón de clase a smartphones. El ejercicio clásico de negociación donde dos estudiantes reciben roles de comprador y vendedor ahora se hace en sus celulares; permitiendo al profesor revisar el proceso de negociación, observar las estrategias usadas (lanzar una oferta matadora versus ofrecer descuentos sucesivos) y comparar la efectividad de los estudiantes de manera individual.

Finalmente, nuestros sistemas educativos en todo el mundo están aún muy atados a evaluaciones tradicionales y cuantitativas. Mientras caminamos hacia un sistema mejor, las universidades deben repensar sus exámenes de admisión y de final de curso. Herramientas de evaluación y supervisión (proctoring) como Proctor U, PSI o Respondus permiten a las instituciones educativas crear y administrar exámenes y garantizar honestidad académica. La aplicación verifica la identidad del estudiante a través de una webcam, bloquea el acceso del alumno a otras pantallas del navegador y provee a docentes de un banco gigante de preguntas.

La educación en línea convivirá por largo tiempo con la educación presencial. Las velocidades de reacción, la mezcla de modalidades y la velocidad de adopción serán variadas y dependerán de la visión y liderazgo de las instituciones y gobiernos.  

Hoy aún no vemos a la educación en línea competir de tú a tú con la virtual, pero eso empezará a cambiar con la adopción de tecnologías como realidad virtual y con el crecimiento de inteligencia artificial y de blockchain. No tardaremos en tener un asistente virtual como Paul de Saint Paul Business School, Brazil, que sugerirá una ruta de aprendizaje con cursos y programas alineados a mis necesidades, aprenderá rápidamente nuestras preferencias, sabrá si aprendemos mejor con video, clase síncrona o pequeñas cápsulas o podcasts durante el día y decidirá qué material proponernos para preparar nuestro próximo examen de acuerdo a las horas que tenemos disponibles. 

Un asistente de machine learning del futuro podrá decidir qué universidad dicta el mejor curso de diseño en el mundo y nos registrará automáticamente. Un sistema integrado y seguro basado en blockchain validará nuestro aprendizaje para que la universidad valide la competencia (y los créditos) y un empleador o cliente nos pueda ubicar rápidamente cuando necesite talento específico. 

El crecimiento de la educación en línea no estará marcado únicamente por escenarios como COVID-19, sino también por la necesidad imperiosa de generar data que nos permita entender finalmente cómo aprende mejor nuestro estudiante; algo que la educación tradicional no ha logrado. El futuro de la educación será sin duda un escenario genial para aprender y reaprender.

Una versión de este artículo se publicó en Alto Nivel.

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