El filósofo norteamericano John Rawls escribió en su obra maestra, Teoría de la justicia, que una sociedad justa es una en la cual escogeríamos vivir si, cegados por un “velo de ignorancia,” no podríamos saber qué posición ocuparíamos en dicha sociedad. No podríamos saber si seríamos un hombre de piel blanca, rico, miembro de la élite; o si seríamos una joven indígena, embarazada, viviendo en una comunidad marginada, con poca esperanza al futuro . El colega y amigo de John Rawls, el economista pakistaní y premio nobel Amartaya Sen agregó en su obra El desarrollo como libertad que la libertad del ser humano consiste en tener las capacidades y habilidades de definir su propio destino y contribuir a las decisiones de su sociedad.
Según estas definiciones, México no es ni un país justo ni un país libre para gran parte de la ciudadanía, como señala mi última monografía publicada por el Mexico Institute del Woodrow Wilson Center, México Enfrentando el Futuro. Esto resulta también en que el país desperdicia su recurso mas valioso para prosperar en la economía de conocimiento del futuro: la creatividad y el talento de su gente.
No cabe duda de que la llamada 4ª Revolución Industrial presenta oportunidades de crear un país más próspero, justo, libre y sostenible: puede crear oportunidades para pequeñas empresas locales, liberar a los seres humanos de trabajos degradantes, peligrosos y agotadores, y enfrentar graves problemas ambientales como el cambio climático, la escasez del agua y la pérdida de los hábitats y biodiversidad. Pero en la otra cara de la moneda, una de las sociedades más desiguales del mundo está en riesgo de volverse aún más desigual con una deriva tecnológica que divide drásticamente a ganadores y perdedores. Avances como la inteligencia artificial, el blockchain, la robótica y la edición genética implican retos ambientales, económicos y éticos que apenas comenzamos a entender.
Al igual que las placas tectónicas que atraviesan geológicamente el país, las placas socioeconómicas y tecnológicas que subyacen en la economía de México van a desplazarse, encimarse y chocar. En los proyectos que forman la base del documento del Wilson Center nos preguntamos “¿Qué sucede si...?” bajo distintos posibles futuros con mas de 800 representantes de los sectores publico, privado, académico y la sociedad civíl. Encontramos tres vulnerabilidades principales:
El conocimiento y las ideas serán más relevantes para la competitividad económica que los activos y los recursos, pero las grandes empresas mexicanas compiten con base en activos, eficiencia, escala y recursos. No se han creado nuevas áreas de negocios porque no han sido necesarias para el funcionamiento del modelo de negocios mexicano: la inversión anual mexicana en investigación y desarrollo ha sido mínima (0.2% del PIB al año). Cinco de las diez empresas mexicanas incluidas en la lista de Expansión de las mayores empresas del país en 2019 estaban en la misma lista en 1975, y sólo una de ellas no existía entonces. En cambio, a nivel mundial, siete de las diez empresas más valiosas del mundo en 2019 no existían en 1974.
Los ecosistemas innovadores de México son débiles. Sus grandes universidades no han producido ecosistemas innovadores regionales como ha sido el caso en otros países. Hay pocos sistemas de apoyo empresarial: la comercialización de la investigación universitaria financiada por el gobierno enfrenta obstáculos legales, culturales y burocráticos.
Además, el sistema educativo no desarrolla suficientemente el talento. Tres de cada mil estudiantes mexicanos que tomaron la prueba PISA de matemáticas en 2015 lograron posicionarse en el nivel de desempeño “alto”, contra 182 coreanos y 65 estadounidenses. Ese 0.03% de alumnos de alto rendimiento, además, casi siempre viene de los sectores más acomodados de la sociedad: el indicador más fuerte para predecir el rendimiento académico de los estudiantes mexicanos es el nivel socioeconómico de su familia.
La tecnología puede exacerbar la ya de por sí extrema desigualdad social en México. Como se ha evidenciado en diversas ciudades y países del mundo, la tecnología crea una élite de ganadores muy bien retribuidos, dejando atrás a quienes no participaron en la nueva economía. Nuestro análisis de los escenarios de alta tecnología mostró un debilitamiento de la clase media, dado que quienes realizan trabajos cognitivos y manuales rutinarios caen en el desempleo tecnológico o migran a la economía gig, desprovistos de la red de protección del seguro social. En escenarios de baja tecnología, el resultado es un incremento de la pobreza extrema.
México presenta vulnerabilidad a impactos medioambientales extremos. Gran parte del norte del país es proclive a sufrir sequías, mientras que los estados del sur son vulnerables a inundaciones conforme va aumentando el nivel del mar. Su biodiversidad, un activo que se subvalúa, disminuye rápidamente. La tecnología traerá nuevas categorías de impacto social y económico, algunas previsibles y otras entre los unknown unknowns (lo que no sabemos que no sabemos) según evolucione la tecnología que está en ciernes o todavía no se ha inventado, y presentarán retos complejos e imprevistos de índoles ética y ambiental.
La planeación del sector público se hace, en el mejor de los casos, para un sexenio. Los Planes Nacionales de Desarrollo anticipan el futuro como una continuación del pasado. Las instituciones privadas son poco mejores: aunque algunas cuentan con procesos sofisticados, su planeación suele consistir en proyectar las corrientes presentes hacia el futuro e ignorar la posibilidad de cambios discontinuos geopolíticos, tecnológicos, empresariales, sociales o medioambientales en el futuro.
El desafió de las siguientes décadas será como canalizar la tecnología y aprovechar sus bondades para el bien del ser humano y el medioambiente. Es importante reconocer que los sectores estratégicos del futuro no serán los de hoy. Tenemos que preparar líderes empresariales del futuro creativos, ágiles y dispuestos a arriesgar el crear negocios en nuevos sectores que aún no nos imaginamos hoy.
Hoy, los empleos en manufactura, servicios y comercio en cadenas de valor globales son una fuente de buenos empleos formales con prestaciones y potencial de crecimiento profesional. Hay que mantener y fortalecer las conexiones a cadenas de valor globales, pero hay que preparar los trabajadores en ellas para una transición en las próximas décadas a un futuro del trabajo que requerirá una fuerza labora mas ágil, más creativa y preparada a trabajar en la interfaz entre la creatividad del ser humano y la inteligencia artificial. Algunos sectores estratégicos, como el aeroespacial parecen tener un buen futuro. El éxito del nanosatélite AzTechSat-1 diseñado y construido por alumnos de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), demuestra el talento y capacidad de jóvenes mexicanos.
Sin embargo, la preocupación sobre el futuro de los empleados en trabajos rutinarios en las grandes cadenas de valor globales está justificada. En estos sectores, México no es dueño de su propio destino. La principal de estas, la industria automotriz enfrenta disrupción tanto en sus procesos de manufactura como en sus productos y modelo de negocio. Con la automatización y la transición a la producción de vehículos eléctricos mas sencillos de producir, se requerirán menos trabajadores con distintas capacidades. Todas las grandes automotrices del mundo están invirtiendo miles de millones de dólares en la movilidad del futuro. Las decisiones con respecto a estos temas no se tomarán en México, pero repercutirán en el futuro de los empleos de cientos de miles mexicanos. Algo similar esta sucediendo en otras industrias como comercio y servicios.
Hace 35 años la Web no existía; no nos hubiéramos imaginado que emergerían negocios como la búsqueda de información en línea (Google), el streaming de películas en dispositivos electrónicos (Netflix), medios sociales (Facebook), e-comercio (Amazon), poder computacional como servicio (Amazon y Google), automóviles, viviendas y espacios de trabajo compartidos (Uber, Airbnb, WeWork o sus sucesores). El futuro de la economía global bien puede ser mas disruptivo que los pasados 35 años. Los sectores del futuro muy probablemente quedarán en los intersticios entre las nuevas capacidades que nos provee la 4ª Revolución Industrial, no en los que existen hoy.
Tenemos, también, que asegurar que los negocios del futuro beneficien no solo las elites sino también la joven mujer indígena en una población marginada en es sureste del país. Para esto, requerimos ver la 4ª Revolución Industrial como no como una serié de tecnologías desarticuladas, sino como cuatro sub-economías:
Nuevas capacidades para México
Podemos visualizar ejemplos de nuevas capacidades que apalancan las capacidades de la 4ª Revolución industrial para el bien social y pueden ser las fuentes de futuros negocios innovadores que beneficien a comunidades marginadas:
La 4ª Revolución Industrial ya es un hecho. Lo que aún no esta definido es como países, regiones y empresas van a responder a ella. En un reciente articulo en Reforma Luis Rubio citó la escritora inglesa, Mary Renault, quien escribió, “Solo hay un tipo de choque peor que el totalmente inesperado: el esperado para el cual uno ha rehusado a prepararse.” Si países, regiones y empresas anticipan los desafíos de competir en la economía de conocimiento, pueden aprovechar sus bondades para crear un sociedades prósperas y justas. De lo contrario, las mismas fuerzas de tecnología pueden destruir empresas y empleos, llevar a una sociedad que deja por detrás sus ciudadanos mas marginados, y conllevar a complejos desafíos éticos y ambientales.
Muchos ven a la 4ª Revolución Industrial y la 4ª Transformación peleadas la una contra la otra. Mientras que algunos funcionarios públicos desconfían –en ciertos casos con razón— del sector privado, percibiéndolo como interesado únicamente en el lucro, algunos miembros del sector privado –también en ciertos casos con razón— ven al sector público como inconsciente del importante rol y las necesidades del sector privado para proveer empleos de calidad a una fuerza laboral que sigue creciendo.
La realidad es distinta. Tanto la 4ª Revolución Industrial como la 4ª Transformación deben ser medios para llegar a un fin compartido: una sociedad próspera, justa, libre y ambientalmente sostenible. Esta sociedad no se puede alcanzar sin el dinamismo, la innovación, talento y capital del sector privado. Sin embargo, es responsabilidad del sector público como representante de la sociedad establecer las condiciones que canalicen la iniciativa privada hacia el bien de la sociedad y crear y fiscalizar las reglas que prevengan abusos que ciertamente han existido en el pasado.