¿Están listas las empresas para adaptarse al cambio climático?

Enviado por egade el Vie, 30/06/2017 - 15:12

El cambio climático es un fenómeno mundial, pero se manifiesta de manera heterogénea entre regiones. Aunque los países menos avanzados contribuyen en menor medida a las emisiones globales de gases de efecto invernadero, éstos son más sensibles a los impactos climáticos y tienen una menor capacidad de adaptación y mitigación. Los costos de adaptación al cambio climático en los países en desarrollo podrían alcanzar entre 140 y 300 mil millones de dólares para 2030, según el Adaptation Gap Report del PNUMA.

Si bien las estimaciones actuales sobre estos costos varían dependiendo del nivel de calentamiento global, los métodos utilizados para estimarlos, las decisiones éticas adoptadas, el marco económico aplicado y otras suposiciones, al menos dos cosas son innegables: primero, el desarrollo de la tecnología, los mecanismos de financiamiento y el conocimiento son fundamentales para cerrar las brechas de adaptación y, segundo, el sector privado tiene mayor potencial para invertir en dichos desarrollos y beneficiarse de ellos.

En América Latina, los países se encuentran en una situación particularmente vulnerable ante la creciente frecuencia de eventos climáticos extremos y la baja capacidad de adaptación de los sistemas humanos. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, el calentamiento medio proyectado para América Latina hasta el final del siglo podría oscilar entre 1 y 4°C. Tales cambios de temperatura aumentarán la competencia por los recursos naturales y los riesgos climáticos directos e indirectos para el sector privado. Estos riesgos ya se observan en términos de amenazas a la seguridad del suministro de insumos industriales clave, la volatilidad de precios y otras perturbaciones asociadas a las operaciones mundiales. Por consiguiente, la actividad empresarial tendrá que ser seriamente redefinida y reescalada para encajar en un planeta finito, gobernado por límites y escasez.

Los gobiernos de la región están cada vez más preocupados por las cuestiones de adaptación ante las condiciones cambiantes y la adecuada asignación de los recursos existentes, lo que probablemente se traducirá en mayor regulación, escrutinio y cargas económicas para el sector privado. Asimismo, la actividad económica en la región se verá afectada por los cambios en los centros políticos y económicos mundiales. Mientras el poder continúa basculando de las naciones industrializadas a las economías emergentes como China e India, las estructuras comerciales y las demandas de los consumidores globales impondrán nuevas cargas a las empresas locales que participan en los mercados internacionales.

Aunque la movilización de consumidores y empleados es un fenómeno relativamente nuevo en América Latina, los consumidores están empezando a entender cómo pueden ejercer su poder mediante las redes sociales y su elección de compra. En este sentido, las ONG internacionales y nacionales han contribuido a la organización de grupos para exigir que el sector privado reduzca sus emisiones y tome medidas relacionadas con el clima. Se estima que en los próximos años la presión de la sociedad civil continuará creciendo, exigiendo que las empresas se alejen de un enfoque de hacer más con menos y hacia una reconceptualización de los productos y servicios que ofrecen.

De hecho, la coordinación entre los gobiernos nacionales y la sociedad civil ha sido clave para traducir los objetivos mundiales de reducción de emisiones en objetivos de empresa. El reto que tenemos por delante es asegurar un mayor compromiso del sector privado, al tiempo que se ayuda a las empresas a definir acciones voluntarias que estén alineadas con los objetivos globales y que estén debidamente establecidas, medidas, reportadas y verificadas. Por último, la transición hacia una economía baja en emisiones de carbono continuará ofreciendo oportunidades para desarrollar esquemas de financiamiento, tecnología y capacidades dentro y fuera del sector privado.

Dos de las áreas de mayor oportunidad consisten en el desarrollo y transferencia de nuevas tecnologías de energía limpia en la región, así como en el desarrollo de mercados regionales de energías renovables que contribuyan a transitar hacia una economía baja en carbono. Para ello, las organizaciones líderes en el sector privado y la sociedad civil deberán sobrepasar los esfuerzos dirigidos por el gobierno y seguir apoyando iniciativas dirigidas a la mitigación y adaptación al cambio climático, particularmente en términos de desarrollo e intercambio de información clave en áreas como la electricidad baja en carbono, la captura y uso de carbono, tecnologías de energía limpia, eficiencia energética y reducción de emisiones.

En este sentido, la colaboración entre instituciones académicas de los diferentes países, así como la coordinación con las ONG internacionales, será vital para impulsar la actual agenda mundial. Un ejemplo es la Alianza de Compradores de Energía Renovable (REBA), una plataforma colaborativa creada por World Wildlife Fund (WWF), el Rocky Mountain Institute, el World Resources Institute y Business for Social Responsibility (BSR), para elevar la demanda corporativa de energía renovable. Iniciativas como la REBA facilitan la transición energética, conectando la demanda corporativa con el suministro de energía renovable para producir un mercado que esté en línea con los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero establecidos internacionalmente.

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¿Están listas las empresas para adaptarse al cambio climático?
Abstract
Aunque la sostenibilidad se ha incorporado recientemente a los consejos de las empresas latinoamericanas, son pocas las que están preparadas para enfrentar los riesgos del cambio climático.
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¿Es la orden medioambiental de Trump una oportunidad para Canadá y México?

Enviado por egade el Vie, 02/06/2017 - 14:42

El pasado 27 de marzo, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva para "promover la independencia energética y el crecimiento económico", a fin de revertir las principales políticas climáticas de la era Obama. Concretamente, se anulan los límites de emisiones para las centrales eléctricas (el llamado “Clean Power Plan”) y los límites a las fugas de metano, se establece una moratoria al arrendamiento federal de carbón y se descarta el uso del costo social del carbono como guía de las acciones gubernamentales. Lo que la orden no dice es si Estados Unidos permanecerá o se retirará del acuerdo climático de París, dando a entender que este punto sigue en el aire. Como segundo país más contaminante del planeta, detrás de China, EUA juega un papel primordial en el cumplimiento de la meta acordada en París de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados respecto a niveles preindustriales.

Esta orden, sin embargo, no llega por sorpresa, ya que la derogación de las regulaciones climáticas y la vía libre a los combustibles fósiles fueron promesas de campaña de Trump. Como ocurrió con órdenes ejecutivas previas, esta orden será contestada por un gran número de grupos.

Y bien, ¿por qué debemos preocuparnos? Primero, porque la orden aumenta la incertidumbre. Las inversiones en energías limpias en EUA podrían verse afectadas. Mientras que Europa y China continúan invirtiendo en tecnologías de energías limpias y alternativas para responder a la amenaza del cambio climático, esta orden sin duda reducirá la capacidad de EUA de fomentar la innovación en este tipo de tecnologías e industrias, socavando su competitividad y su capacidad para transitar hacia una economía baja en carbono. Siendo EUA una potencia en innovación, la pérdida para la sociedad en su conjunto será enorme.

En segundo lugar, esta orden puede tentar a México y Canadá a abandonar sus esfuerzos climáticos y medioambientales para seguir siendo "competitivos". En Canadá, por ejemplo, el partido de la oposición ya ha pedido al primer ministro Trudeau que renuncie a su propuesta de fijar un precio a las emisiones de carbono en respuesta a la orden ejecutiva estadounidense. Es cierto que el contexto internacional importa, pero ¿realmente queremos seguir el mismo camino que EUA? Las comunidades científica y académica llevan dos décadas investigando el cambio climático y han demostrado, no solo que es real, sino que va a empeorar y costará tanto vidas humanas como miles de millones de dólares en pérdidas materiales si no se toman medidas.

Los buenos líderes empresariales y gubernamentales toman en cuenta los hechos y hacen proyecciones para el día de mañana. Sus decisiones estratégicas y políticas se basan en cómo creen que será el futuro. El agotamiento de las reservas de carbón, petróleo y gas es un riesgo tan real como el riesgo financiero que muchos inversores consideran cuando deciden dónde poner su dinero1. Los países dependientes de combustibles fósiles deben tomar este riesgo muy en serio, ya que su competitividad a largo plazo dependerá de cómo transiten hacia una economía baja en carbono.

Tanto Canadá como México poseen considerables recursos naturales para desarrollar energías limpias. Canadá tiene un inmenso potencial en renovables como la eólica, solar, mareomotriz, geotérmica e hidroeléctrica2, mientras que México tiene un enorme potencial eólico3 y solar4. Si EUA renuncia al liderazgo climático, Canadá y México deben tomar la batuta y convertirse en los nuevos líderes norteamericanos. Se está construyendo una industria de nuevo cuño alrededor de las renovables (como, por ejemplo, el coche eléctrico) y es primordial que los dos países participemos en su desarrollo para que nuestros ciudadanos y negocios estén mejor preparados para una economía baja en carbono.

El cambio climático es un problema global que hemos de enfrentar como equipo: cuando un jugador (país) flaquea, los demás deben dar un paso adelante para que todos avancen. El cambio climático es una realidad económica de largo plazo que no pueden eludir ni gobiernos ni empresas: todos compartimos un planeta y el planeta debe ser protegido. El cambio climático no solo es un problema de seguridad energética, también es un problema nacional y de seguridad alimentaria. Es necesaria la cooperación a todos los niveles, desde los gobiernos (federal, estatal, local), la industria, las organizaciones no gubernamentales, los pueblos indígenas y la sociedad civil, para pasar de un estado de reacción y defensa a uno de proactividad y adaptabilidad. No dejemos que esta orden detenga nuestro progreso.

Es entre aquellas naciones que dicen ser las más civilizadas, las que afirman que son guiadas por el conocimiento de las leyes de la naturaleza, las que más se vanaglorian
del avance de la ciencia, que encontramos la mayor apatía, la mayor imprudencia, al volver continuamente impura esta necesidad tan importante de la vida...

Alfred Russel Wallace,
Man’s Place in the Universe, 1903

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¿Es la orden medioambiental de Trump una oportunidad para Canadá y México?
Abstract
La orden ejecutiva firmada por Trump para revertir las políticas climáticas de Obama puede tentar a México y Canadá a abandonar sus esfuerzos climáticos y medioambientales para seguir siendo "competitivos". Pero si EUA renuncia al liderazgo climático, Canadá y México deben tomar la batuta y convertirse en los nuevos líderes norteamericanos.
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Reducir la pobreza desde las universidades

Enviado por egade el Mar, 04/04/2017 - 16:19

Pese a la disminución de la pobreza por ingresos, que se ha reducido en una década de 43.9% a 27.9% (2013), América Latina y el Caribe continúa siendo la región con más desigualdad del planeta. Aquí viven 14 de las 150 personas más ricas del mundo, mientras que unos 82 millones de personas sobreviven con menos de 2.25 dólares diarios y otros 124 millones están en riesgo de pobreza.

Si bien se han implementado numerosos programas para reducir la pobreza y combatir la marginación y la exclusión social en la región, por ejemplo, a través de la educación de la población pobre, se ha hablado poco sobre el papel que tiene la población no pobre en el combate o la prevalencia de la pobreza y la desigualdad.

Para las personas que disfrutan de bienestar económico y social, la pobreza es muchas veces un fenómeno distante del cual no se sienten responsables y del que responsabilizan a las personas que lo sufren. Esta deshumanización social exacerba los patrones de exclusión y segregación que reproducen y generan pobreza, impidiendo que las estrategias de erradicación de la pobreza den frutos. ¿Y si en lugar de enfocar nuestros esfuerzos únicamente en educar a la población pobre educáramos a la población no pobre, concienciándolos sobre las consecuencias humanas y sociales de la pobreza? Quizá la respuesta es un proceso educativo dual, que no solo aumentara las capacidades de los pobres, sino también las de los no pobres, para generar estrategias de integración que contribuyan a la mitigación de la pobreza.

Esta es la hipótesis de la que partimos en la investigación que llevé a cabo conjuntamente con el Dr. Luis Portales, de la Universidad de Monterrey, publicada en el artículo “The impact of university social services through social incubation and student engagement in poverty alleviation” (El impacto de los servicios sociales universitarios a través de la incubación social y la participación de los alumnos en la mitigación de la pobreza), como parte de los esfuerzos de la iniciativa de Naciones Unidas Principles for Responsible Management Education.

En ella, examinamos el caso del Servicio Social en universidades mexicanas. Tras la revolución mexicana, y bajo el principio de reciprocidad y solidaridad de los universitarios con los sectores de bajos ingresos, el estado estableció el Servicio Social, por el cual los estudiantes universitarios devolvían algo a la sociedad por la educación que recibían – lo que se traduce en la obligación de dedicar 480 horas de servicio a la comunidad o a una organización para poder graduarse. Al ser un programa descentralizado, cada universidad lo regula y organiza a su manera; en algunas universidades privadas han orientado el Servicio Social para apoyar el aprendizaje de competencias relacionadas con el desarrollo social y el compromiso cívico, incluyendo conocimientos y prácticas del management y herramientas para combatir la pobreza y la exclusión económica en comunidades vulnerables.

En nuestra investigación identificamos tres modelos educacionales para reducir la pobreza usados en nueve universidades privadas. La información fue recabada a partir de entrevistas con alumnos, profesores y personal administrativo, además del trabajo de campo.

  • Modelo tradicional: El alumno desarrolla docencia con el objetivo de fortalecer el perfil emprendedor de la población pobre. Lleva a cabo las tareas asignadas por el programa, pero no propone mejoras, por lo cual el impacto en la mitigación de la pobreza se limita a la toma de conciencia y el cambio en su percepción sobre el problema.
  • Modelo de aprendizaje-servicio: Este modelo combina el trabajo comunitario con aprendizaje curricular, con la intención de que el conocimiento adquirido en clase se ponga en práctica para mejorar la vida y condiciones de los pobres a través de proyectos dedicados generalmente a incrementar los ingresos. Al diseñar estrategias para un problema específico, los alumnos asimilan mejor los conceptos y experimentan un mayor compromiso, aunque la falta de continuidad es su mayor limitación.
  • Modelo de incubación social: El alumno se involucra con el emprendedor en el proceso de desarrollo de una idea o en el fortalecimiento de las capacidades del negocio con el fin de mejorar las condiciones de vida del emprendedor y su familia. No solo cambia la percepción del alumno sobre el impacto que puede generar, también la del emprendedor sobre sí mismo, su negocio y sus condiciones de vida, generando a la vez un reto y compromiso, y contribuyendo a reducir los patrones de exclusión y marginación que perpetúan el ciclo de la pobreza.

La principal diferencia entre los tres modelos está en el grado de autonomía y participación del alumno. Mientras que en el primero hay poco involucramiento, en el segundo la implementación está limitada; en el tercero, se fortalece la empatía y los lazos de apoyo entre el emprendedor y el alumno al compartir un mismo objetivo. Al apropiarse del problema e implicarse en la solución, el alumno se visualiza a sí mismo como agente de cambio en la vida de la población pobre, mientras que el emprendedor recibe entrenamiento o consultoría que aumenta el impacto en las condiciones de su negocio y en su vida.

La incubación social demuestra cómo la transferencia de conocimiento entre los alumnos y los emprendedores contribuye a mejorar sus vidas, especialmente para las mujeres. El mayor reto, sin embargo, es consolidar estos modelos de negocio basados en la creación de valor compartido y en construir de economías más inclusivas.

Bajo estos parámetros, el Servicio Social contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas como la lucha contra la pobreza, la promoción de la justicia y la sostenibilidad a través de la constitución de asociaciones entre distintos actores de la sociedad. A este respecto, estas experiencias de Servicio Social en México promueven la creación de modelos alternativos en las universidades para luchar contra la pobreza y la deshumanización que conlleva.

Extracto de:

Book: “21st Century Management Education and the Challenge of Poverty”, (2015) Edited Carole Parkes, Milenko Gudić, Al Rosenbloom. Greenleaf Publishing Ltd. London, England.
Chapter X: “Combating poverty through management education and social incubation”
Autores: Portales, L; Garcia de la Torre, C.
ISBN- - 978-1-78353-257-3

E Book • ISBN-978-1-78353-256-8

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Reducir la pobreza desde las universidades
Abstract
Para luchar contra la pobreza, no basta con enfocarse en la población pobre, es necesario también involucrar a la población no pobre. El modelo de incubación social que ponen en práctica los alumnos de universidades mexicanas bajo el esquema de Servicio Social contribuye a reducir los patrones de exclusión y marginación que perpetúan el ciclo de la pobreza.
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ONG y empresas, de la filantropía a la transformación

Enviado por egade el Jue, 02/03/2017 - 15:54

A partir del año 2000, acompañando la promesa de un sistema más democrático y una sociedad civil más fuerte, proliferaron en México las organizaciones no gubernamentales (ONG), ofreciendo nuevos espacios de participación a distintos colectivos sociales. El contexto internacional en la década previa había estado marcado por el auge de los movimientos altermundistas y la explosión y expansión global de ONG extranjeras, algunas de las cuales operaban en México y pedían cuentas a los poderes establecidos. En esa misma década, y con más intensidad a partir de la alternancia política, también las ONG mexicanas reclamaron su propio espacio.

Si bien las primeras ONG datan de mediados del siglo XVIII, la relevancia pública de este actor social se disparó con el desarrollo de internet y los medios digitales, al difundirse masivamente sus acciones y reivindicaciones. En México, particularmente, las ONG han tendido a suplir al Estado en ámbitos que no atiende suficientemente, como los temas de salud y educación, promoción de la democracia y derechos humanos, o atención a los grupos más vulnerables. En la actualidad, las ONG mexicanas siguen aumentando en número (ya suman más de 28,000), pero no se han movido mucho de un enfoque asistencialista. A diferencia de sus homólogas europeas y estadounidenses, tampoco han explotado el potencial de aliarse con el sector privado, en parte por percibir que están en posiciones antagónicas.

Sin embargo, desde la Cumbre de Río del 1992, se reconoce que las alianzas intersectoriales (ONG-sector privado-sector público) son el mecanismo más eficiente para lograr cambios sustanciales a problemas tan complejos e intrincados como los sociales y medioambientales. Las alianzas más fructíferas entre ONG y sector privado se han producido principalmente en relación con la conservación del medioambiente, la creación de cadenas de valor sostenibles y los programas y políticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Las ONG han resultado eficaces aliados de las empresas en la mitigación de sus impactos negativos en el medioambiente y las comunidades locales, así como en la generación de prácticas novedosas. Cuanto más estrecha ha sido su relación, más decisiva ha sido la transformación.

Pero en México, ¿qué nivel de desarrollo ha alcanzado la relación de las ONG con el sector privado? ¿Qué tan dispuestas están a colaborar con las corporaciones? Estas son algunas de las preguntas que motivaron la investigación “NGO-Business Engagement in Mexico”, financiada por el Instituto para México y los Estados Unidos de la Universidad de California (UC MEXUS) y el Conacyt, que realicé en 2016 en conjunto con el Dr. Dennis Aigner, profesor de la Universidad de California en Irvine.

Para obtener un panorama general, encuestamos a 364 ONG mexicanas, 78% de las cuales, de carácter social, y 22% medioambientales. La encuesta indagó sobre el nivel de interdependencia entre las ONG y el sector privado, las motivaciones detrás de su vínculo, sus percepciones acerca de cómo se detona la colaboración, y el porcentaje de empleados y presupuesto que dedican las ONG a actividades con el sector privado. Asimismo, evaluamos algunos aspectos que son relevantes para construir la confianza intersectorial, como la cantidad de información que las ONG difunden acerca de su misión y desempeño y los medios de comunicación que utilizan, así como su nivel de confianza hacia instituciones como el gobierno, el sector privado y la sociedad civil, y si han experimentado corrupción en sus actividades diarias.

En términos generales, los principales hallazgos del estudio confirmaron nuestras hipótesis: en México solo un tercio de las organizaciones civiles tiene alguna relación con el sector privado. Del resto, muy pocas tienen una postura abiertamente contraria a los intereses empresariales, demostrando que predomina una completa desconexión o indiferencia entre ambos sectores. Esto se torna problemático si consideramos que los problemas complejos que enfrentamos actualmente – alteraciones climáticas, pérdida de biodiversidad, inestabilidad política, contaminación, entre otros – no pueden ser resueltas por los gobiernos exclusivamente. Los actores privados, es decir, la sociedad civil y las empresas, tienen una responsabilidad fundamental en el desarrollo e implementación de alternativas novedosas y la generación de conocimiento que nos ayude a transitar hacia modelos más justos y sostenibles.

 

Relaciones mayormente transaccionales

Del nivel de interdependencia y de la complejidad de las interacciones depende la profundización del compromiso entre ONG y sector privado. Sus relaciones pueden ser de carácter económico, priorizando la recaudación de fondos a través de la filantropía corporativa, o de carácter transformacional, las que aspiran a cambiar las prácticas empresariales o las estructuras sociales.

  • En México, la mayoría establecen relaciones económicas y de tipo transaccional –proyectos conjuntos, servicios de consultoría, iniciativas gubernamentales-. Si bien se sitúan más allá de la etapa filantrópica, la mayoría de ONG no llegan a la fase integrativa, que agrupa la participación de ONG en procesos consultivos del sector privado o el codiseño de iniciativas de RSC. Y aún menos son las que alcanzan la fase transformacional, que implica la participación en la política pública y supone un cambio real impulsado desde la sociedad civil. En este sentido, las iniciativas transaccionales incluyen la implementación de proyectos de conservación, educación, salud y desarrollo social, así como la entrega de cursos de capacitación ambiental y asesoramiento, que tienen una duración determinada y un alcance limitado.
  • Por el contrario, las iniciativas transformacionales buscan generar nuevas reglas o procesos de gestión encaminados a lograr cambios estructurales. Un ejemplo es el Fondo de Conservación El Triunfo, que agrupa desde su creación en 2002 a más de una decena de actores privados, institucionales y comunitarios para asegurar la conservación de la Reserva de la Biosfera El Triunfo (Chiapas). Además de proteger la rica biodiversidad de esta área boscosa, esta iniciativa ha impulsado un modelo de gestión compartida de los recursos naturales que combina actividades de conservación y producción, como la agricultura sostenible y el ecoturismo.
  • Casi la mitad de las ONG se alían con empresas como resultado de su planeación estratégica, mientras que para la otra mitad surge como una oportunidad imprevista, lo que implica que pocas ONG cuentan con procedimientos formales para seleccionar posibles socios en el sector privado. La mayoría de ONG perciben su compromiso con el sector privado como una oportunidad, de adquisición y gestión de recursos, networking y reputación.
  • Las ONG no están completamente seguras de que "las empresas sean un socio confiable", aunque la mayoría creen que tienen más integridad que el gobierno y no afirman haber experimentado prácticas corruptas dentro de las empresas.
  • La mayoría de las ONG considera que colaborar con el sector privado es una opción viable, a pesar de las distintas visiones y objetivos de cada sector y que, en general, representa más una oportunidad que un riesgo. Notablemente, la mayoría considera que el hecho de que el sector privado tenga mayor poder no es un impedimento para perseguir objetivos en común de forma conjunta.

Ausencia de un enfoque estratégico

Las cuestiones relacionadas con la confianza, la transparencia y el enfoque estratégico pueden obstaculizar la colaboración intersectorial. Asumiendo que la transparencia genera confianza mutua, tradicionalmente se cree que cuanto más transparentes sean las organizaciones, más oportunidades de colaboración pueden surgir. Pero la colaboración también tiene que ver con el enfoque estratégico que se otorga a este tipo de alianzas a nivel organizacional. ¿Qué prioridad tiene la vinculación con las empresas dentro de sus objetivos, su modelo de cambio y la asignación de recursos? Al parecer muy poca.

  • Tan solo una quinta parte de las ONG dedican un presupuesto específico para colaborar con el sector privado y la mayoría no tienen empleados dedicados a dichas actividades.
  • Si bien, 84% de las ONG se muestran abiertas a colaborar con otros actores, como comunidades locales, otras ONG o el público general, solo 31% colaboran con el sector privado. Lo anterior muestra que la “apertura” de una ONG a colaborar con otros grupos de la sociedad no la predispone a involucrarse con el sector privado.
  • Menos de la mitad de las ONG entrevistadas cuentan con información pública sobre las actividades que llevan a cabo con el sector privado, y muy pocas publican información financiera o sobre cómo evalúan internamente sus iniciativas. Esto impide que las empresas puedan identificar a las organizaciones más efectivas y eficientes.
  • En cuestión de transparencia, de las ONG que hacen pública su información, solo 61% pueden ser consideradas transparentes a partir del tipo de información que publican. De éstas organizaciones, menos de la mitad colaboran con empresas, lo que significa que ser transparente en México no es necesariamente una condición previa para vincularse con el sector privado.

La función de las ONG: Un modelo propio para México

Estudios sobre las relaciones políticas entre ONG y empresas apuntan a que hemos pasado de un enfoque de confrontación a uno de cooperación. Sin embargo, a pesar de que, como en otras partes del mundo, las ONG mexicanas se están volviendo más prácticas, flexibles y menos dogmáticas, están todavía lejos de construir soluciones en conjunto con las empresas.

Nuestra investigación demuestra muchas áreas de oportunidad de las ONG a la hora de comunicarse con la sociedad civil, con las empresas y con otras organizaciones. En particular, la encuesta revela un desconocimiento amplio sobre las funciones actuales de las ONG en México y sus posibles contribuciones a la solución de problemas complejos. Mucho se ha escrito en otros países sobre las funciones de la sociedad civil en la denuncia de situaciones injustas o incorrectas (watchdogs), en su capacidad para poner temas poco conocidos o comprendidos en la agenda mundial (agenda setters), en su papel como intermediarios de recursos y contactos (brokers) y en la provisión de servicios básicos o de emergencia (providers).

Pero las funciones de las ONG en México y sus objetivos pocas veces son explícitos. Su rol más claro es el asistencialista, cubriendo muchas necesidades que el gobierno ha dejado desatendidas por años. Menos clara quizá es su función de representar los intereses de grupos vulnerables, excluidos y minoritarios en procesos de toma de decisiones públicos o privados, como consultas sobre políticas públicas, consentimiento de comunidades locales para la explotación de recursos naturales por el sector extractivo, acuerdos internacionales sobre derechos humanos, etc.

Aunque usan vastamente las redes sociales para comunicar sus actividades y objetivos, las ONG se desconocen entre ellas. Imaginemos ahora lo laborioso que es para las empresas identificar y seleccionar aliados confiables y competentes para realizar programas con objetivos ambiciosos y compromiso a largo plazo, ambas condiciones necesarias para lograr efectos positivos escalables y replicables que puedan resultar en transformaciones importantes.

Según muestran los resultados de nuestra investigación, en México la apertura de una ONG hacia otros sectores de la sociedad o su falta de transparencia y rendición de cuentas no determinan su proclividad a colaborar con el sector privado. ¿Entonces qué lo hace?

El único factor que podría influir significativamente sobre la incidencia de colaboración intersectorial es la decisión estratégica de integrar la vinculación empresarial como un componente específico de su modelo de intervención o teoría de cambio. Es decir, un propósito que se persigue abierta y decididamente como un medio para lograr los fines de la organización. Modelos como éste es el que han adoptado ONG internacionales como Conservation International, Oxfam y WWF para utilizar al sector privado como impulsor y palanca de sus ambiciosas agendas de conservación, combate a la pobreza y acción climática, respectivamente.

Obstáculos a la colaboración intersectorial

Lo anterior, sin embargo, no estará libre de obstáculos y es importante que las organizaciones que se planteen esta alternativa para lograr sus objetivos los tomen en cuenta. El primero obstáculo tiene que ver con el desconocimiento que existe en las ONG mexicanas sobre:

  • Cómo interactuar con el sector privado, que incluye la definición de formatos de intervención, temporalidad del proyecto, administración de recursos y cargas de trabajo, manejo de las relaciones de poder y aspectos reputacionales, entre otros.
  • Cómo elegir socios adecuados, incluyendo la decisión sobre relacionarse con empresas multinacionales o empresas mexicanas, locales o con presencia nacional, con una a la vez o varias empresas simultáneamente.
  • Cómo gestionar proyectos intersectoriales, que se refiere al tipo de competencias organizacionales y expertisedemandados por el proyecto, así como las demandas impuestas por el sector privado en cuanto a reporteo, rendición de cuentas, confidencialidad, demarcación de responsabilidades, etc.

El segundo obstáculo está relacionado con las implicaciones políticas que supone vincularse abiertamente con el sector privado, lo cual demanda que las ONG:

  • Se vean forzadas a reconsiderar su postura o misión debido al propósito de avanzar los objetivos comunes de la alianza más allá de los objetivos particulares de la organización.
  • Se vuelvan vulnerables a recibir críticas por parte de sus grupos de interés y constituyentes “naturales” (grupos sociales a los que representa y otras ONG) debido a su vinculación con el sector privado, perdiendo potencialmente credibilidad ante éstos y otros grupos sociales.
  • Tengan que ir en contra del status quo y de los intereses de los grupos dominantes al luchar por los derechos humanos, la conservación ambiental y otros temas políticamente sensibles.

Para ayudar a superar estos obstáculos, las universidades juegan un papel primordial a la hora de tender puentes entre ONG y sector privado, como facilitadoras de espacios de encuentro, de puesta en común de objetivos y de cocreación de soluciones a problemas complejos. Un ejemplo es el centro de sostenibilidad y emprendimiento social SUSTENTUS de EGADE Business School, que promueve el Diplomado +Talento, asociado con Éntrale, iniciativa del Consejo Mexicano de Negocios y Movimiento Congruencia que impulsa la inclusión laboral de personas con discapacidad y que cuenta con más de una cincuentena de empresas aliadas. Otro ejemplo incluye ya la realización de investigaciones como ésta, donde además participan representantes de la sociedad civil y el sector privado en un comité consultivo que se encarga de asegurar la relevancia social del estudio y la transformación de la información en datos robustos y accionables.

Más allá de los obstáculos que presenta, la colaboración intersectorial se concibe todavía como la manera más efectiva de abordar los problemas complejos e intrincados de los que adolecen nuestras sociedades, y tanto ONG como sector privado se beneficiarían de interiorizarlo lo antes posible.

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ONG y empresas, de la filantropía a la transformación
Abstract
A pesar que ONG y empresas en México ya no son enemigas declaradas, en sus relaciones predomina la desconexión y la indiferencia. Una encuesta a 364 ONG mexicanas revela que sus relaciones son meramente económicas y de tipo transaccional, que no priorizan su vinculación estratégica y no comunican sus objetivos.
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¿Buenos vecinos o ciudadanos globales?

Enviado por egade el Jue, 10/11/2016 - 11:53

i bien la RSC debería estar basada en principios éticos que mitiguen todo tipo de impactos negativos, con demasiada frecuencia se reduce a un ejercicio de verificación de normativas internacionales, pasando por alto cuestiones locales y perpetuando los impactos negativos.

Por sí solos, los marcos globales de RSC no bastan, porque muchas cuestiones sociales y de sostenibilidad son específicamente locales. Por ello, los directivos deben pensar más en ser buenos vecinos e involucrarse como ciudadanos globales. Históricamente, México mantuvo una fuerte tradición de paternalismo corporativo, llevado a cabo por empresas familiares que velaban por la protección de sus empleados y del negocio en el largo plazo. Esta tradición terminó abruptamente con la entrada de México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994. El tradicional paternalismo corporativo se fue desmantelando gradualmente en favor de un nuevo enfoque global de RSC, en parte porque cumplir con estándares globales era menos costoso que financiar prestaciones como clínicas, viviendas y hasta actividades recreativas.

En los últimos años, los grandes corporativos mexicanos se han apuntado a la RSC con gran entusiasmo. El Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI) ya cuenta por centenares las empresas que cumplen con ciertos estándares mínimos de RSC. La revistaExpansión lleva tres años investigando sobre las prácticas de RSC y reconoce a las que tienen un mejor desempeño en su ranking “Expansión 500”. Más aún, la RSC ya es un curso obligatorio en muchos programas de negocios de pregrado y un tema recurrente en conferencias para graduados universitarios.

Entonces, ¿qué ensombrece esta bonita estampa? Si bien es bueno que las empresas mexicanas se hayan involucrado tanto en la RSC, sorprende que a medida que uno examina más de cerca su naturaleza y puesta en práctica, parece que la RSC es en gran medida un concepto importado. En las encuestas y rankings de RSC se indaga sobre temas como diversidad de género, código de ética, contribuciones caritativas, voluntariado de los empleados, uso de energía renovable y reciclaje; pero a menudo se obvian los aspectos locales de la responsabilidad social.

Consideremos, por ejemplo, el tema de la discriminación. Muchos reportes sociales corporativos cumplen con los estándares establecidos por la Global Reporting Initiative (GRI). La GRI 405-1 pregunta acerca del género, la edad y otros grupos minoritarios o vulnerables, pero depende de cada empresa reportar sobre las minorías. En su informe de sostenibilidad de 2014, Cemex reveló que no había violaciones de los derechos humanos de los pueblos indígenas, mientras que Femsa ni siquiera mencionó este tema en su informe de 2014. Sin embargo, ambas empresas están ubicadas en Monterrey, la ciudad mexicana donde más se discrimina a los indígenas.[1]

La RSC y las revelaciones son en gran medida impulsadas por una agenda global de responsabilidad social que presta poca atención a las cuestiones locales. Hay muchos tipos de discriminación que ocurren a diario en México y son ignorados por las empresas, excepto las cuestiones de género. Por ejemplo, los empleados y los candidatos a un empleo son sistemáticamente discriminados por su edad, su condición de embarazo, dar positivo en diabetes, tener tatuajes o por su origen étnico.

La discriminación no es la única problemática. Bajo la ley mexicana, las firmas privadas están obligadas a participar en un plan de repartición de utilidades por el cual 10 % de los beneficios son compartidos con los empleados de planta, sea cual sea su nivel en la empresa. Es habitual que las empresas creen otras empresas con beneficio cero para así aislar a los empleados y evitar que participen de las ganancias.

A propósito de las cuestiones locales, el particular tejido social mexicano es heredero de la historia del país, especialmente de la Revolución Mexicana (1910-1920) a nuestros días. Aunque México está influido por tendencias globales, los enfoques de RSC han de tener en cuenta su historia y circunstancias especiales, que a menudo son olvidadas por las empresas.

Esto no quiere decir que el cambio climático y los derechos de las mujeres no sean temas importantes para México. Por supuesto que lo son. Pero el riesgo de desestabilización política se origina por cuestiones locales, no por cuestiones globales. La renuencia a compartir las ganancias con los empleados aumenta la desigualdad de ingresos y, muy probablemente, la percepción de que el sistema sólo beneficia a los ricos. Con un enfoque adecuado, las empresas mexicanas podrían reducir el descontento popular y sobresalir en el contexto mundial por su disposición a compartir la riqueza.

¿Cómo pueden enfrentar las empresas el reto de ser buenos vecinos y a la vez ciudadanos corporativos globales? Primero, los directivos deben preguntarse qué espera la gente de las empresas en el ámbito local, ya sea en su ciudad, estado o provincia, o nación. También deben preguntarse si es posible sostener el caso de negocio para iniciativas locales de RSC. A continuación, pueden identificar otras empresas con las que colaborar para dar respuesta a los problemas locales y, por último, identificar socios dentro del gobierno y el sector social que contribuyan a movilizar recursos para corregir los problemas.

Retomemos el caso de la discriminación contra los pueblos indígenas. El fomento de actitudes y prácticas positivas es tarea conjunta de muchos actores del gobierno, la sociedad civil y las empresas. Trabajar en conjunto para solucionar problemas locales te convierte en un buen vecino.

[1] Campos Garza, L. 2014. “Monterrey, la ciudad que más discrimina en el país: Conapred”. Proceso. Recuperado el 3 de noviembre de 2016.

*Publicado originalmente en IEDP-Developing Leaders.

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¿Buenos vecinos o ciudadanos globales?
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Por qué la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) debiera incluir tanto iniciativas locales como el cumplimiento de estándares globales.
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SUSTENTUS: creando una cultura de la sostenibilidad

Enviado por egade el Mié, 02/11/2016 - 11:56

El tema de la sostenibilidad ha captado la atención de medios de comunicación y gobiernos, así como de un creciente número de ejecutivos que pregonan las iniciativas de sostenibilidad de sus empresas. Para muchas personas, sin embargo, la sostenibilidad es percibida como otra palabra de moda para individuos que quieren salvar el planeta. En el mundo de los negocios, la mayoría de empleados no se dejan impresionar por declaraciones sobre la importancia de la sostenibilidad, pronunciadas a bombo y platillo por la alta dirección, ya que lo ven como un mero intento de subirse al carro de la responsabilidad social corporativa. No son capaces de ver la relevancia de la sostenibilidad para el éxito de sus empresas, y todavía menos para su trabajo diario.

Existe un centro que está tratando de cambiar esta mentalidad a través de un innovador programa de formación en línea, que no solo formula el business case para la sostenibilidad –cómo afecta a los resultados de una empresa–, sino que también vincula la sostenibilidad con el éxito de cada área de la empresa. Sus participantes, ya vengan del departamento de marketing, recursos humanos, operaciones o cualquier otra área importante de la empresa, aprenden cómo aplicar la sostenibilidad a cada uno de ellos.

El creador de este programa en línea es SUSTENTUS, centro para la sostenibilidad empresarial y el emprendimiento social de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey. En los últimos 16 años, la escuela de posgrados en negocios ha sido pionera en temas de responsabilidad social y, más recientemente, en iniciativas de sostenibilidad. SUSTENTUS, instituido en 2009 con el patrocinio de FEMSA, ofrece una variedad de programas y actividades –desde investigación hasta consultoría y formación de ejecutivos— diseñados para profundizar en el conocimiento sobre sostenibilidad y responsabilidad social empresarial (RSE).

El programa en línea “Formación de Cultura Sostenible” se puso en marcha en julio de 2015, después de dos años de trabajo. La idea surgió a partir de las múltiples conexiones corporativas del centro, cuyos líderes –incluyendo su fundador, Gerardo Lozano, quien impulsó los estudios de responsabilidad social en EGADE Business School desde su llegada en 2001— identificaron un vacío de formación en sostenibilidad en muchas empresas. Después de investigar, Lozano y su equipo concluyeron que la mayoría de gerentes del área de sostenibilidad no tienen suficientes recursos o capacidades para formar a miles de empleados en la materia, especialmente cuando la mayoría de empleados todavía no están convencidos de que la sostenibilidad es una cuestión importante.


Superando ideas falsas


La ambiciosa meta del programa –que cuesta de 1,400 a 2,200 pesos por cada empleado, en función de si la empresa matricula 30, 60, o 120 personas— es ayudar a los empleados a desarrollar ideas específicas sobre cómo aplicar los principios y objetivos de sostenibilidad en sus puestos de trabajo. El primer paso, sin embargo, es superar las ideas falsas así como la resistencia a la sostenibilidad, lo que no es tarea fácil.

Como explica Francisco Layrisse, coordinador de proyectos e investigación de SUSTENTUS, "la sostenibilidad sigue siendo una área de especialización incipiente. Ha recibido mucha atención últimamente debido a la presencia del cambio climático y los temas medioambientales en las noticias y en la agenda mundial. Sin embargo, todavía hay mucha confusión alrededor de lo que es la sostenibilidad y el bien que puede hacer a las empresas. Demasiada gente aún piensa que la sostenibilidad es algo que fanáticos ambientalistas tratan de imponer para salvar los árboles y la naturaleza".

Horacio Martínez Reyes, director de sostenibilidad del Grupo Alfa, señala que incluso cuando una empresa lleva a cabo una cultura de sostenibilidad, muchos directivos de la industria no se dan cuenta de que sus prácticas están relacionadas con la misma. “La gente no sabe que lo que hace contribuye a la sostenibilidad”, explica. “Cuando les decimos que tienen que medir tal o cual cosa, dicen: «hemos estado haciendo esto durante años; si quieren que lo llamemos sostenibilidad, pues bien, así lo haremos»”. Junto con FEMSA, el Grupo Alfa es una de las compañías más importantes que ha participado en el curso hasta la fecha.

El objetivo del programa “Formación de Cultura Sostenible”, según Lozano, fundador SUSTENTUS, es mostrar que la sostenibilidad no se trata de salvar el medioambiente, sino de incorporar nuevas variables sociales y ambientales en los procesos de pensamiento de la toma de decisiones, lo que en el mediano y largo plazo beneficia tanto a las empresas como a la sociedad. La sostenibilidad, en este contexto, se refiere a evitar causar daños a largo plazo en aras de conseguir beneficios a corto plazo.

Para la filial de Danone Bonafont, principal compañía mexicana de agua embotellada y una de las primeras participantes en el curso, esta responsabilidad se traduce en una estrategia basada en ciclos, en lugar del tradicional enfoque lineal. Como explica Sofía Díaz Rivera, que dirige la función de ciclo de plástico de la compañía en México, “tenemos que pasar de una mentalidad económica lineal de comprar, producir y tirar, a una que se plantee cómo reutilizar los desechos como materiales”. Bonafont inscribió al curso a 30 personas para probar, y dados los buenos resultados, Díaz Rivera espera que más empleados de Bonafont tomen el curso en el futuro.


De lo general a lo específico: Una estructura de dos partes


Para disipar conceptos erróneos y mostrar el impacto social y económico de la sostenibilidad, tanto a corto como a largo plazo, las siete horas del curso en línea se dividen en dos partes o módulos: uno de introducción, que dura cuatro horas, y otro según el perfil, de tres horas.

El módulo de introducción consta de 26 cápsulas –de unos ocho minutos cada una, en promedio—, donde los participantes aprenden los principios y conceptos de sostenibilidad. Una cápsula, por ejemplo, explica la diferencia entre sostenibilidad y responsabilidad social empresarial. Como explica Layrisse, “la RSE tiene más que ver con hacer el bien. La sostenibilidad corporativa es una forma más evolucionada de ver cómo las empresas se conectan con la sociedad y el medioambiente, al tiempo que ganan dinero, por supuesto”.

Otras cápsulas en el módulo de introducción cubren áreas tales como la ética empresarial, la comunicación interna y externa o la ISO 26000, la norma internacional de calidad de la responsabilidad social.

Un componente muy importante del módulo introductorio, cubierto por una cápsula de dos partes, es cómo formular el business case para la sostenibilidad – todo un reto, dada la dificultad de monetizar sus beneficios—. La rentabilidad de las iniciativas de sostenibilidad es más intangible, y todavía no hay un consenso sobre cómo adjudicar un valor monetario a estos intangibles.

Aunque el desarrollo del business case es importante, quizá la lección más fundamental del primer módulo es comprender los tres principios básicos de la sostenibilidad: el beneficio económico, el respeto a la sociedad y el respeto al medioambiente. Estos principios rectores, que pueden sintetizarse como las tres p (people, planet, profit), capturan y resumen el alcance y ambición del concepto de sostenibilidad.

En la segunda parte del programa, los participantes se dividen en grupos según su área funcional: recursos humanos, operaciones, marketing, gestión de la cadena de suministro y finanzas. A través de 16 cápsulas, los participantes pueden apreciar mejor las implicaciones específicas de la sostenibilidad en sus puestos de trabajo.

En el módulo de operaciones, por ejemplo, los cuatro temas principales son el uso eficiente de los recursos y la energía; la producción y la distribución; limpieza, gestión de residuos y reciclaje; y el cuidado del medioambiente. Este módulo, por tanto, incluye temas como los gases de efecto invernadero, el inventario y la eficiencia en la fabricación.

Los cuatro temas para el módulo de recursos humanos, por poner otro ejemplo, son el trabajo y las relaciones laborales; el diálogo social; las condiciones de trabajo y la protección social; y la seguridad del trabajador. Los temas de este módulo se centran en cuestiones como la discriminación, los derechos humanos y la inclusión de las personas con discapacidad.

"Me gusta que el curso contempla un perfil diferente para cada área de la empresa", comenta Díaz Rivera, de Bonafont. “La gente puede preguntarse lo que necesita hacer desde su puesto de trabajo y cómo puede ayudar”.  


Marcos para las propuestas


Un elemento vital de los módulos de perfil es que los participantes deben construir una idea básica sobre cómo van a incorporar la sostenibilidad en su trabajo. Concretamente, los participantes deben desarrollar al final de la formación lo que SUSTENTUS llama el "marco de una propuesta". Éste se desarrolla más que una idea, pero sin llegar a ser una propuesta de proyecto, que requeriría muchas más horas que las disponibles para el curso.

En el módulo de marketing, por ejemplo, un participante de Alfa desarrolló un proyecto para incorporar los beneficios de la sostenibilidad en sus campañas de marketing. Tradicionalmente, explica Horacio Martínez, son los precios los que impulsan la venta de productos hechos de espuma de estireno, y no se hace hincapié en destacar la reducción en el consumo de energía posible gracias a la utilización del aislamiento de espuma. Las campañas de marketing del futuro, de acuerdo con esta propuesta, describirán exactamente la cuantía que los consumidores se ahorran en sus facturas de energía usando el material de Alfa.

Otra propuesta de Alfa que se desprende del curso – ésta procedente del módulo recursos humanos— es poner en marcha una guardería para los hijos de los empleados.

Del mismo modo, surgieron propuestas concretas de la participación de Bonafont, según Díaz Rivera. Por ejemplo, un participante a cargo de la gestión de proyectos de innovación en Bonafont desarrolló requisitos de indicadores de sostenibilidad que deben estar presentes en todas las propuestas de proyectos de la empresa. Otro de los participantes, a cargo de la flota de vehículos de reparto, desarrolló una propuesta para reciclar las baterías de los vehículos de la empresa.

La lección final de esta segunda fase del programa es que la sostenibilidad no es responsabilidad de un departamento en específico, sino de todos y cada uno de los miembros de la empresa. Solo con la colaboración de todos para la formación de una cultura de sostenibilidad, una empresa puede evolucionar, llegando a ser mucho más eficiente y longeva. Como explica Díaz Rivera, “al igual que en muchas empresas, son pocas las personas que están a cargo de la sostenibilidad, pero para hacer un cambio es necesario que participe toda la compañía”.

La participación de Alfa refleja este esfuerzo por involucrar a personas de toda la corporación. Además de los 24 miembros del comité de sostenibilidad de la compañía –un comité a nivel corporativo que se reúne trimestralmente para debatir sobre temas de sostenibilidad—, entre los participantes también se encontraban otros tomadores de decisiones clave que el comité de sostenibilidad consideró que se beneficiarían del curso. Así, la participación de Alfa abarcó todo los módulos funcionales que ofrece el programa.


Desafíos de marketing, y una visión para el futuro


Un programa con una duración de siete horas da forzosamente un panorama general del tema, sobre todo en el nivel operativo. Con el tiempo, la visión a largo plazo de SUSTENTUS para este curso es que los participantes puedan profundizar sus conocimientos en las áreas de sostenibilidad que elijan ellos mismos.

Por ejemplo, un empleado de operaciones que cursa el programa en la actualidad toma cuatro horas de introducción, seguidas de tres horas centradas en el área de operaciones. Esta formación abarca una variedad de cuestiones técnicas, tales como gases de efecto invernadero o gestión de residuos. Puesto que solo se tienen tres horas para cubrir la totalidad de los diversos temas, la formación es necesariamente superficial. A largo plazo, tal vez dentro de tres o cinco años, el programa “Formación de una Cultura Sostenible” ofrecerá tres o cuatro horas dedicadas exclusivamente a gases de efecto invernadero, gestión de residuos o ACV (análisis de ciclo de vida), por ejemplo.

Esta es la visión a largo plazo. Mientras tanto, se continuará atendiendo a las empresas que quieran cambiar la percepción de sus empleados acerca de la sostenibilidad. No siempre es una venta fácil. SUSTENTUS compite por una porción del presupuesto de formación de recursos humanos con competidores que ofrecen cursos sobre temas como liderazgo o calidad –áreas que ofrecen un retorno de la inversión tangible—. Debido a que SUSTENTUS no puede garantizar que las ventas aumenten inmediatamente después de la finalización del curso, los tomadores de decisiones a menudo recurren a inversiones más seguras.

Este es el reto de la comercialización de la sostenibilidad, según Layrisse. “Si usted trabaja en finanzas, marketing o recursos humanos, nadie va a decirle que su trabajo no es valioso dentro de la empresa", argumenta. Para quienes toman decisiones sobre formación, la necesidad de capacitar al personal de marketing, recursos humanos o finanzas es un hecho. Pero no puede decirse lo mismo de la sostenibilidad.

Martínez, de Alfa, está de acuerdo. “Es difícil de vender porque, a diferencia de otros proyectos, no hay un retorno de la inversión tangible", dice. Por ejemplo, no se puede decir que este curso se amortizará en tres años o que “este curso elevará mis ingresos xpor ciento”.

A pesar de los desafíos, Layrisse sigue siendo cautelosamente optimista sobre el futuro del curso y el futuro de la sostenibilidad en general. Hay más conciencia que nunca, especialmente entre las generaciones más jóvenes, sobre el impacto de los negocios en el planeta y la sociedad.

“Eche un vistazo a las escuelas de negocios”, dice Layrisse. Hace diez años, los cursos sobre medioambiente, ética o sociedad eran inexistentes en el plan de estudios de muchas de las mejores escuelas de negocios –o existían como opcionales. “No tengo los datos exactos para el 2016, pero estoy seguro de que las mejores escuelas de negocios incluyen cursos relacionados con la sostenibilidad, la RSE, la ética empresarial y la sociedad, o la ciudadanía corporativa. Los términos pueden diferir, pero todos hablamos prácticamente de lo mismo”.

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SUSTENTUS: creando una cultura de la sostenibilidad
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Muchos empleados no son capaces de ver la relevancia de la sostenibilidad para el éxito de sus empresas, y todavía menos para su trabajo diario. Existe un centro que está tratando de cambiar esta mentalidad a través de un innovador programa de formación en línea, que no solo formula el business case para la sostenibilidad, sino que también vincula la sostenibilidad con el éxito de cada área de la empresa.
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Del silencio a la prominencia de los grupos de interés

Enviado por egade el Vie, 22/01/2016 - 14:21

Desde 1940, la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), conformada por pequeños agricultores aislados de la región del Istmo de Tehuantepec (Oaxaca), había trabajado en programas gubernamentales de promoción de la industria cafetera. Sin embargo, no fue hasta su formalización como cooperativa, en 1983, que UCRI empezó a ganar prominencia como grupo de interés (stakeholder) de agencias gubernamentales y organizaciones de comercio justo.

La evolución desde el “silencio” a la prominencia de los grupos de interés es el objeto del paper "From Silent to Salient Stakeholders: A Study of Coffee Cooperative and the Dynamic of Social Relationships", escrito en coautoría con la Dra. Christiane Molina, profesora investigadora del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México. El artículo ahonda en cómo se desarrollan las interacciones y relaciones entre organizaciones y grupos de interés, especialmente cuando estos proceden de comunidades en la periferia de la sociedad y la actividad económica.

Analizando datos sobre la evolución histórica de UCIRI, hallamos que la relación desigual, jerárquica y burocrática entre las agencias gubernamentales y los productores de café era menos efectiva para entender y atender sus demandas, entre las cuales figuraba mejorar sus condiciones de vida. Como individuos “silenciosos”, los pequeños productores eran invisibles en la red de grupos de interés, pero bajo una agrupación formal, dieron los primeros pasos hacia la “prominencia”.

Sin embargo, fue gracias a la intermediación del holandés Francisco VanderHoff Boersma, quien tenía un fuerte compromiso moral con el desarrollo de las comunidades de la región, que UCRI empezó a desarrollar lazos comerciales con organizaciones de comercio justo y a orientarse hacia este nicho del mercado en la década de los ochenta del siglo pasado. Esta colaboración permitió a la cooperativa exportar a Europa y a los Estados Unidos y asociarse con grandes distribuidores.

En este sentido, destaca la importancia de los intermediarios individuales y de su compromiso moral a la hora de construir una relación fuerte y duradera que permita satisfacer las demandas de grupos de interés marginados. Una relación menos burocrática y jerárquica, basada en el compromiso moral con los grupos de interés, beneficia el entendimiento y estabilidad a largo plazo de las relaciones entre los grupos de interés y la organización.

Además de conseguir “prominencia” dentro de la industria cafetera, los miembros de UCIRI se empoderaron y ganaron reconocimiento por parte de las autoridades, y se convirtieron en un actor importante en la promoción del comercio justo en México.

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Del silencio a la prominencia de los grupos de interés
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Una relación menos burocrática y jerárquica, basada en el compromiso moral con los grupos de interés, beneficia el entendimiento y estabilidad a largo plazo de las relaciones entre los grupos de interés y la organización. Es la historia de una cooperativa indígena de cafetaleros, que pasó del aislamiento a competir en el mercado global del comercio justo.
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Todo parece imposible hasta que se hace

Enviado por egade el Jue, 21/01/2016 - 12:03

El año 2016 se convierte en oportunidad para traer al presente los planes, proyectos y promesas hechas en el pasado. Es lo que ocurrió el 25 de septiembre de 2015, en una cumbre en las Naciones Unidas, donde los países miembros aprobaron la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, compuesta por 17 Objetivos de Desarrollo Sos-tenible (ODS) para acabar con la pobreza extrema, luchar contra la desigualdad y la injusticia, y asegurar la sostenibilidad medioambiental del planeta.

A diferencia de los Objetivos del Milenio, suscritos hace 15 años, en esta ocasión se suman al liderazgo de las Naciones Unidas los actores no gubernamentales –empresas, instituciones educativas y organizaciones de la sociedad civil–, que reconocen la necesidad de colaboración y corresponsabilidad de todos los actores.

Como invitada al subsiguiente Foro del Sector Privado, tuve el privilegio de escuchar a líderes mundiales cuyas organizaciones ya están implementando en sus estrategias los ODS. El entendimiento común es que el sector privado tiene mayor capacidad de ofrecer las soluciones a problemas como el cambio climático, la sobreexplotación de recursos o la crisis alimentaria. En América Latina, por su parte, el sector privado resulta determinante para combatir algunos de nuestros problemas más enraizados, como son la pobreza, la desigualdad y un débil estado de derecho.

Si bien es necesario que todos los actores converjamos hacia los ODS desde la colaboración, el compromiso empieza por la propia responsabilidad de cada empresa hacia su entorno y sus comunidades. Como advirtió el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, primero las empresas deben hacer negocios responsablemente y luego buscar nuevas oportunidades.

“El comercio y los negocios son la clave para sacar a la gente de la pobreza, los activistas no pueden lograr nada sin su asociación con las empresas”, reconoció el cantante y activista Paul Hewson (Bono). Y entre otras reflexiones que nos dejó, brilló especialmente el recuerdo de las palabras de su amigo Nelson Mandela: “Todo parece imposible hasta que se hace”.

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Todo parece imposible hasta que se hace
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En América Latina, la contribución del sector privado es determinante para abordar algunos de los problemas más enraízados como son la pobreza, la desigualdad y un débil estado de derecho.
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