Es difícil hoy en día encontrar una publicación de negocios que no incluya la palabra sustentabilidad en alguna de sus páginas. Pero el término no tiene el mismo significado para todas las personas. Algunos enfatizan su dimensión ambiental y otros su dimensión social. Quizás la definición más conocida es la popularizada por la comisión Brundtland de 1987: “satisfacer las necesidades de la generación actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus necesidades”. El problema es que esta definición no proporciona una guía para la acción en términos de negocios. En este artículo describo la sustentabilidad empresarial a través de tres lentes diferentes.
El filósofo político del siglo XX, John Rawls, argumentó en A Theory of Justice que una sociedad justa es la que diseñaríamos si, cegados por un “velo de ignorancia”, no supiéramos qué posición ocupamos dentro de esa sociedad. No sabríamos si seríamos un hombre blanco con una buena educación, miembro de la élite de negocios de la Ciudad de México, Sao Paulo o Lima, o si seríamos una mujer indígena pobre, de piel oscura, habitante de las favelas de Río de Janeiro o del sureste de México o la cordillera de los Andes. O si seríamos un miembro de las generaciones futuras que vivirán con las consecuencias de nuestros actos. Debemos preguntarnos: “¿Son las sociedades latinoamericanas actuales las que diseñaríamos si estuviéramos cegados por el ‘velo de ignorancia’ de Rawls?”.
El amigo y colega de Rawls, Amartya Sen, agregó a esta definición el concepto de que la justicia implica el derecho de todos los seres humanos a tener las capacidades necesarias para lograr sus proyectos de vida. Definió desarrollo como libertad: libertad para elegir una vida plena. Esto implicó el acceso a las necesidades y capacidades necesarias para esa vida: vivienda, salud, educación, oportunidades de trabajo decente, comunidades sostenibles.
Tanto los conceptos de Rawls como los de Sen están incorporados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Los ODS establecieron responsabilidades a nivel nacional y global para 2030. Como miembros clave de las sociedades nacionales e internacionales, las empresas deben reconocer sus responsabilidades para contribuir a los ODS.
Podríamos agrupar los 17 ODS en cinco categorías de derechos aplicando los conceptos de Rawls y Sen:
Todas las empresas necesitan obtener beneficios. Deben recompensar a inversores pasados y atraer a futuros inversores. Su éxito, ya sea en los mercados tradicionales o en los mercados explícitamente “sociales” –produciendo formas de transporte o microfinanzas más sostenibles para comunidades de bajos ingresos— atrae una mayor inversión a los mercados a los que sirven. Cuando estos mercados son mercados sostenibles, la sociedad también se beneficia de su éxito.
Como se muestra en la figura a continuación, la forma en que las empresas asignan importancia a las necesidades de los accionistas o de la sociedad puede diferir.
> Cuadrante 1: Algunas empresas, como las asociadas con la firma de inversión brasileña 3G Capital, anteponen descaradamente a los accionistas. En la medida en que abordan la sustentabilidad, lo hacen porque no hacerlo pondría en peligro sus ganancias. Kraft Heinz Foods, una empresa de 3G Capital, sufrió una experiencia cercana a la muerte en 2018 porque no logró innovar para abordar los hábitos alimentarios emergentes y más saludables. Sin embargo, es una simplificación peligrosa decir que “ignorar la sustentabilidad nunca retribuye”. Muchas empresas han encontrado oportunidades de negocio en beneficiar a un grupo reducido de accionistas ignorando la sustentabilidad.
> Cuadrante 2: Las empresas buscan un punto óptimo de "valor compartido" donde coincide el servicio a los accionistas y a la sociedad. En este cuadrante se pueden incluir como Nestlé, Unilever e Ikea, cuyo propósito de sustentabilidad está firmemente arraigado en sus operaciones. Como se insinuó anteriormente, también es una simplificación excesiva y peligrosa decir que "la sustentabilidad siempre retribuye". Los programas de sustentabilidad deben estar alineados con los objetivos comerciales.
> Cuadrante 3: Las empresas se comprometen explícitamente con el servicio de la sociedad por encima del servicio a los accionistas. A menudo se trata de corporaciones benéficas o B. La mayoría como Patagonia son de propiedad privada, otros (menos) como Danone son de propiedad pública (aunque la destitución de Danone de su ex CEO y presidente de del Consejo bajo presión de los inversionistas-activistas es una advertencia para las corporaciones B).
> Cuadrante 4: Por último, algunas empresas están en el cuadrante IV donde ni la sociedad ni los accionistas se benefician. A veces toman “decisiones estúpidas”, como cuando BP ignoró repetidamente las consideraciones de seguridad y eventualmente provocó un catastrófico derrame de petróleo en el Golfo de México. Otras veces, directivos deshonestos anteponen sus propios intereses a los de la sociedad o los accionistas (Enron a principios de la década de los 2000).
En términos generales, podemos pensar en tres tipos de estrategias de sustentabilidad que las empresas podrían implementar, como se muestra en la siguiente figura:
En el último lustro, se han formado varios gobiernos populistas en las principales economías latinoamericanas: de México a Brasil, Argentina, Perú, Colombia, Chile y América Central. Podemos atribuir estos cambios a factores idiosincrásicos (instituciones y partidos débiles, corrupción, líderes populistas carismáticos) o a tendencias globales como las redes sociales, pero el hecho es que en las democracias la gente vota y no está contenta con el desempeño de sus instituciones sociales y económicas.
Como señala Luis Alberto Moreno, expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo, en Las décadas perdidas de América Latina, la región tiene uno de los niveles más altos de desigualdad del mundo tanto en ingresos como en salud y educación. También tiene una vulnerabilidad ambiental muy alta. Si bien como empresarios no podemos estar de acuerdo con las soluciones que proponen los líderes populistas, debemos reconocer que su surgimiento refleja fallas reales y profundas en las sociedades latinoamericanas.
En un artículo anterior argumenté, coincidiendo con los autores de la publicación Capitalism at Risk, de Harvard Business School, que a menos que el capitalismo aborde la sustentabilidad, su supervivencia estará en riesgo. En América Latina el problema es aún más severo: la supervivencia de las instituciones democráticas básicas está en peligro. Los negocios no pueden quedarse al margen.
El autor es profesor de cátedra de EGADE Business School y presidente de The Lexington Group.