En México, como en muchos países de América Latina, la amplia mayoría de empresas son micronegocios, los cuales emplean entre 0 y 10 personas. Su enorme contribución al tejido empresarial no ha dejado de crecer: en los últimos años, la proporción de este tipo de negocios se ha incrementado (más de 95%), mientras que la de las pymes se ha contraído (4.3%), de acuerdo con los censos económicos del Inegi.
Si deseamos apoyar el crecimiento de estos negocios, es vital facilitar créditos a tasas accesibles. Ya sea para lanzar o hacer crecer su negocio, cuando un emprendedor pide un préstamo no sólo busca mejorar su vida, sino también la de sus comunidades. Pese a su gran impacto en la generación de ingresos, el mantenimiento del empleo y la reducción de la pobreza en los países emergentes, los emprendedores todavía enfrentan múltiples retos para encontrar financiamiento.
El crowdfunding o financiamiento colectivo se ha popularizado en los últimos años como forma de abordar estas limitaciones. Este tipo de microfinanzas permite a los prestamistas que tienen motivaciones sociales apoyar a microemprendedores, a quienes los financiadores tradicionales excluyen por no contar con suficientes calificaciones crediticias o por no cumplir con ciertos requisitos.
Contar una historia con emociones
Tanto si es en una oficina de un banco como en una plataforma de crowdsourcing, para conceder un crédito no solo es relevante la idea y el plan de negocios, sino también la historia que hay detrás del emprendimiento y de su fundador. Y como sabemos, una historia sin emoción no genera demasiada empatía. Las emociones son parte de la comunicación humana, y al margen de evaluaciones cuantitativas, sirven para mover a la acción. Se ha demostrado que las decisiones crediticias de prestamistas y evaluadores se ven influidas por la heurística de la afectividad. Es decir, las emociones influyen en el juicio sobre el riesgo y el beneficio de estas decisiones.
Esto es especialmente cierto en plataformas de microfinanzas colectivas como Kiva.org, donde los prestamistas suelen tomar decisiones con base en descripciones breves y emocionales. A menudo estas historias pueden generar emociones positivas (como confianza, entusiasmo o determinación), y otras veces negativas (como desesperación, ansiedad o estrés). ¿Qué pasa cuando las emociones juegan en contra? En el artículo “Pitch Perfect: Emotional Appeals and Lender Decision-Making in Social Entrepreneurship”, coescrito con Katrina Brownell (Virginia Tech University) y Sönke Mestwerdt (EGADE Business School y Universidad de Manchester), investigamos cómo las emociones expresadas en estas narrativas, además de influir en las decisiones de financiamiento, también pueden reforzar las desigualdades de género.
A través del análisis lingüístico de 2,098 narrativas en Kiva.org y un experimento posterior, revelamos cómo la forma en que los prestamistas toman decisiones moldea las desigualdades de género en el financiamiento, y cómo la emoción puede funcionar tanto como una herramienta persuasiva como una barrera estructural en las microfinanzas por crowdfunding.
Sesgo de género en la expresión de las emociones
Según nuestro estudio, las emociones positivas aumentan el financiamiento, mientras que las negativas lo reducen. Por ejemplo, la ansiedad o el estrés pueden actuar como señales de riesgo, lo que puede llevar a los prestamistas a adoptar un enfoque más cauteloso en sus evaluaciones. Las emociones negativas pueden minar la confianza del prestamista en la capacidad del emprendedor para gestionar recursos o generar preocupaciones sobre su sostenibilidad a largo plazo
Pero la expresión emocional tiene un valor estratégico distinto dependiendo del género. Los emprendedores hombres obtienen mayores beneficios al expresar emociones positivas que las mujeres. Sin embargo, las emociones negativas reducen el financiamiento, y las mujeres emprendedoras particularmente enfrentan castigos desproporcionadamente más duros, especialmente por parte de prestamistas que toman decisiones de forma deliberativa.
A diferencia de los hombres, quienes pueden usar tanto emociones positivas como negativas para atraer financiamiento, las emprendedoras navegan un espacio emocional mucho más limitado, donde solo ciertas expresiones son socialmente aceptables. Esto demuestra que las señales emocionales no están igualmente disponibles para todas las personas emprendedoras.
Depende del estilo del prestamista
En segundo lugar, encontramos que los estilos de toma de decisiones de los prestamistas también moldean estos efectos diferenciados por género. Específicamente, observamos que los prestamistas intuitivos prefieren a emprendedores hombres que muestran emociones positivas, mientras que los prestamistas deliberativos imponen sanciones más fuertes a las mujeres que expresan emociones negativas.
Dado que los prestamistas deliberativos se enfocan más en indicadores objetivos, pueden percibir a emprendedores que expresan emociones negativas como personas con menor capacidad para enfrentar desafíos de forma eficaz, lo que resulta en un impacto negativo más fuerte sobre el financiamiento recibido. Por el contrario, los prestamistas intuitivos podrían ser menos sensibles a las implicaciones negativas de las emociones adversas debido a que se guían por la afectividad.
Ambos estilos sugieren que los procesos de toma de decisiones de los prestamistas funcionan como un filtro a través del cual se activan los sesgos de género. Las mujeres no solo obtienen menos beneficios al usar emociones positivas en sus narrativas, sino que además enfrentan castigos más severos cuando utilizan emociones negativas.
Cuando las emociones no pueden ser persuasivas
Finalmente, esta doble penalización crea una desventaja acumulativa que limita la capacidad de las mujeres de usar estratégicamente el lenguaje emocional. En línea con estudios previos que han documentado que las mujeres enfrentan barreras para acceder al capital, encontramos que las limitaciones de género generan un cúmulo de desventajas para las mujeres emprendedoras. Así, las mujeres se quedan sin una estrategia óptima para expresar sus emociones. La emoción no solo funciona como una herramienta persuasiva, sino también como una restricción estructural que refuerza las desigualdades de género.
Este estudio replantea la forma en que entendemos la relación entre emoción e inequidad en el financiamiento emprendedor. Si bien la literatura previa trataba las disparidades de género y el papel de las emociones como fenómenos separados que a veces se cruzan, los hallazgos aquí muestran que las emociones no solo influyen en los resultados de financiamiento: también actúan como un mecanismo estructural que refuerza las desigualdades de género más allá de las influencias emocionales individuales.
La autora es profesora distinguida en Emprendimiento Social de EGADE Business School.