Zozobrado, meditabundo y cejisjunto

Al populista le impele el fuerte deseo de satisfacer a su base electoral

La noticia es vieja ya, pero esta es la primera oportunidad que tiene Riesgo y Valor para pronunciarse respecto del resultado de las elecciones de hace un mes en México. En ello, puede decirse que esa mañana del 2 de julio del presente, un dejavú nos arropó de nuevo a los mexicanos, es decir, un “escalofrío familiar” por lo que sentimos todos hace casi dos años en noviembre de 2016. Hace un mes, como entonces, la zozobra nos envolvió y una sombra de profunda incertidumbre nos caló (y aún enfría) hasta el hueso. 

Desde entonces, no obstante, y tal y cómo Riesgo y Valor lo había predicho meses antes, los mercados han liberado casi completamente la rabiosa tensión que guardaban (exactamente igual que como lo hicieron en su tiempo, en elecciones de otros candidatos populistas de izquierda en Latam y de nuestro país también en 2006 y 2012) y tanto bolsa, como bonos y especialmente divisas, han expresado el respiro que los actores financieros sentimos al terminar nuestra primera lectura de los discursos -leídos y hablados- del Presidente Electo Andrés Manuel.

La bolsa mexicana lleva ganancias como casi ninguna otra en el mundo, de 6.92% en lo que va del año (YTD, la expresión equivalente en inglés) en dólares, aunque 6.02% se debe a la apreciación del peso y 0.90% de la bolsa en pesos por si misma (lo cual no es mucho en realidad). El riesgo país, medido por el costo de hacer un swap de crédito, ha bajado de 153 puntos base antes de la elección, a 108 a hoy. Los intereses que otorga México a 10 años, menos los que otorga el bono americano equivalente, son de 4.79%, que sumado a la ganancia que el peso ha tenido y que fue mencionada arriba, da una ganancia total de 11.09% en dólares, la mayor ganancia financiera en el mundo YTD, comparada con cualquier otro país.

En conclusión, los mercados aprueban -quizás ilusoriamente, como ilusoriamente resultó en esas elecciones de izquierda en Latam en tiempos pasados este mismo siglo- al Presidente Electo mexicano esta ocasión, pero Yo aún me pregunto si AMLO se moverá en un extremista autoritarismo o si en sensatez fiscal; si tendrá oídos sordos y cerrada ofuscación con el proyecto personal de nación o bien, si se abrirá a verdadero diálogo, y nadie, ni listo ni simple, ni cercano ni remoto, sabe o puede predecir -dado el carácter que ha mostrado como triple candidato- qué es lo que viviremos en nuestro país con él. Un diáfano trazo nos deja ver nuestro futuro a través de su regencia en el DF, pero su discurso de campaña dista mucho del despliegue práctico que ejerció entonces (sin tener mayoría en Congreso, como la tiene ahora) y por ello, nuestra confusión es absoluta. Sus primeras palabras en la madrugada de ese día fueron reconfortantes, pero luego, así lo fueron también las de Hugo Chávez, las de Humala, las de Alan García y tantos otros que pronto transformaron su actuar en variadas versiones dictatoriales de inclemencia. En los días que han seguido, el lobo ha ataviado aún de oveja.

El destino de México entonces, bien podría tomar el camino que cruzó en los 70´s, en el escenario más probable, o bien podría con la mejor suerte, llevarnos a algo parecido a lo que ocurrió en Brasil con Lula hace quince años (que tuvo una primera mitad muy vigorosa y una segunda devastadora). El sendero más oscuro (el que llevó a Venezuela a ser ya hoy un Estado fallido), si bien con la más baja probabilidad, podría estar al final del tercer dedo del tenedor en el que estamos los mexicanos; 

Así que, en una practicidad taxonómica -y rústica -, seremos Echeverría en un 55%, Lula en un 35% y Chávez en el 10% restante. El resultado ponderado nos produce, visto desde un ángulo muy general, unos tres primeros años de relativa calma, tanto en los mercados internos, como la visión desde afuera y la razón obvia, es que la luna de miel distrae de los caldos que se cocinan a fuego lento, por mientras, en las calderas subterráneas y que serán servidos, tan seguro como la muerte, hirviendo para ir sorbiendo sin cuchara y de piquito, por los últimos tres años.

Esa luna de miel es característica de todos los regímenes populistas de izquierda, y traen inmediatas -y transitorias- mejorías en la economía familiar de los más desproveídos. El efecto de derrama de ese gasto, puede contrarrestar la incertidumbre mencionada anteriormente y la economía podría de hecho, recibir vientos de cola en el consumo, la inversión pública e incluso, la inversión privada por dieciocho o veinticuatro meses; pero no olvidar que, con un abultado déficit como necesario vehículo, el desempeño de los años de adelante servirán para preparar la crisis de los años de atrás, pues por encima de las promesas de no endeudarse, al populista le impele el fuerte deseo de satisfacer a su base electoral.
 

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