Una ilusión monetaria de BRICS

Artículo publicado en la sección Glosas Marginales del periódico Reforma

El término BRIC se acuñó hace más de veinte años para designar a un grupo de países que incluía a Brasil, Rusia, India y China. Casi una década después se agregó Sudáfrica, para llegar a lo que se conoce hoy como BRICS. Al parecer, muchas otras naciones notables quieren incorporarse al grupo. (Argentina, Irán, Cuba, Etiopía, ...)

La noción original consistía en destacar a las economías en cuestión por su tamaño, por su rápido crecimiento y, sobre todo, por su potencial. En la actualidad, constituye noticia la supuesta intención de BRICS de excluir al dólar como moneda para efectuar las transacciones comerciales y financieras entre sus integrantes. O, cuando menos, reducir su dominancia. No va a suceder: en el futuro previsible, el dólar seguirá siendo la moneda internacional por excelencia.

Con todo respeto, de los cinco BRICS sólo dos, en varios sentidos, son verdaderas potencias económicas. Sin embargo, se trata de economías cuya población tiene todavía un ingreso per cápita relativamente bajo, y que presentan graves problemas estructurales. Dos ejemplos al canto: 1.-la brusca desaceleración del crecimiento de China; y, 2.-su frágil sistema financiero.

Los líderes de BRICS se reunieron en Sudáfrica en días pasados, e hicieron gala de algunos desplantes retóricos citables, pero insustanciales. Los ruidos están motivados, seguramente, por los conflictos recientes de Estados Unidos con China (la guerra comercial) y con Rusia (la invasión de Ucrania). Pero la realidad económica y financiera es otra cosa.

Como un producto de la reunión (no sé si intencional), se flotó a los medios de comunicación la "noticia" de que BRICS estaría considerando la idea de crear su propia moneda.

Dicha noción en particular es utópica. El caso del euro debería servir para recuperar la sobriedad intelectual. La creación de la famosa moneda europea fue un proceso que tomó décadas, y fue el resultado, primero, de una paulatina integración comercial y, luego, del establecimiento de una serie de instituciones clave.

El euro se introdujo en 1999, y es la moneda oficial en la mayoría (20) de los países de la Unión Europea (incluyendo, por supuesto, Alemania, Francia, Austria...). Casi un cuarto de siglo después, ocupa un lejano segundo lugar como moneda de curso internacional. El 90% de las transacciones financieras mundiales se denomina en dólares. El porcentaje es menor en lo que toca a las operaciones comerciales, y varía por regiones, pero aun en la región Asia-Pacífico representa algo así como el 75%. No deja de ser irónico que, en los primeros meses de este año, China tenía 3.5 trillones de dólares como reserva de divisas; el triple que Japón, si recuerdo bien.

Los integrantes de BRICS son muy distintos entre sí. Y ello es, de por sí, un obstáculo formidable para la creación de una moneda común (que sería una versión del yuan chino, muy posiblemente). ¿Por qué? Porque implicaría la existencia de un banco central, encargado de diseñar y ejecutar una política monetaria uniforme, aplicable a todos los miembros, sin distinción.

La situación actual sirve para ilustrar el problema aludido. China está aplicando una política monetaria muy laxa, cuyo propósito es estimular la actividad económica y apoyar a sus bancos. Brasil, por el contrario, tiene una política monetaria restrictiva (aunque la haya moderado recientemente), porque está tratando de reducir la inflación. El problema se sintetiza en una frase: "One size does not fits all".

Otra vez, las experiencias de la zona del euro al respecto constituyen antecedentes relevantes. ¿Recuerdan el caso crítico de los llamados PIGS del sur de Europa (Portugal, Italia, Grecia y España)? Lo fundamental fue la disparidad entre su alegada necesidad de una política económica laxa, y la estabilización austera puesta en práctica por el Banco Central Europeo.

Un punto final, quizá de interés. La idea de una moneda BRICS está motivada, se dice, por la intención de reducir la (casi) hegemonía del dólar. Considerando la importancia relativa de cada uno de los miembros, no es difícil imaginar cuál sería el país hegemónico entre ellos. ¿De la sartén al fuego?
 

El autor es profesor de Economía de EGADE Business School.

Artículo publicado originalmente en Reforma.

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